Cultura

Juez y parte

Thriller, España, 2012, 93 min. Dirección: Mariano Barroso. Guión: Alejandro Hernádez y M. Barroso. Fotografía: David Omedes. Música: Arnau Bataller. Intérpretes: Leonor Watling, Miguel Ángel Silvestre, Nathalie Poza, Joxean Bengoetxea, Helio Pedregal. Cines: El Centro, Bahía de Cádiz, Bahía Mar, Ábaco San Fernando, Yelmo,

Títulos como Celda 211, No habrá paz para los malvados o Grupo 7 apuestan sin complejos por retratar algunos perfiles poco complacientes de la España de hoy entre los moldes genéricos del thriller criminal o policíaco convenientemente puestos al día o ensuciados de cierto barniz realista. Lo mejor de Eva es también un estimable filme de ambiente judicial y supone el reencuentro con Mariano Barroso, director que despuntó en los 90 con Mi hermano del alma, Éxtasis y Los lobos de Washington y que no había vuelto a rodar desde la fallida Hormigas en la boca (2005). A partir de un guión original de Alejandro Hernández y el propio Barroso, el filme se adentra en el insólito retrato psicológico de una joven y prometedora juez (Watling) envuelta en la investigación de un asesinato en el que está implicado un poderoso empresario. En el proceso, un gigoló de ambiguas intenciones e irresistible atractivo (Silvestre) terminará por llevar a la juez a un incómodo conflicto ético-personal sexo y extorsión mediante.

Con estos mimbres, aderezados con el retrato del entorno familiar del personaje que insiste demasiado en el peso de la relación con el padre como lastre, y siempre atento a la intensidad interpretativa de sus actores, Barroso opta por estilizar la puesta en escena, rebajando la intensidad de color de su fotografía, utilizando con elegancia los encuadres en scope y recurriendo a una banda sonora ambiental que confiere al filme una textura sombría, densa y atractiva. Así, Lo mejor de Eva discurre con determinación en su estructura cerrada y en su trayecto abocado al fracaso liberador, pasando incluso por encima de mensajes, debilidades, problemas de verosimilitud y subrayados innecesarios, confirmación de que cuando hay una mirada a la altura de las turbiedades morales de una historia, siempre se puede salir airoso del envite.

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