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Cultura

Portishead reina en Primavera Sound

  • El grupo de Briston vence y convence en un evento con un altísimo nivel y muy pocas decepciones

Esperaremos siempre discos de Rufus, Tachenko y Dinosaur Jr. Seguro que no estaremos tan pendientes de las próximas entregas, si las hubiere, de Vampire Weekend y, ni mucho menos, de MGMT, poco más que una broma, aunque de buen gusto. Conclusiones clásicas post-festival: los de siempre suelen estar a la altura, y lo nuevo hay que examinarlo con lupa porque se cuela mucho microbio. No ha lugar para el timo con Tarántula, trío que recupera certeramente el espíritu de los grupos más transgresores de la movida madrileña y que son relevados en el mismo escenario por el furibundo guitarreo de Eric's trip. Entre medias, el pop de laboratorio de los alemanes The Notwist actúa como digestivo ante tantas emociones fuertes. Como las proporcionadas por Public Enemy, quienes, junto a De la Soul -que actuan más tarde- se encargarán de poner en jaque los prejuicios con los que muchos siguen acercándose al hip-hop. Se ve que hay calidad.

Y se ve que hay personalidad. Sonido propio. Identidad. Son Portishead. Han vuelto para poner de relieve que, gusten más o menos, el trono de la música popular de los noventa está ocupado por ellos en buena armonía con la islandesa Björk. Es lo que hay. Lo demás fue, con más o menos matices, rock. Y el rock ya existía de antes. Portishead ignoran su segundo disco, pero no vacilan a la audiencia y entregan celebradas versiones de Mysterons o Glory box. De Third brilla por encima de todas Machine gun. Repiten recital el viernes, en el Auditorio, comparecencia que siempre se recordará por una pacífica y festiva invasión de escenario alentada por el propio grupo. Impecables.

Ese segundo día, lo abre una debutante con un temple a toda prueba, Russian Red, el alias de Lourdes Hernández. Despejando todas las dudas, su voz y sus canciones asombran a un público que, lealmente, acude bien temprano a ovacionar a este infrecuente talento.

Puestos a hablar de pulcritud, hay que señalar a un Nick Lowe en posesión de una ortodoxia embelesadora: Si existe un canon de la canción pop-rock de querencia americana, el caballero de pelo blanco es garante del mismo. No es cuestión de que la actuación del inglés marcara de manera decisiva esta edición del PS, pero sí se puede afirmar que, sin proponérselo, nos grabó en la cabeza una especie de pauta, de modelo de rock medido y templado. Por ejemplo, el escenario principal comenzaba a vivir grandes momentos, más cerca de ese canon, de la mano de unos afortunadísimos The Sonics con su seminal rock garajero, o, decididamente, más lejos, con unos Devo que, dicho sea de paso, no poseen la facultad de sorprender dos años consecutivos (muchos los vieron en SONAR y/o FIB en 2007). Con la referencia de Lowe presente, salieron ganando los excesos de Tim Harrington, el genial líder de los Savy Fav. El barbudo vocalista, embutido en una colorista lycra, se pasó medio concierto correteando entre un público sobrepasado, compuesto tanto por fans de su lúdico hard-core como por exiliados de última hora de la petulancia de Tindersticks. Fue casi el remate de un sábado que, a esas alturas, se había prodigado en momentos memorables, como el imponente directo de Madee, los contrastes entre la electricidad de Dinosaur Jr. y Shellac y la atmósfera mágica creada por Young Marble Giants, o la arrolladora puesta en escena de Omega, la mítica obra perpetrada por Lagartija Nick y Enrique Morente. Por la tarde, unos Okkervil River que no estuvieron al nivel esperado, sino que lo superaron con creces, se apuntaron el concierto más completo de todo el festival.

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