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Cultura

"No quiero triunfar sin los valores que siempre he defendido"

  • La artista catalana, que participó en la banda sonora de 'Blancanieves' , premiada con el Goya, promociona en Cádiz su disco '11 de noviembre'

Hace el amago de recogerla, finalmente, la suelta, juguetea con un mechón, la deja caer sobre un hombro. Mientras habla, Silvia Pérez Cruz (Palafrugell, Gerona, 1983) se atusa la melena con tranquilidad, con gestos naturales, acompasados, como si de alguna manera externalizara una especie de danza que se trae consigo misma. Al igual que su voz, al igual que la palabra, la intérprete y compositora maneja sus manos con soltura, para llevarlas también al pecho cuando habla de música, de respeto, de coherencia. Blancanieves (su voz manda en la bulería y en una saeta de su cosecha) la ha puesto en el mapa, pero Pérez Cruz ya venía atesorando una trayectoria plagada de proyectos interesantes y sólidos. "No quiero triunfar sin los valores que siempre he defendido", declara con formas dulces y con fondo implacable. "No tendría sentido".

11 de noviembre viene a avalar sus palabras. Universal amparó el pasado año su disco debut aunque la catalana reconoce que dudó "al principio" de una gran compañía. "Me daba mucho miedo porque a mí me gusta entender lo que hago, entender el ritmo y ser coherente, pero cuando vinieron a verme me dijeron, "comprendemos que eres una artista de largo recorrido y con mucha personalidad y que sólo funcionas si te damos alas". Me lo creí y ha sido una buena apuesta. Estoy tranquila con lo que he hecho porque es algo en lo que creo, con mis valores", asevera.

Valores que se basan en un conocimiento musical profundo -estudia música desde los tres años, toca el saxo, el piano, la guitarra, el cajón flamenco y el clarinete- el dominio de diferentes lenguajes musicales -como el flamenco y el jazz-, la composición de letras en varias lenguas -castellano, catalán, portugués y francés- y una "respeto grandísimo" y un "amor enorme" por la música.

Por eso, 11 de noviembre resulta una carta de presentación tan honesta como sorprendente para los que ya conocían su labor, bien en el grupo Las Migas (con quienes le costó "mucho" romper, reconoce), bien en sus proyectos con Javier Colina o en sus recitales en solitario. "Es un disco con muchas texturas, con muchas capas", define el trabajo que titula con la fecha del nacimiento de su padre, el investigador de la habanera Càstor Pérez.

"La muerte de mi padre fue lo que me hizo terminar el disco y querer sacarlo en ese momento", confiesa Silvia que ya había escrito buena parte de los temas "cinco años antes de su muerte". "Después escribí siete temas más y puse letra a temas que había compuesto".

"Nos lo decíamos todo cantando", recuerda la hija al hombre a quien describe como "una persona muy humilde que amaba mucho la música y que cuidaba del detalle más simple a lo más complicado". La intérprete guarda como oro en paño el recuerdo de sus padres (estaban separados) cantando juntos un mes antes de que Càstor falleciera. "Hacía tiempo que no los escuchaba y, vaya dos, qué feeling tenían cantando. De ellos he aprendido la importancia de contar una historia", confiesa.

11 de noviembre es una de esas grandes historias. Un disco "conceptual", "introspectivo e íntimo", un "viaje" al interior de la compositora. "Como si te sumerges en el mar. Por eso hay tres canciones colocadas estratégicamente, tres momentos de aire, donde la gente puede respirar para seguir yendo más profundo, más al interior".

Un periplo que es el resultado del "aprendizaje". De lo aprendido y lo desaprendido ya que asegura que ahora canta con la misma intención "que a los 12 años" pero con la experiencia que le ha dado el tiempo. Tiempo que también ha aprendido a gestionar. "Hacer de un segundo un minuto, ser consciente del presente, de lo que se está haciendo, parar el tiempo, saber dilatarlo, desgranarlo... Esa sensación creo que es de lo mejor que he aprendido", valora la artista que, por fin, comienza a recoger los frutos de las semillas sembradas.

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