Cultura

Los paisajes de la emoción

  • Alfonso Almendros está en posesión de un lenguaje fotográfico muy particular que está muy por encima de los planteamientos al uso

Una de las obras de Alfonso Almendros.

Una de las obras de Alfonso Almendros.

Lo mejor de la fotografía que se puede contemplar en la Sala Kursala es que nunca te va a dejar indiferente. Muchos años llevamos encontrándonos en el espacio expositivo que la Universidad de Cádiz posee en la avenida Carlos III de la capital gaditana una fotografía diferente que abre las máximas expectativas de este modo de expresión artística. Es fácil constatar en estos momentos, cuando los argumentos de la fotografía han bajado tantos enteros por culpa de los numerosísimos advenedizos que se creen artistas superiores por el simple hecho de tener una cámara, cómo no es fácil hallar planteamientos artísticos que descubran postulados fotográficos novedosos, con enjundia plástica y absoluta verdad. Hoy, desgraciadamente, todo se parece a todo y las ideas brillantes, de trascendencia fotográfica y contundencia formal, brillan por su ausencia y casi todo de lo que se ofrece ya lo han hecho otros infinitamente mejor. Ya hemos dicho en otras ocasiones que, en la Sala de la UGR, Jesús Micó se encarga de mostrar una fotografía distinta, con variadas formulaciones estéticas, diferentes desarrollos y dispares concepciones artísticas. Fotografía realizada por fotógrafos fotógrafos, artistas sin duda que plantean conceptos artísticos válidos para que los registros de la fotografía mantengan su status de arte importante y en total avanzadilla, de acuerdo con los parámetros de la más absoluta modernidad creativa.

Alfonso Almendros es un joven fotógrafo alicantino, llegado desde la Historia del Arte, con una completa formación y una amplia historia creativa que se ha visto traducida en importantes reconocimientos nacionales e internacionales. Su obra está presente en importantes foros y está en posesión de un lenguaje fotográfico muy particular que está muy encima de los planteamientos al uso y desarrolla un trabajo que va más allá de lo que se capta a través del objetivo de la cámara.

La historia que Alfonso Almendros nos cuenta sirve de apoyo conceptual a una expresión plástica en la que la fotografía adopta esquemas diferentes a los habituales. En ellos la representación queda supedita a múltiples estructuras compositivas que dejan entrever situaciones referenciales que evocan misteriosos y enigmáticos ambientes. Toda empieza con un relato antiguo, el viaje a través de las Montañas Rocosas del paisajista Albert Bierstadt. En aquellos horizontes impresionantes, la imaginación del pintor voló acudiendo al recuerdo sempiterno de su secreto amor, Rosalie. Aquello le hizo contemplar el paisaje de manera diferente, supeditado a la mediata realidad que le proporcionaba el recuerdo de su amada. Desde este planteamiento histórico, el fotógrafo nos plantea un desarrollo visual de un paisaje montañoso totalmente supeditado a la exigencias volubles del recuerdo, de la referencia literaria. La normal ilustración de lo real, del paisaje cercano, queda velado por nuevos argumentos interpretativos.

En la Kursala de Cádiz, la fotografía se inunda de nuevos registros. La representación de lo concreto pierde interés mediatizada por una realidad que distorsiona el simple programa visual y abre expectantes perspectivas. El elemento fotográfico se vale de más amplios argumentos plásticos. El color potencia sus más amplios esquemas simbólicos, incluso la materia plástica, impone su suprema potestad, lo material traspasa los límites de la obra marcando determinantes rutas formales.

En la obra de Alfonso Almendros la fotografía asume nuevos estamentos. El concepto, la forma, la materialidad de los elementos, redundan en los desarrollos de la idea y transforman sus habituales postulados para que, como le ocurrió a Bierstadt, su mirada no sólo estuviese marcada por lo inmediato, sino que, ya, todo fuese distinto y supeditado a una nueva experiencia.

Como es habitual en la fotografía que llega a esta sala, esta exposición nos introduce en un nuevo concepto artístico. La linealidad que tantas veces encontramos en el ejercicio artístico, en la fotografía de Alfonso Almendros se ve alterada por unos modos absolutamente apasionantes para acceder a nuevas e inquietantes posiciones.

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