Arte

Reinterpretando Lepanto

  • CY Twombly expone en el Nuevo Prado una mirada contemporánea sobre la histórica batalla, en una serie compuesta de doce lienzos de gran formato

Nacido en Lexington (USA) en 1928, Twombly es figura destacada dentro de la segunda generación del Expresionismo Abstracto Norteamericano. Compañero de Jasper Johns y Robert Rauschemberg, viaja muy joven a Europa instalándose en Italia, donde vive desde 1957. Fascinado por la cultura mediterránea, en su pintura son frecuentes las alusiones a la historia, vida y mitología del sur clásico, pero sin pretender ahora manifestar el decurso de su dilatada carrera, si conviene, en relación con esta exposición, señalar cómo en 2001 recibe la invitación por parte de Harald Szcemann para participar en la bienal de Venecia. (Szcemann, recordaran, fue así mismo el comisario de la Bienal sevillana de hace unos años).

Twombly resuelve el encargo ejecutando la serie Lepanto, doce lienzos de gran formato, que ahora se muestran en el Nuevo Prado, antes de su ubicación definitiva en el Museo Brandhorst, de Munich.

Lepanto, claro es, rememora la batalla que tuvo lugar en aquel golfo en 1571, entre la escuadra de la Santa Liga (Venecia, España y el Papado) comandada por D. Juan de Austria y la flota turca. Nadie ignora el triunfo cristiano que, si bien fuera celebrado en pinturas de Tiziano, Tintoretto, Veronés, Cambiasso…parece ser, merced a sus connotaciones, digamos, "heroico-patrióticas", difícilmente abordable desde la óptica del actual arte-oficial español. (Hay quien pueda pensar que actualizar una tal derrota del Islam, pudiera tener un tufillo "facha-contrario a la alianza de civilizaciones"). Dicho esto con las matizaciones precisas, en primer lugar hay que señalar dos valentías: la del pintor y la del director del museo madrileño. Mirada (muy norteamericana) carente de prejuicios en el primero y ánimo en el segundo de apechar con cuantas criticas se le venían encima.

Desde luego es esta una exposición que suscita opiniones muy diversas y encontradas. Puédase la primera de ellas la "inoportunidad" de exponer arte contemporáneo en una pinacoteca como El Prado. Aquí los puristas tienen razón. Pero no caen en que la arquitectura del Nuevo Prado diseñado por Rafael Moneo, alberga mejor arte actual, que arte del pasado. Lo que se dispone a ver el espectador coetáneo cuando ingresa en un museo como El Prado, apenas tiene nada que ver con su experiencia visual cotidiana. Por ello necesita de una arquitectura que le vaya introduciendo en ese mundo ajeno, misterioso y mudo del arte anterior a nuestra época. Sin tener en cuenta esta gradación visual y anímica, Moneo sitúa al espectador "in medias res", de forma que cuando accede a la sala donde se cuelga a Cy Twombly, se encuentra inmerso en un continuum entre lo que ve a diario y lo que encuentra en el Museo. Justamente lo contrario sucede cuando ese mismo visitante deambula por las otras salas, las que albergan la propia colección de El Prado.

Por su parte, el pintor norteamericano soluciona Lepanto haciendo un uso reiterativo de algunos recursos expresivos: el grafismo y el chorreón. Desde luego nada hay en su obra de recreación histórica precisa, (a fin de cuentas, formalmente, estos cuadros son Lepanto sólo porque su título así lo indica. Igual podrían haber sido Salamina o Actium…). Twombly reduce los barcos a signos muy elementales (curiosamente recuerdan a los que aparecen en las pinturas proto-históricas de la gaditana cueva de Laja Alta); el fragor, el humo, el oleaje que diluye la sangre que tiñe el mar, todo ello es sugerido por la liquidez de la pintura fluente que una y otra vez sin descanso recorre la superficie del lienzo. Esta pintura-pintura, roja, amarilla, violácea, y la consecuente importancia que el artista ofrece al cromatismo, ha servido para relacionarlo con la tradición de la pintura veneciana, tan magníficamente representada en El Prado. Tal ello sea hilar demasiado fino. De cualquier forma y para abundar en este aspecto se cuelga junto a sus cuadros uno de Velázquez, muy "veneciano" en su factura: el retrato del bufón llamado Juan de Austria: anciano embebido en las glorias militares, en cuyo fondo el maestro sevillano sugirió, con pincelada libérrima, líquida y transparente, una naumaquia, que a su vez se relaciona con otras obras de batallas: un lienzo de Frans Snayders y un grabado de Callot, también incluidos en la exposición… ¿Se cierra así el círculo sin solución de continuidad o por el contrario se fuerza su desenlace…?

Lo que si es cierto es con esta exposición de arte contemporáneo en El Prado, quiérase o no, se ha sentado un precedente, que pese a todo lo señalado, a lo mejor convendría no repetir.

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