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El islote republicano que reclamaba cultura

  • El historiador Diego Caro evoca, al recibir en su pueblo el Escudo de Oro, a la generación de oro de Trebujena

El islote republicano que reclamaba cultura

El islote republicano que reclamaba cultura / Diego Caro, durante su intervención en Trebujena.

En 1929 fue creado en Madrid el Patronato de las Bibliotecas Populares Hispanoamericanas con el objetivo de que en cada pueblo de España hubiese una biblioteca pública. Una de las primeras solicitudes para tener una biblioteca llegó desde un pueblo de la provincia de Cádiz: Trebujena. Un año después, en una entrevista publicada por el periódico madrileño La Libertad, un directivo del Patronato ponía a Trebujena como ejemplo para toda España del trabajo bien hecho: la biblioteca ya era una realidad; y eso que cada socio (eran 55) tenía que desembolsar dos pesetas al año para mantenerla.

El episodio lo rememoró el historiador Diego Caro Cancela hace unos días al recibir el Escudo de Oro de la Villa que le ha concedido este año el Ayuntamiento de Trebujena. Quería ilustrar con él cómo Trebujena era en los años veinte y treinta del siglo XX un auténtico islote republicano en la España monárquica de Alfonso XIII. Un islote sustentado por una generación de trebujeneros republicanos preocupados por la cultura y la educación, por una generación de oro de la que Caro se siente admirador y heredero.

Antonio Briante, Joselillo el Vázquez, Pepe Guerra, Juanito Onofre, Antonio Cañada Salcedo, Juan Campo y muchos más convirtieron a Trebujena en un feudo del republicanismo cuando en el resto de España dominaban la política los caciques monárquicos, como el conde de los Andes en las vecinas Sanlúcar y Jerez. Diego Caro citó a esos paisanos suyos al explicar que en las elecciones municipales de 1931, las que trajeron a España la Segunda República, Trebujena fue el único municipio de la provincia de Cádiz, y uno de los pocos de Andalucía, donde todos los concejales elegidos fueron republicanos y socialistas. Explicó también que en 1936, Juan Campo formó parte de la candidatura que el Frente Popular presentó a las elecciones y que fue elegido diputado. Era el único campesino de la lista y el único que representaba a un pequeño pueblo de la provincia de Cádiz: todos los demás candidatos eran de las grandes ciudades.

"La guerra civil y la represión que la acompañó acabaron violentamente con aquella inigualable generación de trebujeneros con los que yo me siento plenamente identificado", dijo Diego Caro, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz (UCA), en un acto repleto de público celebrado en el Castillo del Altozano, al lado de la plaza en la que nació en 1955. Acudieron muchos vecinos a homenajear a Caro y eso se vio venir cuando el Ayuntamiento anunció en Facebook quién era el galardonado de 2017, anotó el alcalde, Jorge Rodríguez. "Don Diego, el mejor maestro que he tenido", escribieron quienes fueron alumnos suyos hace más de 30 años en el colegio Briante Caro. "No hemos hecho más que reconocerte lo que muchos trebujeneros te reconocen", le dijo al alcalde.

Nacido en una familia campesina, Caro citó a Ortega y Gasset al señalar que si una persona es ella y sus circunstancias, como dijo el filósofo, las suyas son su familia, la generación de la que forma parte y su pueblo, la Trebujena que conoció en la segunda mitad del siglo XX. De su familia recordó a una madre a la que le interesaban mucho las cosas de la cultura y a un padre que no pudo ir a la escuela, que era analfabeto, pero que disfrutaba con su trabajo en el campo, que era muy exigente consigo mismo. "De mi madre heredé la afición por la lectura y de mi padre, el rigor en mi conducta y en mi trabajo, lo que he intentado reflejar en mis investigaciones históricas. Además, el gusto por la lectura creció por el contacto que tuve con mi abuela Palomares. Creo que no eran muchas las personas mayores que había entonces en el pueblo con la pasión lectora que tenía mi abuela, lo que me hacía ir cada pocos días a la recién abierta biblioteca municipal para sacar los libros que siempre leía con auténtico gozo".

Fue su abuela la primera persona que le contó las historias del pueblo y las vidas de algunos de los más destacados líderes obreros, como Joselillo el Vázquez o Juan Galán el Zarandaor. Se las amplió después su tío Pepe, cuando trabajaban juntos en el campo. "Me puso al descubierto toda esa verdad oculta de los sucesos que se habían producido en Trebujena después del 18 de julio del 36. Unas historias de represión y miedo que contrastaban radicalmente con la otra historia oficial que uno leía en los libros de las escuelas".

De su generación dijo Diego Caro que vivió dos décadas bajo el régimen de Franco pero que lo hizo en Trebujena, un pueblo en el que desde mediados de los sesenta la dictadura estaba culturalmente derrotada. Muchos tuvieron la oportunidad entonces de poder estudiar el bachillerato en el pueblo, en el aula delegada del instituto Columela, y algunos, como él, se graduaron luego en la Universidad. "Era un privilegio que hasta entonces había quedado limitado a los hijos de las familias más pudientes del pueblo o a quienes con mucho esfuerzo pudieron conseguir una beca".

De su tercera circunstancia, su pueblo, Diego Caro evocó cómo en los sesenta escuchaba embobado los análisis de películas que hacían personas como Antonio Pérez, gente sin títulos que demostraba unos conocimientos que nada tenían que envidiar a los de los críticos de cine que escribían en los periódicos. También recordó lo que aprendió al lado de José García Roble, Pepe Cencerro, que conocía al dedillo los pagos del pueblo y la situación de cada viña. Diego Caro contó que en 2004 coincidió en un velatorio con Juanito el Garrocho, que hablaron de Historia y que se quedó asombrado con los conocimientos que tenía y con la exactitud con la que los narraba. "No tengo duda de que si este tipo de personas hubiesen tenido las posibilidades académicas que otros hemos disfrutado, el destino de su vida hubiese cambiado radicalmente; y, por supuesto, también el de nuestro pueblo".

Quizá, o sin duda, todo eso tuvo que ver con el hecho de que Diego Caro haya centrado su trabajo como historiador en conocer el mundo de los trabajadores y de las clases populares, de las organizaciones sindicales y políticas. En hacer historia de la gente sin historia, como dijo el historiador cubano Juan Pérez de la Riva, al que también citó.

Gente sin historia que soñaba con un mundo más justo. Gente como Juanito Luná, del que Diego Caro anota una anécdota que viene a decir más de lo que parece. "Una vez, Juanito Luná le dijo a mi abuela: Palomares, usted y yo no lo veremos, pero nuestros nietos conocerán el amor libre".

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