Arte

Testimonio de una sociedad de contrastes

En los años cincuenta, sesenta y setenta todo giraba en España a un pasado que se quería agotado y a un futuro que se ansiaba ilusionante. El presente se vivía con pasión, demasiado influenciado por las determinantes circunstancias que acontecían en torno al ayer y al mañana. Fue tiempo de mucha intensidad existencial; la sociedad, en ese momento apabullante discurrir, sin saber muy bien a qué atenerse y sin marcas referenciales que aclararan ideas, posturas y caminos a seguir, patrocinaba muchos contrastes, muchos registros identificativos que desentrañaban planteamientos transmisores de una tradición que se quería olvidar pero que, todavía, se hacía más que presente, al tiempo que competía con una modernidad que se quería definitiva y totalmente asumida. Era una España, todavía, con mucho blanco y negro, pero que conquistaba a pasos agigantados el color de una realidad que ya no tenía vuelta de hoja.

Uno de los testigos más acertados y con más argumentos para expresar la visión de tan apasionante momento existencial fue César Lucas, un fotógrafo que supo darle a esas instantáneas que permite lo circundante un aire mucho más trascendente que lo que la mirada alcanza.

César Lucas nació, en 1941, en el pueblo de Cantiveros, provincia de Ávila. Muy joven comenzó a colaborar en la agencia Europa Press y ya empezó a dar muestras de saber captar lo que verdaderamente interesaba en aquella España, todavía, con muchos claroscuros. Fueron unos años en los que el mundo del cine centró la atención de su fotografía. Por el objetivo de su cámara vio a los mejores que llegaban a rodar a aquel país de contrastes y con muchos buenos encuadres para servir de exteriores a las películas, sobre todo, americanas. Fue fotógrafo del diario Pueblo, aquel medio que oscilaba entre los resabios de un pasado desesperante y un mañana de novedosas circunstancias. Con la muerte de Franco como punto de inflexión de una sociedad ya sabiendo lo que quería, fue El País, el nuevo rotativo que nacía con la mayor y la mejor vocación de futuro, el que permitió a César Lucas mostrar su talento como ilustrador de aquella sociedad que se levantaba a las más esperanzadoras expectativas. Novedades existenciales que, entre otras cosas, se hicieron presentes en las imágenes de desnudos. En el imaginario español se encuentran las portadas de Interviú, aquella revista que, además, de informar con precisión y rigor permitía importantes y espectaculares reportajes protagonizados por las más bellas y significativas mujeres del momento. La imagen de una Pepa Flores desnuda es todo un icono de aquellos años. César Lucas realizó una gran colección de aquellas portadas y reportajes donde, con una calidad artística extraordinaria, se nos ofrecían los desnudos más codiciados de una España que ya estaba cambiando apreciablemente.

La exposición de César Lucas en el palacio de la Diputación gaditana nos permite encontrarnos con el testimonio real y bello de una sociedad española que ha oscilado, sin solución de continuidad y en poco tiempo, de un blanco y negro descorazonador a un inquietante horizonte lleno de diáfanas perspectivas. De los dos momentos, César Lucas ha sido espectacular y sabio transmisor de cuantos sucesos han acontecido para llenar de justa realidad una historia apasionante. El cine y sus actores, los de siempre, los clásicos antiguos y los clásicos modernos; los políticos y el paisaje de la política; la sociedad, sus hombres y mujeres, han sido protagonistas de una fotografía que testimonia una sociedad con infinitos contrastes.

Estamos ante una espléndida exposición que nos conduce por parte de esa existencia de la que nosotros hemos sido testigo y la fotografía de César Lucas ha hecho eterna.

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