La profesora de Literatura Anna Caballé publicó en 2005 (Península) el resultado de cinco conversaciones con el psiquiatra, cuya "inteligente y brillante conversación" evocó ayer mientras viajaba hacia Córdoba para darle su adiós.

-¿Qué conceptos resumen su legado intelectual?

-Carlos era un humanista en el más amplio y riguroso sentido de la palabra. Amaba la vida y le interesaban las vidas por entender que en ellas se concentra todo lo que un ser humano tiene oportunidad de hacer y conocer en su paso por la Tierra. No creía en Dios, concebía a Dios sólo como el anhelo humano de un ser omnipotente, y su agnosticismo estaba cargado de sentido y de compromiso. Su legado intelectual es difícil de resumir porque como psiquiatra en ejercicio trabajó y escribió sobre muchos temas relacionados con su especialidad: la depresión, la incomunicación, la sexualidad, la intimidad, los sentimientos. Hasta ir configurando con los años una teoría del sujeto que se estudiará y aplicará por mucho tiempo y en varias disciplinas. Pero su espíritu humanista le llevó más lejos y escribió de arte, de literatura, de política... Yo, sin embargo, entre sus muchas cualidades me quedo con su condición de maestro, con su capacidad y disposición para transmitir a los demás el conocimiento adquirido de la forma más sobria y precisa posible.

-Su libro juntos ayudó a conocer al hombre que había tras la obra. ¿Qué le sorprendió más de él?

-Para mí ha sido el ejemplo más completo de lo que debería ser un profesor universitario. Y nunca trataba a las mujeres con paternalismo o con cualquiera de las múltiples formas del machismo vigente, sobre todo veinte años atrás, cuando yo lo conocí. Intelectualmente hablando yo me he beneficiado mucho de su libro Teoría de los sentimientos en mis estudios sobre la autobiografía, me parece una obra teórica de un gran nivel y que aporta propuestas muy lúcidas a cuestiones difíciles como la relación entre vida pública y vida íntima, la identidad y la memoria.