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Literatura para niños Los títulos destinados a la infancia tratan de adaptarse al total predomino de lo visual

La letra con dibujos entra

  • La editoriales apuestan por historias de desarrollo atractivo, en obras donde priman la ilustración y el aspecto lúdico del libro l El género de fantasía se revela como clave en la lectura adolescente

"¿De qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos en él?", apuntó, ya en su tiempo, una visionaria Alicia.

Las editoriales se han tomado su tiempo para hacerle caso a la niña más famosa de la literatura decimonónica, pero han terminado escuchándola. Hoy en día, los libros infantiles harían las delicias de la Alicia de Carroll: extravagantes princesas de trazos lánguidos, dinosaurios que saltan desde las páginas, castillos que se van desplegando desde los sótanos hasta el último murciélago del torreón. Incluso alguno con ella misma, la pequeña Alicia, intimidada por el vuelo de un sinfín de naipes. Las palabras que acompañan toda esta espectacularidad son simples invitaciones, señales en mitad de tanta evocación.

"La tendencia absoluta -afirma María José, de Qüentum- es la de los libros ilustrados, la hegemonía de las imágenes por encima del texto. Hoy en día todo es visual y las editoriales se han adaptado muy bien a esta realidad: si un niño ha de descubrir la lectura, lo hará a través de un álbum ilustrado".

"El libro ha de hacer frente a la competencia audiovisual y electrónica -coincide Juan Manuel Fernández, de la Manuel de Falla-. Y lo hace potenciando la calidad de las imágenes, con amplitud en bibliografía y originalidad en el planteamiento. Todo lo cual nos ha llevado al desarrollo de unos formatos realmente espectaculares. Hay troquelados, libros-puzzles, recortables, otros que tienen títeresý muchos de ellos, más que libros son juguetes".

Entre estos, destacan algunos títulos como El Castillo del Miedo (Ediciones SM), la colección Seres Fantásticos y Seres Siniestros (Libsa), la recopilación de Poemas y Canciones de Roald Dahl (Alfaguara) o los troquelados de Alicia en el País y de las Maravillas y El Mago de Oz (Kókinos), "que se agotaron enseguida", apunta Juan Manuel.

"El álbum ilustrado -continúa María José- es un tipo de libro muy apropiado para Reyes, puesto que es más festivo, más libro-regaloý y es aconsejable sobre todo para los primeros lectores, de 6 a 10 años. Para lectores ya más acostumbrados, de 9 a 12 años, son más apropiadas las novelas de misterios y de detectivesý la colección de Kika Superbruja, Las Fieras Fútbol Clubý además de los libros de Harry Potter y la serie de Fairy Oak y autores como Cornelia Funke, que comenzó a ser conocida en nuestro país a raíz de la publicación de Corazón de Tinta. Funke publica historias para niños a partir de seis años y todo lo que ha escrito es absolutamente recomendable".

"Hoy en día los niños no se aburren -comentan en Qüentum-. No existe ese momento de la siesta, en que los adultos dormían y los niños tenían que estar callados y entonces el libro era un recurso casi inevitableý Ahora, la siesta no existe y ellos siempre tienen algo que hacer: el baloncesto, la Play, la consolaý Pero al menos, si al niño se le acostumbra a leer, ya no le dará miedo retomar la lectura cuando lo desee. Ese momento clásico, del padre que lee cuentos al niño al irse a dormir, es un momento único. Fortalece la unión entre todos y el niño se siente protagonista. Es una de esas costumbres que no debería perderse".

Tanto en Qüentum como en Manuel de Falla coinciden al confirmar que los clichés continúan funcionando: "Las niñas siguen queriendo ser princesas y los niños, piratas. Y esto es así, al menos, hasta que empiezan a desarrollar una conciencia de lectura y de comprensión lectora", comenta María José.

"Igual ocurre, si lo piensas, con la narrativa adulta -añade Juan Manuel-. Hay sesgos muy diferenciados entre hombres y mujeres. No hay más que pensar en la novela rosa, que ha experimentado un gran boom y que es consumida exclusivamente por mujeres. En el terreno de lo infantil, sin embargo, hay muchos libros que están pensados para ambos, como el del Castillo Medieval en 3D".

La tendencia a realizar continentes tentadores ha llegado también a los clásicos de alta cuna: "Han conseguido adaptar algo tan difícil como el poema del Mío Cid para niños de cinco años. Y en el Centenario del Quijote también vimos numerosos ejemplos. Y son cada vez más los padres que acuden a las recreaciones de mitos clásicos o del folklore español", indican en Manuel de Falla.

En las librerías son conscientes del parón que, a pesar de toda la parafernalia, de las hadas brujas y de los vampiratas, suele afectar a los jóvenes lectores a una edad que consideran crítica: los 13 y 14 años. Allí, el adolescente se encuentra perdido entre las lecturas de infancia -que ya no le llenan igual- y las lecturas densas, obligadas en el instituto. Pasa de lo naïf al cancionero medieval y las ediciones baratas del Quijote, sin escalón intermedio: "Muchos lectores se pierden entonces porque no encuentran nada apropiado, digamos, a su pinzaý -explica Juan Manuel-. Pero son los padres, en casa, los que deben de hacer el intento de que no se pierda esta costumbre, de desarrollar lechos de lectura apropiados. En este momento, juega un papel crucial la literatura fantástica, que sirve para hacer de puente. La fantasía amplía el abanico de posibilidades y es un género, tras El Señor de los Anillos y Harry Potter, con infinidad de títulos que elegir. Luego ya llegarán las otras lecturas".

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