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música

Vanesa y el oficio de emocionar

  • La artista malagueña demuestra su "locura" por Cádiz durante más de dos horas en el primero de sus tres conciertos en el Teatro Falla

Vanesa Martín, durante un momento de su actuación inaugural en el Falla.

Vanesa Martín, durante un momento de su actuación inaugural en el Falla. / jesús marín

Nacida y criada en el calor del tú a tú, en la intimidad de las salas pequeñas donde casi puedes escuchar la respiración del público, su devoción o hartazgo, uno de los mayores logros de Vanesa Martín en su salto al gran formato ha sido saber traducir, adaptar y preservar la intimidad de esa sensación de cantar al oído. Vanesa es una artesana hábil del oficio de emocionar que si hace más de una década sólo se valía de la guitarra (o el piano) como herramienta y escudo para conjurar lo sublime, en los últimos años y, sobre todo, en esta última gira, ha hecho de su cuerpo y de sus gestos un utensilio entero que pone a disposición completa del bello y complicado arte de la empatía y la conexión.

Se mueve, sin más muleta que el micro, con soltura y naturalidad por un escenario, en este caso el del Gran Teatro Falla, que nunca es demasiado grande; se tira de la camiseta, hunde los dedos en su pelo y titilan sus ojos sin un ápice de histrionismo o impostura; y abre los brazos, levanta la cabeza, da el compás con el tacón en el momento justo, en el instante escogido previamente para la explosión y el aplauso pero, como una titiritera dueña de hilos invisibles, como una ilusionista de primer nivel, el truco no se ve, imposible rastrear la inducción para el ya hipnotizado público. Sólo queda la magia y el disfrute.

"Se me nota que Cádiz es mi debilidad", introducía. "Cádiz, Cádiz... Locura, os tengo locura", se despedía. Dos líneas de una larga carta de amor escrita con sus parlamentos y con su repertorio que "se hace corto", para sus seguidores, que así se lo hacían saber a la malagueña que en no pocas ocasiones se mostró dubitativa con la duración de la noche.

Y es que fueron dos horas de concierto a los que se sumó un cuarto de hora de propina. Y quedó aquella, y aquel se lamentó de no escuchar tal otra, "pero si canto todo me tengo que quedar 4 horas, más que Raphael, vamos", reía la artista ante el alboroto de su público que no veía problema en pasar toda la noche, si hiciera falta, escuchando ese rajo tan personal y característico de la cantautora que se crece en los quejidos, jaleados por el respetable con la misma abrupta efusividad con la que se celebra un gol.

Porque Cádiz se lo hizo saber. Materializó en aplausos e interpelaciones -algunas ciertamente almibaradas: "he tenido que venir al Falla para ver salir el sol"- lo que la autora de Munay le pidió en los albores del concierto, "demostrad ese mismo ansia que tuvistéis comprando la entrada para esta noche" recordaba, agradecidísima, cómo en apenas 20 minutos se agotaron las localidades para las tres noches que ha firmado Vanesa Martín con el Falla.

Minutos después la "fiesta" comenzaba con Nunca me conoció, uno de los temas de Munay, columna central de esta gira en la que tampoco falta una buena ración de sus éxitos anteriores. Así, Martín elaboró un repertorio sin sorpresas, siguiendo el guión de sus conciertos anteriores, donde Nunca me conoció dio paso, a renglón, mejor dicho, a pentagrama seguido, a Frenar enero; aplausos como si fuera a cerrarse la noche, saludo con declaración de amor (muy sincera, eso sí) a Cádiz y vuelta a Munay con Santo y seña e Inmunes para activar la máquina del tiempo con Cuestión de piel para cerrar el primer bloque.

Una máquina del tiempo que no estaría igual de engrasada sin la labor de Alberto Miras (dirección musical y emocionantísimo piano), Joaquín Calderón (además de consumado violinista y guitarrista un cantautor que nada tiene que envidiar a la protagonista de la noche) y José Marín (eléctrica de altos vuelo) junto al resto de los músicos. Una labor que brilló especialmente en las transiciones y engarces del popurrí (medley que se dice ahora, con Si me olvidas, Si pasa o no, Trampas, Arráncame y Polvo de hadas).

Viejos y nuevos temas cosían la noche con Vanesa suelta de manos, sentada al piano y acariciando su guitarra. De Durmiendo sola a Sucederá. De El amor no se explica al bis de Mi amante-amigo. De Déjame a mí a Ya. De Porque queremos vernos al cierre definitivo con Complicidad. En el primer concierto de los tres que Vanesa Martin le ha brindado a Cádiz dejó sitio para todo, para bailar y para escuchar, para besarse y para recordar, para repasar las lecciones del amor y algo de la pasión. Pero, sobre todo, para demostrar a su público que desea, ante todo, emocionar.

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