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Cultura

Pintura convencida y convincente

PEPE BASTO. Sala de Exposiciones del Castillo de Luna. Rota

Uno de los artistas con más oficio de cuantos componen la historia reciente de la pintura de Jerez es Pepe Basto, autor de una pintura figurativa inconfundible, muy bien configurada, con un domino aplastante de la técnica y un desarrollo pictórico que revela los principios acertadísimos de una representación que el pintor sabe cómo llevarla a cabo y cómo organizarla plásticamente para que desarrolle su sentido más amplio.

La exposición roteña -Pepe tiene a la población gaditana como a su segunda tierra, donde vivió y donde pasa temporadas- nos plantea parte del ideario estético del pintor: sus paisajes camperos, aquellos otros conformados desde variadas posiciones estéticas, plásticas y visuales; me interesan, sobre todo, los que presentan una perspectiva cenital o aquellos otros cargados de situaciones pararreales y a los que el autor jerezano sabe dotarlos de su íntima particularidad; asimismo aquellos otros con las marismas y los paisajes costeros de tan especiales situaciones plásticas y formales; también, sus viñas, sus cepas, sus trabajos en una tierra de albariza que Pepe Basto domina absolutamente hasta parecer unos elementos cromáticos y formales más de su paleta y de su estamento creativo; en definitiva, la traslación acertada de una realidad que el artista sabe darle una consideración contundentemente pictórica hasta posicionarla en un estamento representativo muy bien cuidado y que, en las obras de mayor tamaño, alcanzan cotas de máximo rigor creativo, absoluta potestad plástica y suma contundencia artística.

La pintura figurativa de género, como ésta que nos ocupa expuesta en el roteño Castillo de Luna, ha tenido, desde siempre, un problema manifiesto: su excesiva repetición; lo que supone que hasta ella lleguen muchos con escasa preparación y con mínimas luces pictóricas. Cualquiera se siente con capacidad suficiente para asumir sus complejas circunstancias y no hacen ascos a una pintura que la convierten en pobre y con poco carácter. Si a esto se le suma que la misma es demandada por paladares poco exquisitos, este tipo de trabajos tienen un oscuro porvenir. Pepe basto, sin embargo, ofrece un trabajo de calidad, una pintura satisfecha con certeza y sabiduría, una obra que desentraña todo el espíritu de la tradición, entendido este como portador de planteamientos formales realizados con rigurosidad y precisión técnica, concediéndoles todos los valores a la luz, a la composición, a la pincelada exacta y a los seguros gestos expresivos. También, haciendo posible que el género representdo, aquí el pasaije y sus infinitas posiciones, expanda una realidad con mucho entusiasmo, interpretándose un estamento conceptual antes que trasladando lo real de forma fotográfica y con poco sentimiento.

De nuevo, nos encontramos la poderosa pintura figurativa de un artista convencido de lo que hace y que hace trsscender los valores pictóricos de siempre; unos postulados artísticos que sirven para que este tipo de argumentaciones realistas no se queden en meras situaciones epidérmicas. Pepe Basto hace que la pintura de paisaje siga teniendo vigencia y patrocine, en continente y contenido, una pintura sin tiempo y sin edad y, sobre todo, sin complejos.

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