CINE

Política americana en solfa

  • Kevin Costner relanza su carrera protagonizando y produciendo 'El último voto'

Kevin Costner sigue intentándolo. Convertido en los años 80 en el sucesor de Gary Cooper, si hemos de creer en lo que decían entonces las gacetillas de cine, su carrera se malogró con el fiasco de Waterworld, una megalómana película auspiciada por él que fracasó en taquilla y atrajo las excesivas iras de gran parte de la prensa, que la tomó con él de una manera cruel. Hasta el aciago día de esta película de aventuras acuáticas postnucleares, Costner se había afianzado como un seguro valor de Hollywood. Su presencia en blockbusters como Los intocables, su ambición de director saldada con el éxito de los Oscars en Bailando con lobos y su compromiso que le llevó a protagonizar la conspiratoria JFK le auguraban mejor futuro. Pero Waterworld evaporó sus acciones en un mercado tan cambiante como el del cine y desde entonces el actor es pobre pero honrado. Ha mantenido una carrera constante sin grandes éxitos ni tampoco grandes fracasos, pero muy lejos de lo que se barruntaba.

Como parece que últimamente se le dan bien los personajes desastrados, ha producido y protagonizado El último voto, aunque los trastos de dirigir se los ha cedido a Joshua Michael Stern. Es una comedia política que vista antes de las recientes elecciones USA podía tener más enjudia, pues su premisa argumental se ha diluido con la goleada de Obama en las urnas. El guión mira más bien a los polémicos comicios presidenciales de 2000, con el escándalo de las papeletas mariposa de Florida y el mundo esperando semanas para saber quién era el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

En esta película Kevin Costner es un pasota que sólo vive para la cerveza y para matar el tiempo papando moscas. Su único contacto con la realidad es su hija de 12 años (Madeline Carroll), una precoz niña. A pesar de ello decide cumplir con su deber cívico e ir a votar en las presidenciales donde se ven las caras el presidente en ejercicio (Kelsey Grammer, el inolvidable Frasier televisivo) y el candidato demócrata (Dennis Hopper, quién lo diría, de rebelde sesentero ha pasado a aspirar a la Casa Blanca). Cuando va a echar el voto hay un problema y no puede hacerlo, pero se inscribe para ejercerlo en los próximos días según la ley del estado. Para su sorpresa, se convierte en la persona fundamental para decidir el resultado, pues se ha producido un empate entre los dos candidatos. Aquel a quien apoye en las urnas será presidente. Como es obvio, ambos equipos de campaña, el demócrata liderado por Nathan Lane y el republicano dirigido por Stanley Tucci están dispuestos a hacer lo que sea para que el voto caiga de su lado, lo que hace de este hombre que no se complicaba la vida por nada en el más solicitado del planeta.

El film hace así sátira del complicado sistema electoral estadounidense, que no se unifica ni a la de tres a la vez que pretende relanzar la carrera de Costner como comediante. Desde luego, no ha dudado como productor en rodearse de un reparto potente para dar más lustre al producto. Esperemos no le haga demasiada sombra.

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