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"De alguna forma, mi vida también ha estado relacionada con la violencia"

  • Con su segunda novela, 'Villa en Fort-Liberté', el autor gaditano invita al lector a un viaje por un país entre ruinas y descabezado, Haití, donde un hombre intentará reconstruir su vida.

El escritor gaditano Eduardo Flores.

El escritor gaditano Eduardo Flores. / R.D

"De todo lo que he hecho en mi vida, y he hecho bastante cosas, lo que más me ha hecho infinitamente feliz es escribir". Eduardo Flores (Cádiz, 1981) ha "sudado", se ha "peleado mucho" consigo mismo y ha sido "feliz", y ha hecho feliz a sus lectores (y eso no lo dice el escritor), con Villa en Fort-Liberté, su última novela tras su debut en el género con Una ciudad en la que nunca llueve (2013).

Y es que Flores -que sí que ha hecho muchas cosas: soldado, estibador portuario, profesional de seguridad privada en África...- se siente pleno cuando destila de sus experiencias y obsesiones el elemento secreto de esa argamasa con la que construye sus proyectos novelísticos. Esta vez, los cinco meses y medio en los que vivió en Haití -"yo ya conocía lugares horribles pero en Haití creo que toqué el culo de un vaso y contraje algo que se me pegó ahí, dentro de mí", confiesa- le obligan a colocar a Chilo, el protagonista de Villa en Fort-Liberté, y a los personajes con los que se irá cruzando a lo largo de las 580 páginas de la novela, en un lugar entre ruinas, descabezado.

Y justo en ese entorno destruido Chilo, "un hombre que es el producto de toda una vida muy ligada a la violencia", define su creador, intenta reconstruir su vida ante la mirada del lector que irá descubriendo su pasado, "irreversible, como es el pasado", en Cádiz. "No todo el mundo puede encontrar la paz en Manhattan, ¿no? En este caso Chilo, y por las circunstancias en las que se encuentra, piensa que es ahí, en ese pueblo, donde debe poner el freno aunque no sabe muy bien por qué", resume.

Chilo, un "hombre primitivo" pero "que se hace unas cuantas preguntas esenciales" que le sirven de excusa al autor de los blogs La muerte del suspiro y La victoria de la carne para poner en práctica "el concepto" que tiene de la novela, "de ese estilo indirecto de filosofar", dice, mientras coloca a su protagonista ante "un abanico de posibilidades que lo conducirán hacia distintas encrucijadas donde él va a tener que elegir o cree él que realmente elige...", sopesa.

Gran lector de divulgación científica "seria y poco especulativa", a la que llegó "partiendo de una búsqueda, de un referente existencial", Flores se dio cuenta "que las preguntas que planteaba la ciencia eran mucho más tranquilizadoras para el espíritu que las posibles respuestas que pudiera dar la religión", explica. Así, en esas lecturas se topa con términos como "incertidumbre, caos, sistemas complejos...", términos y conceptos que transforma en "recursos narrativos" para fundir "el poquito conocimiento científico" que pueda tener "con lo poquito de filosofía" que puede saber, valora.

Una masa madre bien condimentada con "esa especial sensibilidad hacia la violencia" que le ha acompañado desde que tiene memoria y que, de alguna forma, se agarra al corazón de esta novela que nació "como un proyecto sobre la violencia humana", recuerda. "De alguna forma, mi vida también ha estado relacionada con la violencia, o yo la he tenido siempre presente, y Villa en Fort-Liberté sí que tiene que ver con ese proyecto personal humanista, que es como yo entiendo lo que significa escribir mis cositas".

Quizás por ello, a Flores lo que de verdad le interesa del lector es que lo siga "en el viaje" que el escritor propone con sus personajes. Personajes como Chilo, "al que conocemos en Haití al final de ese viaje de su vida", como el enigmático El Francés, "uno más de los personajes y algo más que un personaje", la doctora Odette, "que viaja a Haití con una ONG, como tantas personas que tratan de hacer buenas acciones y que las dejan con el culo al aire, y que acaba en la villa", como esa otra mujer de la juventud de Chilo que marcará "un antes y un después"en su vida o como la propia figura de la mujer haitiana, con la que el autor trata el problema de la igualdad de género "que si en el primer mundo ya es grave, ni te cuento en un país de estos", asevera.

Porque en Villa en Fort-Libertè también hay espacio para analizar los problemas del pueblo haitiano y sus causas, entre ellos, la complicada relación entre Haití y República Dominicana ("vamos a ver qué pasa con los dominicanos en Haití y qué lleva ocurriendo desde hace muchísimo tiempo con los haitianos en República Dominicana, donde todavía, a día de hoy, existe la esclavitud, una esclavitud legalizada, permitida, porque aquello que vimos en la película 12 años de esclavitud, aquellas cabañas con negros hacinados, calavéricos, cortando caña en vastas extensiones de tierra, latigazos..., todo eso existe y lo vamos a encontrar en Fort-Liberté", adelanta) y la relación, "la injerencia", de Estados Unidos en Haití ("injerencia prácticamente desde la independencia del pueblo haitiano y que perdura... Sin ir más lejos en 2004 un golpe de estado propiciado por EEUU y apoyado por los marines derrocó a Jean-Bertrand Aristide", rememora).

Un libro, Villa en Fort-Libertè, "sin artificios de enganche argumental" y confeccionado con el deseo de su autor de que "el lector no pudiese dejar de leer la novela porque realmente le interese lo que está leyendo". "No quiero que los posibles lectores de esta novela quieran precipitarse hacia su final, me gustaría que viajasen con los personajes". Toda una declaración de intenciones.

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