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"Al escribir, mi vida es la de un opositor que ama profundamente su trabajo"

  • El cordobés, último premio Fernando Quiñones de Novela con 'La suite de Manolete', subraya la "soledad del creador" como punto en común entre la tauromaquia y la literatura

Nacido en Córdoba en 1976, el novelista, poeta y columnista de Grupo Joly, Joaquín Pérez Azaústre publicó en el pasado mes de febrero su tercera y hasta el momento última novela, La suite de Manolete, de la mano de la prestigiosa editorial Alianza. La obra fue galardonada con el Premio Fundación Unicaja de Novela Fernando Quiñones y está disponible en todas las librerías españolas. El autor ha charlado con nosotros en la pasada Feria del Libro de Madrid, donde se encontraba firmando ejemplares de su libro junto a su buena amiga y novelista Juana Salabert, mientras el cielo amenazaba lluvia.

-Antes de nada, cuéntenos cómo se le ha dado este año la Feria, que toca ya a su fin. ¿Ha llegado la crisis también a sus lectores?

-Las ferias funcionan como excelente cura de vanidad para cualquier escritor. Pero mis lectores todavía resisten.

-Ahora que estamos asistiendo a los partidos de la selección española en la Eurocopa, donde el fútbol se reafirma como un verdadero espectáculo de masas, ¿siente en algún momento haberse equivocado de oficio?

-La única 'masa' que me ha interesado siempre es la del Increíble Hulk, y ya casi ha llegado. Por lo demás, tengo la gran fortuna de dedicarme al oficio más hermoso del mundo.

-Hablemos de su novela, La suite de Manolete, que próximamente aparecerá también en Brasil, traducida al portugués. ¿De dónde surge, no diré su admiración, sino más bien su curiosidad, por el torero cordobés? ¿Cuál fue la génesis de la obra?

-Mis paseos de la infancia por Santa Marina, el barrio de los toreros de Córdoba. Allí hay un monumento magnífico en el que aparece Manolete majestuoso, y ya entonces me pareció un héroe de película, una especie de Errol Flynn cordobés.

-A lo largo de sus más de cuatrocientas páginas, los personajes se desenvuelven en dos ámbitos artísticos relacionados, el mundo de los toros y el de la literatura. ¿Cree que existe una relación efectiva entre ambas disciplinas?

-Sólo una: la soledad del creador, y cómo esa soledad se convierte después, cuando se ofrece el producto al público que lo demanda, paradójicamente, en una proyección pública.

-¿Qué opinión le merece la 'fiesta' del toreo? ¿Es usted de los que sigue creyendo que la práctica taurina encarna mejor que ninguna otra el espíritu nacional?

-Sin la tauromaquia no existirían ni Sangre y arena, de Blasco, ni Fiesta o Muerte en la tarde, de Hemingway. Como espectáculo sensorial es insuperable. En cuanto a lo del espíritu nacional, si existe, debe contemplar desde Valle-Inclán hasta Rafael Nadal.

-Al repasar el curso de su narrativa, parece claro que la imbricación de la vida en la literatura, y de la literatura en la vida, es uno de los fenómenos que más le obsesionan de entre los que conforman su universo simbólico. América y El gran Felton daban buena prueba de ello, y La suite de Manolete lo confirma. ¿Es realmente la suya una vida 'literaria'?

-Algunas veces, sí, aunque siempre es la vida la que imita al arte. Pero cuando estoy escribiendo la novela, mi vida es la de un opositor que ama profundamente su trabajo.

-Y al margen de la literatura, ¿por qué otras manifestaciones culturales suele interesarse? ¿Qué aficiones ocupan su tiempo libre, si es que lo tiene?

-Creo, como Azcona, que el cine es otro género literario, y mi formación, mi memoria y mi sensibilidad son profundamente cinematográficas.

-Cuéntenos en qué condiciones suele trabajar. ¿Cuáles son sus manías, sus hábitos de escritura?

-Con la novela, escribo cada día hasta que me duele la espalda. Con los poemas, preferentemente a la orilla del mar, y con un cuerpo hermoso y desnudo a mi lado.

-Entonces, mójese: ¿se siente más poeta o novelista?

-Yo soy escritor siempre.

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