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Cultura

El nombre del arte normativo español

  • El lenguaje modular de Manuel Barbadillo toma el Centro Cultural de Unicaja (CUC), como seña de la inquebrantable personalidad de un artista único en el universo español del XXI.

Manuel Barbadillo. Centro Unicaja. Cádiz.

Aunque nacido en Sevilla, afincarse en Málaga supuso que Manolo Barbadillo estuviese presente en los grandes momentos que vivió la creación artística malagueña en el último tercio de la anterior centuria con nombres tan importantes como Enrique Brinkmann, Jorge Lindell, Dámaso Ruano, Eugenio Paco Peinado, Stefan Von Reistwitz y Elena Laverón, entre otros. En la capital de la Costa del Sol vivió sus últimos años y, allí, fue considerado como uno de sus grandes artistas

Estuvo presente y fue un activo miembro de los apasionantes momentos que vivieron la plástica sevillana en su ruptura con los decimonónicos planteamientos existentes en el arte de la Sevilla de los años cincuenta. Un paso por Marruecos le llevó a modificar las estructuras realistas aprendidas tanto en el estudio del pintor José Arpa como en las aulas de las Escuelas de Artes y Oficios en la que estuvo poco tiempo. Allí concibió una pintura llena de vehemencia formal y asumió profundamente el concepto pautado y pausado del ritmo. Algo fundamental para su definitivo trabajo en el que la sensación rítmica juega un papel determinante. Tras una estancia en Nueva York el pintor se interesa por la cibernética, abandona la pintura matérica y se introduce en el mundo inquietante, complejo e interesante de los ordenadores, desencadenando esa particular forma de expresión basada en un lenguaje modular en el que una serie de estructuras compositivas en blanco y negro se expanden y multiplican creando esos, tan especiales, entramados orgánicos que caracterizan su personalísima obra.

La pintura de Manuel Barbadillo, racional y pulcra, repetitiva y rigurosa, dentro de su frío conceptualismo geométrico -en una primera etapa el pintor crea un solo módulo a partir de un cuadrado y un cuarto de círculo, más tarde serán combinaciones de cuatro módulos-, está inundada de infinitas sensaciones que no se detienen en la mera formulación de una plástica llena de referencias matemáticas.

La obra de Manuel Barbadillo supone un punto de inflexión no sólo en el discurrir de la plástica malagueña. Ella supuso la inclusión, por primera vez en España, de una concepción pictórica distinta, de unos modos y de unos medios que abrían unos horizontes llenos de perspectivas y de unas fórmulas abiertas donde se preveían desenlaces más que afortunados. Su particular lenguaje modular, su especial modo de concebir una pintura sin desviaciones de ningún tipo, su personalidad inquebrantable a lo largo de los años lo han convertido en un artista único en el universo artístico español del siglo XX.

La exposición que se presenta en los espléndidos espacios gaditanos nos pone en la sintonía total de un artista especial, original, lleno de sentido, que marca las distancias con una práctica artística donde sobresale, en exceso, una adocenada mediocridad, falta de originalidad y alejada de toda necesaria personalidad. Una muestra que no sólo es importante por mostrarnos la sugestiva, personal e intransferible obra de Manuel Barbadillo sino porque nos sitúa en aquellos apasionantes momentos de finales de los años 60 cuando, la entonces Universidad de Madrid - hoy Complutense - crea un Centro de Cálculo y se pone en funcionamiento un ala de informática, con lo que el ordenador entró por primera vez en las conciencias de unos artistas - Barbadillo junto a Elena Asins, Soledad Sevilla, José Luis Alexanco, Manolo Quejido, Gerardo Delgado, Tomás García Asensio y José María Yturralde - que son, sin lugar a dudas, los protagonistas auténticos del arte normativo en España.

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