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Cultura

Parrilla, por siempre en la Nochebuena de Jerez

  • Homenaje al gran músico que falleció en este año desde las palabras de un amigo

Cuando dentro de pocos días regresen las zambombas, Manuel Parrilla volverá a estar presente en la memoria de los jerezanos, cobrándose así la cuota de eternidad que tan justamente le corresponde en el regreso de esta entrañable celebración, que si hace años era meramente familiar hoy, por la musicalidad que añadió con su irrepetible guitarra y su compás flamenco a los añejos villancicos y romances, han trascendido aquel reducido ámbito convirtiendo a la ciudad en el marco más singular de la celebración de la Nochebuena, posiblemente en todo el ámbito de nuestra lengua.

Escribo estas líneas para aportar mi granito de arena al mejor conocimiento y reconocimiento de tan gran y singular músico y artista -una faceta no conlleva necesariamente la otra-, que físicamente se nos fue hace pocos meses, aunque su guitarra enmudeciera hace mas de cinco años. Y lo hago desde mi doble posición de amigo y productor, por este orden, aunque fuese el segundo el que nos llevó a la amistad, más justo decir hermandad, que tantos años nos mantuvo unidos y así seguirá siempre en mi recuerdo.

Lo conocí, cuando aún era él casi un niño, en aquellas reuniones flamencas que montaba Don José Cantos en el bar de Benjamín en la Rosaleda, a las que asistí en alguna que otra ocasión. Me parece estar viéndolo sentado, pulcramente trajeado de azul, con otros flamencos, en el bar Cristina esperando la hora, tal vez también la oportunidad, de trabajar esa noche. Luego marché de Jerez y volví a saludarlo en alguna que otra ocasión en Madrid, creo recordar que en Los Canasteros.

Y ya enlazo con los principios de los años ochenta, en que presenté a la Caja de Jerez la idea de Así canta nuestra tierra en Navidad y Manolo Ríos me recomendó hablase con él para la dirección musical del que creíamos sería el único volumen y resultó ser el primero de la serie. Nos cogimos tan bien el aire desde el primer momento, que nuestra colaboración sólo la rompió su cruel enfermedad. Como nos pasábamos horas hablando del trabajo que nos unía, sabía a la perfección cuanto yo perseguía y no había sugerencia a la que no correspondiese más que sobradamente, con su innata visión de artista y músico perfecto conocedor de las raíces más profundas del flamenco.

Siempre, con la sutileza y discreción que le caracterizaba, tenía a mano el mejor de los consejos, bien fuese para seleccionar o montar un tema, elegir una voz o formar el coro y, por supuesto, dar el tono y el compás que cada caso requería, desde su profundo amor y respeto a nuestra música popular, más aún si provenía de raíces jerezanas, a la que elevó con su arte a niveles nunca antes alcanzados sin más instrumentos que la guitarra; pero, claro, era la suya. Se puede comprobar revisando la discografía: la anterior no tiene nada que ver con su toque y la posterior deja muchísimo que desear, especialmente si se trata de temas sacados de la colección y cantados, o lo que sea, con mucho más despliegue de instrumental, pero absolutamente fuera del contexto popular y armónico que él les imprimía.

Tubo la inteligencia de ver la oportunidad que estas grabaciones le ofrecían y volcó, en lo que hoy es la colección de villancicos Así canta nuestra tierra en Navidad, una gran parte de su imaginación musical -porque aún tenía más- legando a la posteridad la mejor creación de deliciosas falsetas plenas de exquisito gusto, deleite para los oídos, que nunca guitarrista flamenco haya compuesto.

Esta colección, puedo decir con absoluta certeza, fue la obra que más amó en su vida y es de toda justicia que el pueblo de Jerez así se lo haya reconocido uniendo a ella su nombre, de tal forma que, como otros tantísimos temas, el Marinero Ramiré se queda cortito si no le precede su falseta ni se canta al tiempo musical que le dio.

Viene bien recordar en estas líneas otros dos trabajos suyos que merecen especial mención: el álbum Así canta Jerez a Manuel Alejandro, al que hizo, en colaboración con José María Álvarez-Beigbeder, todas las adaptaciones al flamenco -a excepción de los dos temas interpretados por Lola Flores-, después de una profusa selección del repertorio del maestro, que realizamos los tres a lo largo de tantas tardes del verano de 1991. La otra, de la que se sentía orgullosísimo, fue poner su guitarra al tema Angostillo de Germán Álvarez-Beigbeder, previamente grabado en Londres por la Royal Philarmonic Orchestra. Lo hizo en los estudios de Torresonido de Madrid, en el verano de 1990.

Con Manuel se ha ido una forma maestra de tocar la guitarra que hoy, para desgracia de los aficionados, no se le ve sucesión. Su musicalidad ha sido tristemente sustituida por una carrera, que parece olímpica, a ver quien da más cordadas por segundos. Y traigo a colación una anécdota para ilustrarlo: con él ya enfermo, se suscitó en un estudio de sonido donde grabábamos José María y yo, una discusión sobre este mismo tema de la guitarra de Parrilla y la de los actuales guitarristas "nerviosos". La cortó José María, con esa radicalidad que le es tan propia cuando de música se trata, comparando la guitarra de Manuel con una orquesta sinfónica y la de los nerviosos con una banda de cornetas y tambores.

Hasta la Semana Santa maestro, que volveremos a encontrarnos con tu Piedad y Virgen del Valle.

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