Cultura

El Gordito. Una festiva iconografía

  • Alfredo Zaragaza plantea un variado repertorio de situaciones materiales, con el hierro, los puntos de soldadura y la madera pintada estructurando unas esculturas bellas en fondo y forma

El escultor Alfredo Zaragaza, con algunas de sus creaciones.

El escultor Alfredo Zaragaza, con algunas de sus creaciones.

Es muy apetecible encontrarse con una exposición en la que la escultura sea la protagonista. Además es, también, bastante significativo que ésta sea realizada por un escultor en el más estricto sentido de la palabra. El trabajo escultórico, sobre todo, el llevado a cabo por aquellos artistas que verdaderamente sean escultores, es, en estos momentos, el modo de expresión artística menos utilizado y el que, debido a los modernos conceptos y al uso, cada vez más frecuente, de las nuevas tecnologías, tiene menos ejecutores. Tampoco es la escultura, salvo aquella que encargan las instituciones religiosas, sobre todo hermandades y cofradías para las corporaciones nazarenas que últimamente proliferan, la materia artística más demandada. Por eso, cuando una muestra escultórica de verdad aparece en la escena expositiva, el aficionado se encuentra con algo lleno de interés por la poca frecuencia con la que se prodiga.

Alfredo Zarazaga es un escultor de Chipiona, formado en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla cuando los destinos de la misma, todavía, mantenían los esquemas de una plástica que se asentaba en los valores de la tradición, especialmente en lo que respecta a la escultura, aún, con muchos resabios del pasado. El escultor gaditano asumió los planteamientos técnicos que exigía una profesión tan compleja pero, pronto, se decantó por una creación abierta, fresca y con posiciones poco emparentadas con los registros academicistas de la escultura. Ahora, después de haber podido contemplar su obra en algunas muestras colectivas, llega a la sala de Diario de Jerez para presentar, de forma individual, una cuidada exposición donde se nos ofrece un trabajo cuidadosamente estructurado que lleva implícito los esquemas de un artista con muchos y buenos argumentos.

Aunque la exposición se presenta amplia y variada, con planteamientos artísticos de dispar naturaleza plástica -grabado, pintura, collage- es la escultura en su más determinante dimensión la que prevalece ofertando su mayor potencial formal. Alfredo Zarazaga nos hace partícipes de una festiva iconografía, el gordito; un personaje entrañable que deambula feliz por los espacios de la sala con todo tipo de acciones y actuaciones. El autor plantea un variado repertorio de situaciones materiales, con el hierro, los puntos de soldadura y la madera pintada estructurando unas esculturas bellas en fondo y forma. El Gordito es una imagen, un icono, un elemento conceptual que trasciende más allá de su contundente pero, al mismo tiempo, grácil figura.

El artista de Chipiona, no obstante, no se detiene en las meras composiciones escultóricas sino que, también, la oronda figura protagoniza una obra bidimensional en la que el elemento icónico conformante suscribe su poderosa estructura en unos soportes sobre papel, algunos de los cuales contienen la historia personal del propio artista.

Estamos ante una obra de muy variado sentido plástico, conformada con un lenguaje personal, lleno de identidad creativa y suma frescura artística. En la obra de Alfredo Zarazaga se pone de manifiesto que el arte no sólo se plantea como juiciosos postulados de elitismos dialécticos. Es algo más sencillo, lleno de vitalidad, festiva intencionalidad y jocosa visión de una existencia que está al margen de las imposiciones sociales.

En la sala del Diario de Jerez se nos ha hecho traspasar los límites felices de una sonrisa a través de la imagen de una escultura abierta a los más inesperados encuentros.

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