Cultura

"Intento que un diálogo pueda llegar a divertir, a la vez, al lector y al personaje"

  • La editorial Libros del Asteroide traduce por primera vez al castellano 'Postales de invierno', de la estadounidense Ann Beattie. Una historia que sigue conservando el pulso de hace veinte años.

Hace veinte años, cuando Ann Beattie (Washington, 1947) tenía aún más cara de ardilla lista, publicó dos títulos que la nombraron heredera de Salinger y Updike: el libro de relatos Distortions y Chilly Scenes of Winter. Desde entonces, alternando novela y relato, Beattie se ha convertido en una de las autoras más admiradas de Estados Unidos. Su lograda primera novela -traducida al castellano como Postales de invierno- acaba de ser publicada en España por la editorial Libros del Asteroide.

-Postales de invierno acaba de aparecer en el mercado español. Llama la atención lo vigentes que resultan, no sólo el espíritu general de la historia, sino también los diálogos y la forma de entender la acción. ¿A qué cree que se debe esta capacidad de la novela para mantenerse?

-No sé muy bien... ¿tal vez por el sentido del humor? Intento hacer que los personajes guarden alguna distancia o perspectiva respecto a sus propios problemas, de forma que lo que pueda decirse en un diálogo llegue a divertir, a la vez, al personaje y al lector, o a ambos.

-Leyendo sus historias, uno tiene la sensación de que la vida es, en realidad, lo que no se cuenta, lo que sucede bajo la superficie...

-Sí, eso es lo que creo...

-¿Hasta qué punto los detalles, las pequeñas cosas, nos cuentan sobre esas corrientes ocultas?

-Bueno, depende de la historia, claro... En ocasiones, sirven para crear un ambiente determinado, pero es más frecuente incluso que te ayuden a crear, a través de sus cualidades, connotaciones útiles para la propia trama. Los objetos inanimados pueden encerrar historias que lleguen a entrelazarse, invisiblemente, con la historia principal.

-Enseña Escritura Creativa en la Universidad de Virginia. ¿Qué intenta transmitir a sus estudiantes?

-La verdad es que no tengo control sobre lo que mis alumnos ven y siente (y tampoco querría tenerlo, claro). Intento enseñarles a leer con atención y les sugiero ejercicios de redacción que puedan serles de utilidad, aunque lo que diga dependa luego en gran medida de lo que estemos tratando. (Sin embargo, creo que todos deberían leer los muy inteligentes ensayos de Flannery O´Connor sobre procesos de escritura, Mysrery and Manners. Y los de Charles Baxter en Burning down the house, también son fabulosos). No enseño a modo de taller, porque cuando empiezo con ellos ya han pasado por tres y están bastante hartos del tema. Así que me dedico a realizar charlas individuales y coordinar sus trabajos.

-¿Qué se aprende de verdad en un taller literario?

-Entre las ventajas obvias que yo veo está el conocer a otros escritores y sacar alguna fuerza de todo ello -o, al menos, espero que sea así-; y poder hacerse con una especie de consenso general. Yo diría que la parte negativa está en que te dan una falsa sensación de estar trabajando, puedes pensar que el tiempo que le dedicas es tiempo que le dedicas a la escritura, pero no es así: estás ahí sentado, escuchando, tomando notas a lo sumo. La calidad de la respuesta depende mucho de quién está en el taller -lo que puede llegar a suponer un problema-. Y, desde luego, inconscientemente, uno puede quedarse en hacer las cosas sólo para obtener crédito y complacer, en vez de intentar probar algo que realmente pueda ayudarte.

-Afirma que solía ponerse a escribir sin orientación clara, buscando 'la sorpresa' de la propia narración. Pero ahora asegura sentir interés por cómo se va desarrollando la trama, en conseguir una trayectoria que sea más la que se propone el autor.

-El querer analizar más profundamente cómo encajan los distintos mecanismos en una obra, hace que las teorías que he estado analizando y estudiando desde lejos, intervengan incluso cuando estoy escribiendo. El libro que acabo de terminar -que creo no encaja dentro de ningún género- está lleno de sorpresas en este sentido, porque se realizó con un montón de estudio previo. Algunas de estas sorpresas guardan relación con los hechos, y otras, con lo puramente literario.

-En su caso, ¿qué cree que le han aportado los años de experiencia a la labor creadora?

-El estar siempre leyendo me ha aportado muchísimo. También me ha hecho ser consciente, por supuesto, de algunos de mis trucos y limitaciones, lo que hace que no pueda seguir justificando ante mí misma escoger el camino fácil. Tampoco es que lo del camino fácil sea algo que haya buscado conscientemente. Bueno, no sé, quizá una o dos veces...

-Como lectora, o como espectadora, ¿qué historias son las que le han llamado la atención recientemente?

-Acabo de leer Palabras en el aire, las cartas de Lowell y Bishop, y me ha fascinado la historia que cuentan y cómo lo hacen. Y no es que vea muchas películas que valgan la pena: prefiero los documentales. Ahora mismo, estoy con el diario de Alice James. Cartas y diarios intentan ofrecer una historia lo más pura posible -pero incluso así, siempre está esa otra historia, la que decimos late bajo la superficie-.

-Ha alternado, desde sus inicios, la publicación de cuento y novela cada dos años. Su última publicación fue la colección de relatos Follies. ¿Toca novela?

-A decir verdad, las editoriales no parecen muy interesadas en la idea de publicar una serie de relatos cortos con mi firma a no ser que estén acompañados por una novela. Hoy en día, no es ni mucho menos más fácil de lo que era publicar relato corto, de hecho, es cada vez más difícil. Ahora mismo tengo lista otra serie de relatos, pero el libro que acabo de terminar se presentará a la misma vez. Y de verdad no sé cómo describirlo. Hace años -muchos años: incluso antes de que los programas de edición gráfica hicieran fáciles bromas como esta- circulaba por ahí una postal con un conejo que llevaba cuernos. 'Conejílope', decía la leyenda. Este nuevo libro es un conejílope.

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