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Cultura

Un Pobre de mí triunfalista

  • El diestro de La Puebla corta una oreja en la faena de mayor calado artístico · El Juli y Perera, a hombros en una Puerta Grande excesivamente holgada

GANADERÍA: Corrida de Núñez del Cuvillo, en conjunto mal presentada. En juego, tuvo un nivel aceptable. El mejor para el torero en la muleta, el primero, noble y con calidad. El sexto, también con calidad, acusó un par de encontronazos contra las tablas. TOREROS: José Antonio 'Morante de la Puebla, de pizarra y oro. Casi entera (oreja tras aviso). En el cuarto, media defectuosa (saludos). Julián López 'El Juli', de azul y oro. Estoconazo (saludos). En el quinto, media (dos orejas). Miguel Ángel Perera, de azul y oro. Entera (oreja). En el sexto, estocada (oreja). Incidencias: Plaza de toros de Pamplona. Última de la Feria del Toro. No hay billetes. En cuadrillas, destacó en la brega Rafael Cuesta en el primer toro y Juan Sierra saludó tras parear al sexto. El Juli y Miguel Ángel Perera salieron en hombros.

La última corrida de los Sanfermines, una de las de mayor expectación, fue una de las peor presentadas y se vivió de manera triunfalista, con un sin fin de trofeos, de apenas entidad para una plaza de primera categoría. Se vivió el toreo en tres versiones distintas: naturalidad de José Antonio Morante de la Puebla, técnica a cargo de Julián López El Juli y firmeza de Miguel Ángel Perera. Los dos últimos salieron en hombros en la última de los Sanfermines; si bien el primero fue quien dejó más huella en lo artístico. Fue un Pobre de mí triunfalista.

Morante, que retornaba a Pamplona tras ocho años de ausencia, derrochó torería, especialmente en el toro que abrió plaza. Con ese colorao, con el que bregó bien Rafael Cuesta, y que fue a más, Morante se marcó un par de ceñidas y bien compuestas chicuelinas. Con la franela en la mano, la faena estuvo presidida por la naturalidad. Es increíble la transformación de este torero, que ha ido despojándose de su piel barroca y que cada día impresiona más por su espontaneidad y sencillez en las suertes. Lo mejor llegó con la diestra, el pitón por el que embestía el toro con más entrega. Los muletazos esuvieron bañados de temple y gracia. Excelente, un pase de pecho. Un trasteo salpicado que rezumó alegrías gallistas, como muletazos por alto y algún molinete invertido -el molinete primigenio-. Una labor tintada de su peculiar tauromaquia, con preciosas trincherillas y un inspirado cambio de mano por delante. Mató de estocada casi entera y consiguió el trofeo de mayor entidad.

En el cuarto toro, sin recorrido, Morante se entregó en un trasteo con series muy cortas, que no llegó a romper por la escasa entrega del toro y en el que brilló a la verónica.

Julián López El Juli tuvo como virtud la prontitud de dar inmediatamente con la distancia exacta y los terrenos que precisaba cada toro. Saltó su primero, con clase, pero descoordinado, y fue devuelto con la contrariedad del matador. En su lugar, como sobrero, pisó el ruedo un toro del mismo hierro, noblón, flojo y soso. El Juli realizó una labor seria, aunque sin un nivel alto. Con el quinto, sin franqueza, volvió a mostrarse solvente en un trasteo meritorio por ambos pitones, en el que consiguió muletazos de mano baja. Cabeza privilegiada y temple para ir alargando las embestidas del animal. Media en lo alto. Le concedieron dos orejas; la segunda, como premio excesivo. Con ambos toros estuvo seguro y soberbio con la espada; algo esencial si se quiere conseguir trofeos; y más en esta plaza.

Miguel Ángel Perera sólo contó con un cartucho, ya que su segundo, con calidad, acusó dos encontronazos enormes contra un burladero desde el que le llamaron los banderilleros, y se echó en varias ocasiones. Con su primero, un animal manejable, con la molestia de un ligero punteo, se mostró muy firme. Con el capote brilló en un quite por tafalleras. En la faena reinó el temple. Comenzó en los medios, con tres muletazos escalofriantes por la espalda, molestado por el viento. En la primera parte, en la distancia larga, dibujó naturales largos y profundos. El toro se apagó pronto y el resto fue un alarde en cercanías.

El personal, en una feria en la que se han concedido muchas orejas de escaso valor, solicitó un trofeo en el último para Miguel Ángel Perera. Sería para que no se sintiera solo El Juli en su salida en hombros. Porque el sexto toro, con clase, quedó noqueado un par de veces como un púgil perdedor, al estrellarse contra un burladero, al que acudió por la llamada de los banderilleros. El animal se echó en un par de ocasiones durante un trasteo en el que Perera perseveró por mantenerlo en pie. Mató al primer envite y, lo escrito, trofeo generoso.

La escena final puede dar lugar a equívocos: salida en hombros de El Juli y Perera y a pie por parte de Morante, aunque quien acarició las telas para un toreo, en el que brilló la naturalidad, fue el diestro de La Puebla.

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