Cultura

Porque amamos a Chano

  • El canator gaditano recibió la noche del jueves el homenaje de su tierra en el Teatro Falla

"¿Por qué estamos aquí?". A golpe de abanico, mientras fuera chispea. ¿Por qué reímos con una historia mil veces repetida? La de un imposible robalo de 45 kilos, la de un, no más creíble, faro fenicio encendido que surge de las aguas de la Punta San Felipe. ¿Por qué nos emocionamos? ¿Por qué lloramos? ¿Por qué bailamos? Como baila Matilde Coral, con una rodilla de titanio, o de uranio, como él bromearía. "¿Por qué sonreímos con un poso de nostalgia? ¿Por qué dos chicas -con cara de Kathy y Jenny- compran presurosas las entradas con un trabado español? "¿Por qué estamos aquí?", vuelve a interpelar el periodista Jesús Vigorra a un teatro Falla lleno, abarrotado. "Porque amamos a Chano". No hay más. Un aplauso grande. Atronador.

El homenaje en memoria de Chano Lobato, durante la pasada noche del miércoles, comienza con el propio eco del desaparecido artista. Con su voz de cuentista, con su voz de narrador. Su voz copando un escenario sobrio, muy sobrio. Apenas ataviado con lo necesario para disfrutar del baile, el toque y el cante. Un par de sillas y un par de micrófonos a un lado y otro de las tablas. Y su imagen. Proyectada al fondo. Diciendo el cante.

Y un atril. Una tribuna donde los presentadores de la gala, Vigorra y Coral, desgranan el contenido de una cita que comienza a las nueve en punto y que se dilata hasta bien entrada la medianoche. Un pequeño espacio reservado para la palabra, para los recuerdos. Coral, compañera profesional de Chano durante tantísimos años, no puede reprimir la emoción. "Le doy gracias a Dios por haberme hecho feliz al poder compartir mi baile con su cante", se congratula envuelta en un hermoso mantón.

De nuevo, su voz. La voz, esta vez, de cantaor. Suena el tío Chano por bulerías. "Una grabación inédita cedida por Jaime Luque", anuncia Vigorra. Jaime Luque, el amigo montillano que entrevistó, pocos meses antes de su muerte, al intérprete. El que ahora contempla desde su palco, acompañado de su esposa Carmen, el espectáculo.

¡Cómo emociona su cante! Un cante sólo adornado por unas palmas y la guitarra, brillante, de Manuel Domínguez. Un cante hecho Cádiz, hecho jirones de gracia, de tirititrán, de maestría. Su garganta suena poderosa y joven. Palmas y más palmas en el auditorio.

Matilde y Jesús anuncian la primera tanda de cantaores que participan en la gala organizada a dos bandas entre la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco y el Ayuntamiento de Cádiz, con la colaboración de Diputación.

Antonio Reyes, Encarna Anillo, Felipe Scapachini y Carmen de la Jara. Dos jóvenes consolidados y dos artistas veteranos. Se suceden en una y otra banda. Dos cantes por intérprete. Dos ofrendas, pregonadas con veneración, al patrón de los cantes de Cádiz.

"¡Guapo, guapísimo!", trina buena parte del Falla a la entrada del chiclanero. Antonio Reyes demuestra que sí es oro todo lo que reluce con una serie de tangos de categoría. Escoltado al toque por el maestro Antonio Higuero, Reyes pasea el estilo por diferentes aires atreviéndose, incluso, a encajar un fandango en la cadencia del tango. Canta con gusto y señorío. Se despide con una buena tanda de bulerías igual de lucidas.

Sale Antonio. Entra Encarna. Encarna Anillo por alegrías. La gaditana se recrea en su sello personal con una elevada interpretación, potenciada por sus maneras arrojadas. Dramática y profunda, Encarna da muestras de la amplia gama de colores que maneja su garganta. También decide concluir por bulerías, decoradas con un poco de baile, y versionando el bolero Voy a perder la cabeza por tu amor.

Sale Encarna. Entra Felipe. Scapachini, uno de los mejores intérpretes de la malagueña y de las alegrías de nuestra tierra, hace gala de su maestría en estos estilos. Abre la boca y suena Cádiz. Cavernoso, hiriente, en la malagueña. Rítmico, con sal, en las alegrías. Buena actuación. Sentido pero contenido. Felipe concluye, y se vuelve para presentar sus respetos a la imagen de Chano.

Sale Felipe. Entra Carmen. Carmen de la Jara pone su cante, siempre a caballo entre una orilla y otra del Atlántico, al servicio de la colombiana. Suave y bonita, los sones más indios se revuelcan con el flamenco para preñar de dulzura la noche. Bulerías con aire añejo. Diego Montoya, uno de los palmeros, las remata con su baile de ange.

Los presentadores retornan al escenario. Matilde, que está sembrá durante toda la gala, pide un aplauso para el poco agradecido trabajo de atrás, el de palmeros y acompañantes. Sabia Matilde.

El baile entra en juego con una emocionante escena. Juan José Jaén El Junco presenta unas alegrías que salen de la voz del homenajeado. Un montaje donde el baile de El Junco se aparece reposado y hermoso. Una danza elegante, resuelta al compás y ensalzada con la conmoción de escuchar a Lobato.

Y con el corazón aún tocado, llega uno de los momentos más tiernos de la noche. "¿Mati, tú bailarías si estuviera aquí Chano?". "Claro". "¿Qué te cantaría él? "Todo menos una caña. Cuando yo le decía, quiero bailar la caña, él me contestaba, ¿con arreos y tó?".

Pero no, esta vez no fue la voz de Chano Lobato. Matilde se colocó en el centro de las tablas, con los ojos cerrados, y el mantón abierto detrás de su espalda, tomado por sus manos extendidas. Y, a sus setenta y tantos años, Mati debuta en el Falla jalonada por el cante de Miguel Poveda, una de las sorpresas del homenaje. Como ya hiciera en Tórtola Valencia Matilde se deja acariciar por la garganta angelical del cantaor, que concluye su actuación en pie, sin micro, tras la senda de la bailaora.

Tras unas palabras de reconocimiento de Poveda a Chano, el espectáculo se reanudó con el cante de David Palomar con el toque por un enorme Rafael Rodríguez. Palomar se dolió por seguiriyas, rotundas y serias, y festejó por alegrías, sabrosas, que remata en romera, ay que se han enreao tu cabello y el mío. Preciosas. Pero David guardaba un último as en la manga, su particular homenaje a Chano de Cádiz, una letrita donde advierte que se ha quedado muda la gracia de Cádiz. Simpática letra.

La gala llega a sus postrimerías con cante grande. El de Juan Villar. Con el toque de Niño Jero, también acertadísimo, el cantaor, único en su especie, se lanza apasionado, afillado, a la soleá. Un estilo marcado por sus palillos, su compás, y el sabor de la guitarra de Jero. Igual suerte les depara las bulerías, con letras que son ya parte de la historia de nuestro flamenco.

Y de la exaltación, un magistral giro a la gracia. Nano de Jerez, que se supone que salía solamente para decir unas palabritas, acaba convencido por el público: Hay que meter fuego a la cosa. El Bombero.

Mariana Cornejo pone el punto y final con unas alegrías y un hermoso tanguillo en memoria de Chano, con letra del periodista Javier Osuna. El fin de fiesta no es de los que se recordarán. Un tanguillo. Solo. Los duros antiguos. No hubo más. Quizás tampoco había más ganas. Planea la sombra alargada del vacío. Porque amamos a Chano.

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