Cultura

La gula de los más pequeños

  • Baladre y Titirimundi dan sabor a la Feria del Libro con actividades donde la comida juega un papel primordial. El Cuarteto Maravilla pone la música

Un delicioso atracón de juegos, compañerismo e historias por doquier. Una divertida receta que lejos de provocar indigestión, hace florecer el divertimento de la mano de las actividades lúdico-educativas propuestas estos días a los más pequeños dentro del programa infantil de la XXIII Feria del Libro de Cádiz.

Para saciar el hambre que provoca la rutina, el Baluarte de la Candelaria se divide en dos espacios: la biblioteca infantil, rincón privilegiado para degustar los menús literarios más sorprendentes, imaginativos y participativos; y la zona destinada a atracciones, para perder esas calorías acumuladas que ha provocado semejante festín.

"Lo más importante para vivir es comer", dice Mara, narradora argentina y maestra de Infantil. Ella es la anfitriona del taller de cocina propuesto por Baladre como novedad este año animación.

Alrededor de una veintena de niños se congregaron para contemplar la historia de la preparación del "panqueque" (en Argentina) o pancake. Delantal para no manchar la ropa y una mesa repleta de ingredientes: huevos, medio litro de leche, harina, mantequilla y sal. Todo listo para endulzar la tarde.

"Parece Arguiñano", comenta en voz alta un niño. Efectivamente hay similitudes, en lo culinario y en lo didáctico. Mara no sólo se dedica a explicar la receta sino que introduce en su discurso recuerdos sobre su patria, Argentina, en forma de leyendas, cancioncillas populares y los colores de la camiseta de uno de los asistentes al taller, que son los de la bandera del país sudamericano: celeste, blanco, y, metafóricamente, el amarillo del sol que atraviesa el cielo azul donde hay una nube.

Además, sorprende a los niños con el fascinante relato de la vaca Maca que ponía huevos mientras endulza su discurso y su receta con el exquisito dulce de leche, que será el ingrediente final de las deliciosas tortitas, enrolladas de tal manera que por el agujero resultante "se ve el mar", igual que "la suerte que está frente a nuestros ojos", fantasea la experimentada narradora.

Con el estómago saciado, qué mejor que el ejercicio físico de la mano de los juegos participativos de Baladre con los esquís para trabajar la coordinación o los pedales para evaluar el equilibrio.

Uno de las zonas más concurridas fue la que engloba los malabares, cariocas y platos chinos. Marcos, monitor de esta actividad, explica que los juegos entusiasman tanto a niños, que "se lanzan a la aventura" como a padres" que piden que se ayude a sus hijos.

Actividades que implican también a las madres que, con afán de hacerlo bien, intentan girar sobre un delgado palo un plato chino al ritmo de una canción que otras madres les cantan.

Ellas "lo prueban todo", afirman mientras se quejan de la poca profusión en la ciudad de esta clase de talleres, de "los juegos de toda la vida que no se deberían perder". Ellas, a su manera también están hambrientas, de nostalgia en este caso.

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