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MÚSICA

Norte y Sur de Bunbury

  • El nuevo disco del cantante aragonés apenas incluye referencias a El Puerto, pero evoca los paraísos perdidos y ensalza la casa que da nombre a 'Hellville deluxe'

"El sur es mi norte", canta Bunbury en su flamante disco, Hellville deluxe, cuyo título evoca la casa donde el artista aragonés vive casi todo el año, en la costa oeste de El Puerto de Santa María. Rimbombante manera de bautizar una residencia y una colección de canciones que proporcionan paz y controversia, amor y rencor, respectivamente, a quien fuera líder de Héroes del Silencio. Estos días miran con lupa las composiciones de Enrique Bunbury, acusado de plagio por tomar prestadas varias estrofas de dos poetas poco conocidos, Pedro Casariego y Joseba Sarrionadia. Algunos medios han crucificado al cantante, éste se ha rebelado, y en el centro de la polémica subsisten deudas pendientes. Bunbury levanta pasiones, cariños y desdenes. Y el nuevo disco, con el que rompe su silencio de cuatro años en estudio, no iba a ser menos.

Al Ayuntamiento portuense le ha faltado tiempo para apuntarse un tanto chovinista y días pasados emitió una nota de prensa oficial destacando la vinculación del disco de Bunbury con El Puerto, En realidad, realizando un somero comentario de texto, no tan a fondo como los malvados que quieren pillar al artista en renuncios, se advierte al menos una pieza con referencias a la actual vida del cantante. El tema Bujías para el dolor habla del Sur como Norte del autor, de hecho Bunbury destaca que el germen del disco es la vuelta a casa, y al comienzo del estribillo canta con vehemencia e insistencia: "Virgen del Carmen, Patrona del Mar, paraíso perdido en algún lugar". Con un poco de imaginación, hete aquí un guiño a su refugio vital de El Puerto. Una huerta en El Puerto.

Bunbury agradece el anonimato que le confiere su estancia en El Puerto, donde acude a veces al cine, a algún concierto o a casa de amigos como el productor Paco Loco, otro músico a quien el amor le condujo a la ciudad ribereña. Precisamente, Bunbury confiesa en la revista Rolling Stone que los días de grabación del disco compartido con Nacho Vegas en el estudio de Paco Loco fueron decisivos en su futuro inmediato. "Ya conocía El Puerto desde el año 86, con motivo de las giras. Pero coincidió que me enamoré y que conocí al promotor Nacho Royo, con quien aprovechaba siempre para bajar al Sur. Pero los días con Nacho Vegas me dije: Si en dos meses encuentro una casa, me quedo definitivamente". La encontró, y la llamó Hellville Deluxe, algo así como la Villa del Infierno De Lujo. Del cielo celeste portuense al infierno de la polémica, el disco viene cargadito.

"Nueva inspiración literaria en las canciones de Bunbury". Así titulaba esta semana el diario El País el siguiente capítulo de las desavenencias del artista con la prensa. Bunbury dejó plantadas a varias televisiones al conocer que le iban a preguntar sobre la controversia, atacó a periodistas, se expuso y lo pagó caro. Dos ejemplos de presuntos casos de "copiar y pegar". El más evidente parece el que ha causado más conmoción en el mundillo artístico. Bunbury se apropió, como hacen muchos autores de canciones, de unas estrofas de Casariego que titulan y dan cuerpo a la canción que abre el disco: El hombre delgado que no flaqueará jamás. El poeta Casariego, ya fallecido, presumía de tal condición, la expresión fue pilar fundamental de su existencia, según sus familiares, que han criticado con dureza a Bunbury. En defensa propia, el cantante ha echado mano de Dylan o Sabina, que han escrito muchas letras bajo la inspiración de otros autores. La polémica no tiene fondo. Ambas partes guardan parte de razón. Bunbury hubiera contentado a los Casariego con una disculpa o referencia en el disco, pero se mantuvo en sus trece. Alguien, por otra parte, se está cobrando pasadas cuitas, a tenor de la violencia con que atacan al cantante. Crucificado sin piedad. Por contra, ningún rockero ha denunciado a literatos o guionistas de cine o poetas o artistas de cualquier hechura que han tomado prestadas letras o lemas de la música popular que se han consagrado en obras literarias. Mil ejemplos se podrían citar. Basta uno: nadie cita a Ian Dury cuando apela al tópico de "sexo, drogas y roncanrol". En pleno maremágnum, silencio en la sala. Sólo algunos compañeros de Bunbury han acudido en su defensa, tal fue el caso de Carlos Goñi, a la sazón Revólver, que abunda en las múltiples influencias que recibe un autor de canciones a lo largo de su carrera. Pero la bola sigue, Bunbury dice que "una cosa es un plagio y otra muy distinta dos frases".

La otra noche, en el programa de Buenafuente, Bunbury puso sobre la mesa la poesía de Bob Dylan, auténtico mago a la hora de hacerse con ideas ajenas y batirlas en su coctelera mental, mediante el método esponja. Enrique recordó las millones de influencias que Dylan incluye en sus canciones sin mencionar a autores ni caer en licencias de autor. Se trata de escritura automática, o así, aunque en el caso de músicas Dylan ha llegado a confesar, sin rubor, que ha robado melodías a cantantes poco conocidos. En la primera entrevista que Bob concedió en 1962 ya hablaba de canciones atrapadas al vuelo. Que tire la primera piedra... La historia no tiene fin. Pero "el hombre delgado", que curiosamente también emplea Dylan en una pieza del 65, ha supuesto la cruz para el cantante. Ya dicen por ahí que a Bunbury le perseguirá la palabra plagio de por vida. Sin embargo, nadie recuerda, por mentar otro ejemplo, que la Macarena de Los del Río se basó en un tema de Bananarama y que el dúo sevillano tuvo que alcanzar un acuerdo financiero con la discográfica del grupo británico. Para sellar bocas. La música era clavadita.

Musicalmente, el nuevo disco de Bunbury adopta formas y actitudes de anteriores trabajos, la vuelta al rock clásico de Flamingos y el gusto por lo fronterizo de El viaje a ninguna parte, el anterior álbum en estudio, que por cierto guarda similitud con algo, ¿no le suena? Si nos ponemos a buscar paralelismos, nadie quedaría a salvo. Pero Bunbury no eligió una estrofa archiconocida, ni un gesto a modo de tributo, sino que pilló la frase al vuelo y la frase fue su cruz. No habría que darle más vueltas y escuchar el disco, pleno de melancolía, dudas existenciales, declaraciones de intenciones, guitarras y la voz serpenteante del cantante maño. En el aspecto puramente artístico, quienes asistieron al concierto de Quique González en El Puerto, meses atrás, jamás olvidarán cuando Bunbury subió al escenario para acompañar a su amigo en Pequeño rocanrol. Memorable. Hellville deluxe, de acuerdo con la personalidad influenciable y peculiar del artista, contiene ecos de sus pasos anteriores con Nacho Vegas y un tono de madurez y reflexión evidentes. Más allá de los cuarenta, en la encrucijada del amor propio y ajeno, Bunbury parece más reposado y clásico. Con un punto vacilón, siempre presente, que toca las castañuelas estilo spanish stroll de Mink Deville, quien a su vez tomó la idea de alguien anterior, que a su vez se inspiró en otros artistas, y así hasta el infinito.

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