Academias. Hernán Cortés, nuevo miembro de la Hispano Americana

Reconocimiento a un erudito del arte

  • El pintor Hernán Cortés ingresa en la Academia Hispano Americana con un discurso sobre el retrato en el que desvela la capital influencia de Cádiz en su obra

Los entresijos del retrato, sus retos y limitaciones, las exigencias técnicas y artísticas y, sobre todo, el reconocimiento de cómo una ciudad natal y unos progenitores entregados y sensibles pueden hacer despertar una vocación pictórica tan innata fueron los ejes del discurso que el pintor gaditano Hernán Cortés Moreno pronunció anoche en el Salón Regio de la Diputación Provincial, y con el que fue recibido como académico de número en la Real Academia Hispano Americana de Cádiz. El pintor, uno de los grandes retratistas de la España contemporánea, donó a la institución un cuadro con la imagen del rey Felipe VI. Su discurso fue contestado por el también gaditano José Pedro Pérez-Llorca Rodrigo, presidente del Patronato del Museo del Prado.

"A menudo me preguntan cómo me enfrento a un retrato, y les adelanto que es una pregunta que no tiene fácil respuesta. Procuro distanciarme y evitar los condicionamientos afectivos para que la humanidad del modelo aflore de forma natural con sus contradicciones. Desde esta perspectiva lo que intento, ya lo he dicho aquí, es no olvidar al ser humano que subyace tras el personaje público".

Con esta declaración de principios casi concluía Hernán Cortés su discurso de ingreso en la centenaria academia gaditana, que tituló Reflexiones y sensaciones ante un retrato de Felipe VI (Con Cádiz de fondo). Auténtico erudito del arte, genuino representante de un Cádiz culto, de mirada abierta y de horizonte cosmopolita, el pintor retratista, que agradeció profundamente a la academia el nombramiento, se dibujó ayer a sí mismo como un humanista confeso y, con envidiable humildad, un hijo de su tiempo y un artista moldeado en su infancia y juventud por un Cádiz luminoso y por unos padres atentos a las necesidades de su hijo.

El pintor echó mano de su homónimo el conquistador, que se confesó incapaz de expresar con palabras las maravillas que había contemplado en el entonces nuevo mundo, para reconocerse también limitado en el uso de la palabra -torpe relator, se definió-, al tiempo que sí reconoció ser un hombre "con capacidad de asombro" que "trata de expresarlo por medio del arte". Un erudito artístico que, enseguida, reconoce la influencia de sus natales raíces: "Despertar al mundo en la intensidad de su luz [Cádiz], entre la belleza de sus playas y la calidez de su gente, es un privilegio que se deposita en lo más profundo del alma. Conocí Cádiz y su litoral de la mano de mi padre, Antonio Cortés Sabariego, cuyas cenizas están esparcidas en las aguas de la Bahía desde hace ya nueve años. De su mano, el aprendizaje me permitió asociar enseguida nuestro paisaje con el arte, y más tarde sus elementos habrían de aflorar en mi manera de ver y concebir la pintura".

Más adelante, al profundizar en esa influencia geográfica y paterna, con un recuerdo para los cultos amigos que visitaban con frecuencia el hogar familiar, también expresó su agradecimiento a la influencia materna, en un ejemplar equilibrio de dedicación y ternura que acabaron por conformar al excelso pintor de que disfruta el arte español: "Ya he dicho que nací para la pintura en esta bella ciudad de Cádiz. Si a su luz debo mi inspiración primera, a la cálida presencia de mi madre, la vocación que me ha permitido desarrollar mis capacidades artísticas. Quiero recordarla en esta ocasión solemne y tan emotiva para mí, junto a mi padre, pues ella me inculcó el amor a la pintura, y a la edad de seis años me regaló mi primera caja de colores y una paleta que aún conservo en mi estudio". Incluso recordó algunos retratos que, en su niñez, realizó a sus padres y hermanos cuando les pillaba "desprevenidos o ensimismados". Y también una primera producción pictórica en la que, cómo no, Cádiz y sus vistas cobraron protagonismo artístico. Aquellos primeros retratos, dijo, le permitieron descubrir que "lo fundamental estribaba en unos cuantos rasgos esenciales".

Hablar de lo retos y límites que a un pintor le plantea el retrato, llevó a Hernán Cortés a desgranar todo aquello que puede esconder la imagen de una persona, sus exigencias pictóricas y cómo éstas pueden verse influidas, o no, por el propio encargo. La relación entre el pintor y su modelo, la libertad creativa del artista, el impacto que el cuadro puede producir en el espectador y también las posibles desavenencias que el resultado final de la obra puede producir en el personaje y sus allegados fueron objeto de cita por el pintor gaditano, que reconoció así la complejidad de su arte y los riesgos que puede llegar a asumir el artista cuando dibuja a su personaje. El resultado final debe responder a una fórmula de complejo equilibrio: "El retrato requiere, en definitiva, un acuerdo entre retratado, pintor y espectador. Si se halaga al retratado, puede que quede contento, pero puede también que no responda a las expectativas del espectador. Si se cargan en exceso las tintas sobre el personaje retratado, puede que divierta a algunos espectadores, pero no será veraz por demasiado tendencioso. Por último, si el retratado no se reconoce en la obra, ésta también se resentirá. El retrato es el género dialogante por excelencia. Todo debe discurrir como en una conversación amistosa, donde se debe dar la opinión sincera sin ahogar la voz de los demás".

Pero en el fondo de su obra pictórica está el hombre, el protagonista de la historia y del retrato, el protagonista de la historia de la pintura y del arte. En un discurso en el que Cortés defendió con convencimiento "la vigencia del retrato", también enarboló la figura de un humanismo artístico y pleno: "Al retratar a la persona, los viejos atributos laudatorios parecen fuera de lugar, incluso ridículos, y conviene no perder de vista al ser humano, demasiado humano, que siempre subyace. Por ello, probablemente el lugar que ocupa la persona en el espacio del cuadro ya no es el mismo. Sin embargo, la visión desconfiada del hombre que hoy impera no nos debería llevar a desterrarlo de la pintura, pues sería terriblemente empobrecedor". Para Hernán Cortés, "el dibujo de la imagen humana que soporta el paso del tiempo impregna nuestro inconsciente colectivo".

El director de la Real Academia Hispano Americana, Manuel Bustos, fue el encargado de cerrar el acto, tras la laudatio de Pérez-Llorca, en el que agradeció el discurso de Hernán Cortés y valoró su incorporación a la institución como académico de número: "Su presencia honra a nuestra corporación. Un gaditano ilustre, el hombre que ha elevado el retrato a la categoría de obra maestra, no puede quedar fuera de nuestra institución". En el cierre del curso de la academia, Manuel Bustos, que anunció el nombramiento del editor José Joly como académico de honor, repasó los actos del curso y destacó el ciclo de homenaje a Cervantes y la próxima y activa presencia de la institución en el Tricentenario de la Casa de Contratación.

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