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Cultura

"Me considero un poeta religioso que no se atiene a ningún credo"

  • El arcense Antonio Hernández, Premio Nacional de la Crítica por 'Sagrada forma', regresa a la poesía tras siete años con la intimista antología 'A palo seco' mientras aguarda la publicación de sus cuentos completos

"Existe una alegría parecida a las ganas de llorar". Con estos versos se cierra uno de los poemas más intimistas de A palo seco, la antología con la que Antonio Hernández (Arcos, 1943) regresa al panorama editorial recuperando su voz más depurada y espiritual tras siete años sin escribir poesía. Y lo hace con un tono radicalmente opuesto al vitalismo salino de su anterior El mundo entero (Premio Rafael Alberti 2000). A palo seco, editado por el sello RD, recoge una descarnada reflexión sobre la muerte y la soledad en la que Hernández vuelve la vista a sus maestros literarios y sus amigos para redimirse de la oscuridad. Precisamente a uno de ellos, al también escritor Javier Reverte -"que en todo momento me ayudó a superar la enfermedad"- dedica el gaditano esta colección de poemas, ofrendas que marcan su "metamorfosis positiva" y la superación de la desilusión vital.

-'A palo seco' es una obra que desgarra al lector y al mismo tiempo le hace cómplice de su afán de redención. ¿Lo considera un poemario de tono religioso?

-El escritor granadino Antonio Enrique escribió una vez que yo era el último poeta sagrado. Me considero un poeta religioso que no se atiene a ningún credo, anticlerical. Fuera de esta aldea global de los hombres hay algo que trasciende la política y hasta las relaciones directas y personales. Yo no sé lo que es, ni siquiera lo presiento, pero sé que lo deseo. Y en esa voluntad está la religiosidad que emana de mi poesía y que tanto tiene que ver con la cita de Hölderlin que abre el libro: "Porque siempre los combatió, los dioses, al fin, le salvan".

-Aunque aparecen muchos de sus temas habituales (sus orígenes, Arcos, la memoria y la mirada solidaria), su voz resulta más meditativa y más despojada.

-Mi maestro Luis Rosales decía que siempre hay que escribir un libro diferente. Este poemario tiene una gran unidad estilística porque lo escribí bajo un estado de ánimo muy determinado y tal vez por la necesidad de comunión con esa tristeza resulta más desnudo y purificado. Cuando uno le ve las orejas al lobo, se concentra más; la incontinencia de los días exultantes se vuelve continencia y repliegue; la reflexión sobre la inminencia de la muerte te hace pensar en lo esencial.

-Lorca, Alberti, Juan Ramón Jiménez, Machado... son algunas de las presencias que en 'A palo seco' le salvan de las sombras.

-Juan Ramón y Fernando Pessoa han sido muy importantes en mi formación. Y Rafael Alberti me ha enseñado muchísimo, lo considero el poeta español más completo junto con Lope de Vega. Pero en los años en los que este libro cuajó en mi interior he descubierto a Antonio Machado, que antes no me interesaba tanto y ahora me parece un autor trascendente, esencial. Y, como él decía, "se canta lo que se pierde".

-A propósito de pérdidas, ¿qué sentimientos le provocó el deceso de Ángel González?

-Una profunda congoja porque durante un tiempo fuimos grandes amigos y compartimos muchas experiencias y noches aquí en Madrid, donde resido. En los últimos años desapareció ese contacto físico pero no la cordialidad. Era una persona muy querida y admirada, no hay que olvidar que es quien abre mi antología La poética del 50. Una promoción desheredada. Me siento en deuda con su lección cívica y estética, que apartó mi poesía de la tendencia más esteticista y barroca de la generación del 60 para ser más comprometida y testimonial.

-Le reclaman para recitar en todas partes. Con el Instituto Cervantes viajó el año pasado a Sicilia, Utrecht, Varsovia, Cracovia... ¿Cuándo se detendrá en Cádiz?

-Mañana viajo a Roma para inaugurar el ciclo Cervantes a la romana, que llevará a la capital italiana cada mes a dos poetas españoles de prestigio, como Antonio Gamoneda, Julia Uceda y Félix Grande. Y el 29 de enero, cinco días antes de fallar en Arcos los premios Andalucía de la Crítica, recogeré en Córdoba la Insignia de oro que otorga su Real Academia. Lo cierto es que tenía que haber viajado ya a Cádiz porque Antonio Burgos iba a presentar la antología de todos mis cuentos, los publicados y los inéditos, que publicaría la editorial Algaida -con cuyo grupo, Anaya, suscribí en la Feria del Libro de México un compromiso de publicación- dentro de la colección Calembé. El primer tomo comprendería El Betis. La marcha verde y otros cuentos de fútbol y el segundo, Gol Sur (los cuentos del Cádiz C.F.). Ambos libros irían unidos por la máxima El mundo se divide en dos grandes partes: Sevilla y Cádiz, que hizo célebre Fernando Villalón. Me ilusionaba publicarlos en Calembé para continuar la serie que inauguró con Cuentos sin hadas Carlos Edmundo de Ory, que es, junto a Pablo García Baena, mi poeta vivo favorito. Pero el proyecto, tras corregir las pruebas, no ha avanzado por desajustes o falta de cohesión. Y ya me están tentando desde el Ministerio de Cultura para publicarlos en una colección junto al Patronato de la Liga Nacional de Fútbol.

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