Cultura

El Greco en Toledo

  • El Museo de Santa Cruz de Toledo acoge hasta el 15 de junio una excelente representación de la obra del Greco procedente del Metropolitam Museum

Una exposición excepcional, indispensable, de lo mejor de los últimos años se puede visitar en el Museo de Santa Cruz de Toledo hasta el próximo 15 de junio. Tras esa fecha, auténticas maravillas de la mano del maestro de Creta, toledano de adopción, volverán cuidadosamente embaladas y vigiladas a los distintos museos de medio mundo. Nada menos que 28 obras proceden del otro lado del Atlántico, lo que muestra el esfuerzo económico que ha supuesto traerlas... Queda, por tanto, muy poco tiempo para verla y representa una oportunidad única de ver lo más representativo del Greco. No creo que vuelva a repetirse en mucho tiempo la posibilidad de ver juntas las obras fundamentales de un artista irrepetible. E inconfundible.

Es una oportunidad, en primer lugar, para volver a Toledo. Y un regalo para el espíritu contemplar la maravilla de esta ciudad vista desde los diversos miradores de los cigarrales, con el Tajo a los pies del espectador. Es el mismo espacio mágico que verían los ojos del Greco cuando inmortalizó su Vista de Toledo. Me imagino el asombro que produciría en su época ver estas tormentas cayendo sobre la ciudad, impresionante obra del más puro expresionismo del siglo XX pintado en la Toledo renacentista cuatro siglos atrás. Cuadro inconcebible en la cultura de la época. Tendrán que ir a New York, al Metropolitam Museum para poder verla otra vez. No se la pueden perder...

Es también la ocasión de pasear por el magnífico hospital del siglo XVII, el actual Museo de Santa Cruz, sede de la muestra. La hermosa fachada plateresca de Alonso de Covarrubias abre al sereno espacio de la iglesia del hospital, de planta de cruz griega. Un espacio fascinante, armonioso, que constituye el mejor expositor de la obra del Greco. Serenidad de cuadros, de espacios, que se contemplan envueltos en una muy adecuada música ambiental. Control exhaustivo del aforo, afortunadamente. No olviden comprar las entradas y reservar fecha mediante internet, de lo contrario no podrán acceder. Salimos de la exposición pasando por los magníficos claustros, sede del actual Museo Provincial, con necesidades visiblemente acuciantes de una museografía más moderna...

Y El Greco. Solo la muestra merece el viaje hasta Toledo. Y contemplar, entre tantas obras maestras, el retato del Cardenal Fernando Niño de Guevara, prestado por el Art Museum de San Louis, Missouri. Un artista tan suelto de pincel como El Greco pinta con meticulosidad zurbaraniana el ropaje y toda la presencia mundana y carnal de un hombre hacia el que es evidente su secreto, quizás no tan secreto, desdén. Quizás visto y pintado como inquisidor fatuo que ni siquiera los anteojos colgados en la nariz hacían posible que viera la realidad de las cosas. Magnífico retrato psicológico.

O la maravilla de El Soplón, pintado en su primera época italiana, durante su estancia en Roma, y actualmente en la Galería Nazionale di Capodimonte, en Nápoles. Admirable el juego de luces del muchacho que hincha los carrillos para encender una candela iluminando su rostro y el resto del cuerpo de manera diferente según el ángulo. Fogonazo de luz que anula el espacio del entorno...

Ante lo mejor de su obra, se me ocurren algunas reflexiones. Por ejemplo, que no es posible olvidar su origen cretense y que es evidente la influencia decisiva de sus diez años italianos, donde se impregnó del color, la perspectiva y la temática de la escuela veneciana. Creta, Venecia, Roma... y Toledo. El resto de su vida, 36 años sin salir prácticamente de esta ciudad. El título de la exposición pretende expresar esta idea: El griego de Toledo, asociados para siempre.

Una segunda reflexión que les comparto es que, de alguna manera, deberíamos abandonar, al menos parcialmente, nuestra visión asumida desde siempre. Es cierto, es admirable su verticalidad, la composición dramática, el lenguaje manierista, el color...

Pero, ¿quién era realmente esta figura que nos observa desde el maravilloso autorretrato que preside la exposición? Se nos muestra un rostro avejentado, tenía entonces cincuenta y cinco años, y vestido formalmente. Realizado con una pincelada muy suelta, excepto en los ojos que se nos clavan. Una penetrante y profunda mirada que, al menos en mi opinión, indica no tanto la resabida espiritualidad de su persona sino una incisiva intelectualidad.

Hay que tener en cuenta detalles importantes, como que firmó toda su vida en griego. Importante también recordar que siempre se consideró a sí mismo de la escuela veneciana. No olvidemos tampoco que su intento inicial fue trabajar en la Corte de Felipe II, es decir, en la capital del imperio mundial de la época. Vivió, y al parecer muy por encima de sus ingresos, rodeado de un círculo refinado, italianizante, académico. Quizás debamos hablar de un espíritu en un entorno extraño, ya visto en su época como excéntrico, extraño, pensador fuera de esquemas sabidos. Quizás sea más exacto considerarlo un humanista formado en Italia viviendo en una ciudad y en una sociedad de la contrarreforma... y pintando para la contrarreforma... pero a su manera.

En cualquier caso, la obra de un genio.

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