Cultura

La presentación de 'Los Sucesos de Casas Viejas' abarrota el Teatro de Benalup

  • Al autor, Salustiano Gutiérrez Baena, el libro le ha supuesto varios años de estudio y entrevistas

José González, Salustiano Gutiérrez y José Luis Gutiérrez.

José González, Salustiano Gutiérrez y José Luis Gutiérrez. / o.l.

La presentación del libro Los Sucesos de Casas Viejas - Crónica de una derrota del escritor Salustiano Gutiérrez Baena se convirtió en un acto multitudinario con una asistencia que abarrotó el aforo del Teatro Municipal de Benalup, desbordando el aforo de la sala (350 butacas), al punto que otro medio centenar de personas siguió el evento en pie. Salustiano Gutiérrez Baena, ejerce como profesor de Historia en el Instituto de Enseñanza Secundaria Casas Viejas y lleva largos años afincado en el municipio, adonde llegó de su Granada natal, habiendo publicado numerosos artículos y trabajos relacionados con la historia, la geografía y las tradiciones antropológicas de Benalup. El escritor estuvo acompañado en la presentación por su editor, Francisco Sánchez Mazo, de Editorial Beceuve; el profesor José González Benítez; y el historiador José Luis Gutiérrez Molina.

Según explicó el autor del volumen, Los Sucesos de Casas Viejas - Crónica de una derrota le ha supuesto varios años de estudio, de entrevistas personales y de recogida de informaciones de toda índole, que posteriormente verificó y cruzó con fuentes documentales.

El resultado de ese compromiso dista mucho de ser un compendio árido, para convertirse en un ameno aunque riguroso instrumento, para conocer el punto de vista de personas a quienes vínculos familiares o vivencias diversas acabaron implicando, tanto en los hechos acaecidos en 1933, como durante el desarrollo de la vida en Benalup hasta la década de 1950.

Gutiérrez consideró que "el mayor culpable de aquellos sucesos y la posterior evolución de los hechos fue un escenario de terrible injusticia social", con las tierras tremendamente mal repartidas y concentradas en manos de unos pocos, mientras a la mayoría sólo le quedaba como única pertenencia una gorra raída para saludar y destocarse al paso de señoritos y caciques.

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