Exposición

Viaje por los hitos y usos de la cerámica

  • El Museo acoge la muestra ‘Arcilla, agua y fuego’ en un recorrido histórico por los avances y las distintas funciones de este material desde época prehistórica

Un panel de azulejos de grandes dimensiones ubicado en el patio del Museo y en el que puede leerse: Museo Provincial de Bellas Artes da la bienvenida a la exposición Arcilla, agua y fuego, que este viernes se ha inaugurado en la pinacoteca provincial. Se trata de una pieza singular, pues probablemente algún día lució en la fachada del Museo, aunque hasta la fecha no se conocen más datos históricos ni fotografías que lo atestigüen. Así lo contaba en la inauguración de la muestra Juan Alonso de la Sierra, director de la institución provincial, en la que se acompañó del delegado territorial de Cultura, Daniel Moreno.

“Hace unos años unos alumnos -presentes también en el acto- localizaron esta pieza extraordinaria de 1927 de los talleres de Ruiz de Luna mientras ordenaban el almacén”. Una obra que también destaca por “la calidad en la ejecución y porque se personalizó para el Museo”, como puede verse en la reproducción dentro de ella de dos cuadros que consideraban emblemáticos de Murillo –que al final era de Miguel de Tovar– y una tabla flamenca, además de introducir nombres de los autores de las colecciones que atesora el Museo.Esta pieza da paso así a un viaje a través de los tiempos, avances y los usos de la cerámica que atesora la institución provincial en sus almacenes, “desde que los humanos aprendieron a modelar la arcilla”, en un montaje con sólo tres piezas de la colección permanente y que se articula en torno a dos grandes bloques: los hitos que han ido conformando la cerámica y los usos, introdujo Daniel Moreno.

Así en las primeras vitrinas que muestra Alonso de la Sierra se observa la primera etapa, con piezas elaboradas a mano “sobre todo de carácter familiar”, entre las que pueden verse piezas neolíticas decoradas y también calcolíticas o un curioso soporte de carrete fenicio. Uno de los grandes momentos para este arte fue el de la aparición del torno rápido, “que llegó con los fenicios y que perdura hasta nuestros días”, así como la incorporación del vidriado, que mejoró técnicamente los utensilios pues “proporcionó la impermebealización, lo que fue fundamental para la cerámica de mesa”. Como ejemplos se muestran bellas cerámicas griegas y también fenicias.

También destacó Alonso de la Sierra la irrupción de la cerámica china en el VIII a.C., que durante siglos anheló Occidente “enviando incluso espías” y que no se consiguió hasta el XVIII, que fue cuando se extendió por Europa una vez que se accedió al uso del caolín, que era el material que la hacía tan refinada. De esta materia se exhiben en tres columnas expositoras dos jarrones del XIX y un plato de porcelana del XVIII.En el otro bloque del circuito se exponen los diferentes usos, que van desde los rituales relacionados con ceremoniales religiosos, el mundo funerario o de iniciación al cristianismo. Así puede verse una de las pocas pilas bautismales de la provincia en este casó de origen mudéjar.

Pero la cerámica también ha estado muy vinculada al ocio, así que pueden verse desde piezas para iluminar como candiles fenicios, púnicos, romanos y medievales, además de juguetes romanos y tinajas para el almacenaje de alimentos. Entre todas hay una que tiene grabada la fecha 1646. Al igual que ahora, la cerámica era útil en el uso doméstico, encontrándola en bacines, tinteros, escupideras y en artículos de la mesa, con piezas importadas incluso de Italia del XVII y XVIII.

Por último se descubre su utilización en el ámbito de la construcción, en la que ocupó un papel importante, “tanto para construir como para decorar y como aislante”. En este apartado hay que mencionar los azulejos holandeses, pues “en Cádiz tenemos los más importantes que se conservan en la península ibérica”, por lo que en otra vitrina aparecen algunas muestras procedentes de Sevilla y Talavera de la Reina, cuando resurgieron sus fábricas. Y es que en el siglo XIX Valencia tomó la delantera en este oficio, y precisamente de esta ciudad llegó hasta una casa de Cádiz -al edificio Amaya- los cuatro impresionantes azulejos que decoraban la cocina. En ellos se reproducen casi a tamaño natural a cuatro sirvientes que sirven los distintos platos de una comida en la que tuvo que ser una casa de la alta burguesía gaditana.“Una moda que tuvo que llegar por mar”, dijo el director.

Juan Alonso de la Sierra ofreció los pormenores de la que será una de las últimas exposiciones del Museo con él al frente, pues como recordó cariñosamente Daniel Moreno, se jubila en pocas semanas, no sin antes reconocer “una labor que nos ha puesto en la vanguardia de los museos de Andalucía. Deja el listón muy alto”.

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