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Cultura

Julio de la Rosa disecciona la tristeza y el amor en la Supersonic

  • El artista jerezano presentó su último trabajo, 'La herida universal', ante su público en la sala de la Punta de San Felipe · Fue un concierto con ciertos altibajos

Noche de poniente y muchedumbres en la Punta de San Felipe. No sé si por el fin de curso, la selectividad o el azar las calles de uno de los brazos de Cádiz estaba a reventar de chicos encorbatados y chicas con tacones y bandas cruzadas en las que se leían antiguos lemas que sugerían chascarrillos de clase y tiza de pizarra. Lo sé porque el concierto de Don Julio de la Rosa empezó con una hora de retraso, y uno, que observa cuando se aburre, tiene una extraña tendencia a anotar mentalmente lo que pasa mientras no termina de suceder nada.

Ahora bien, ni a uno solo de esos diplomados le dio por acercarse a la Sala Supersonic a ver a su paisano Julio de la Rosa, que apunta ciertamente a otro tipo de público y se las basta él solito con una guitarra española para dar cuenta de sus inquietudes eróticas.

La herida universal, que acaba de publicar él mismo, está compuesto por una colección de dieciséis canciones que retratan con aspereza, ironía, cierta rabia y mucha tristeza la condición erótica humana, esa herida tan evidente como en ocasiones dolorosa.

A medida que iba interpretando los temas ante una audiencia bastante breve (unas treinta personas), no pude evitar acordarme de esa magnífica obra de Milán Kundera titulada El libro de los amores ridículos, claro que ni el checo sabe tocar la guitarra (que yo sepa) ni el jerezano sabe escribir como Kundera.

Empezó a eso de las doce con Uno: "Aunque te empeñes, nunca podrás verte sin mí. Soy tu mitad". Breve, concisa, sin muchos aspavientos e interesante. Voz áspera, ni bonita ni fea, más bien efectiva y algo manida por esa manía que los Planetas implantaron en este país de arrastrar las vocales como si fuesen gusanos.

Hay que reconocer, sin embargo, que Julio de la Rosa aprovecha esta exageración o deformidad vocal para generar suspense. La eternidad que transcurre entre sílaba y sílaba cautiva la atención del espectador de manera satisfactoria hasta que lo ata a la canción y lo vuelve esclavo de su desenlace.

Julio de la Rosa siguió repasando La herida universal con una media sonrisa llena de ironía, preguntando a su público entre tema y tema si preferían "una canción de mal rollo o una de buen rollo", para acabar siempre con otra canción de tristeza y declarar que "el buen rollo no vale para nada". Así que voluntad de mal rollo, colección de heridas y mucha rabia.

Siguieron Tan amigos y De no verte, perteneciente a su trabajo M.O.S., y que sonó a Nacho Vegas por la narración sombría y las imágenes de alto calado poético (aunque sin llegar a la maestría del asturiano, todo hay que decirlo).

Luego el concierto entró en una fase de desorientación o extrañeza. Julio de la Rosa abandonó el escenario y el micrófono para interpretar La carta y Caradura entre el público, paseándose por los rincones de la Supersonic.

Aunque la canción que mejor definió el universo sonoro del Señor de la Rosa fue Braille, que arrancó los aplausos más rabiosos de la velada. El tema, que pertenece a M.O.S., busca (y encuentra en ocasiones, dependiendo del público) el tremendismo, el desgarro y el calado existencial: "Amarás sin descanso, no podrás decidir, morirás en un llanto y al nacer dirás qué hago yo aquí… Canción de amor en braille, y a los ciegos suerte".

De la Rosa, que se encontraba a gusto, decidió cambiar el último "suerte" por un "muerte", que acompañó con una sardónica sonrisa, sobrepasando tal vez (es una opinión) esa delgada línea que separa el lamento, la tristeza, el sarcasmo o la rabia del esperpento y la caricatura.

Y entonces empezaron a agotársele las canciones (o al menos el repertorio) y el jerezano echó mano de lo más parecido a un single que se puede encontrar en La herida universal: Sexy, sexy, sexy, tema histérico, divertido y lleno de ironía en el que pregunta "y aunque te haga la vida imposible, ¿cómo renunciar a algo tan sexy, sexy, sexy?"

En resumen: un concierto con altibajos que se volvió algo pesado cuando Julio incurrió en profundidades y que volvió a alzar el vuelo en cuanto echó mano de la ironía y la inteligencia.

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