Crítica Danza cine

Estética flamenca en blanco y negro

Un momento de la actuación del Ballet Flamenco de Andalucía.

Un momento de la actuación del Ballet Flamenco de Andalucía. / jesús marín

La vida de Silverio Franconetti, en tres movimientos, es la última producción del Ballet flamenco de Andalucía. Bajo el nombre de Aquel Silverio, se evoca su figura, en el recuerdo que dejara de su retrato literario, el poeta García Lorca.

A Silverio, algunos flamencólogos, lo consideran una figura clave del cambio del flamenco de una etapa de postergación a un resurgimiento con nuevas formas y conocimientos, a finales del siglo XIX.

La obra del Ballet Flamenco de Andalucía, fue estrenada en el XXII Festival de Jerez, en marzo de 2017. Se estructura en tres movimientos, aunque su hilación lógica no lo es tanto, pese a lo que se promete en el programa de mano.

Comienza con una introducción, donde, como si de una obra de ópera se tratara, se anuncia en pocas y rápidas imágenes la vida de Silverio. Continúa el espectáculo con jaleos, panaderos y alegrías y se introduce al espectador en el polo, rondeñas, jaberas y cañas, para cerrar el primer movimiento con serranas, soleares apolás, peteneras y cantiñas.

La estética de este primer movimiento, es la que ahora está de moda en el mundo de la imagen y lo visual: El blanco y negro. El contraste, ora acentuado por la potencia de un foco blanco ora atenuado y difuso por el contorno de cortinas y bambalinas negras, es el leitmotiv escénico. Desde el comienzo, no disimula que es un espectáculo hecho desde la fuerza, y donde el ritmo no perdona, a veces incluso rayando la marcialidad. El vestuario, elegido con mimo, te transporta al siglo XIX. Muy bien Valeriano Paños, bailarín principal del BFA.

Sin embargo, el espectador termina perdiéndose un poco en este primer movimiento, que profundiza en cantes antiguos, pero que peca un poco de largo y de coreografías muy impactantes.

La cosa cambia bastante, en el segundo movimiento, una licencia de los creadores de Aquel Silverio, donde se renuncia a la narrativa histórico-visual de Silverio Franconetti, en favor del espectáculo flamenco. Se recrea, con candilejas y espejos, lo que sería uno de los primeros cafés cantantes de finales del XIX, y se abren paso las seguiriyas, los zapateados e incluso un tanguillo gaditano cantado en el lugar apropiado, es decir el Teatro Falla. Se remata este segundo movimiento con sevillanas y una guaracha. Tanto los cantaores como los bailaores y guitarristas, dan rienda suelta a su genio y consiguen la magia de que lo trabajado y ensayado una y mil veces, se vea como improvisación y creatividad a flor de piel.

La fuerza coreografiada, cuasi programática, desaparece del escenario, que de repente, se ilumina de singularidades flamencas, las de cada uno de los miembros del estupendo elenco del Ballet Flamenco de Andalucía. Fantástico Rafael Estévez al baile y sobresaliente Sebastián Cruz al cante, derrochando facultades y entonación.

El tercer movimiento de la obra Aquel Silverio, vuelve a centrarse en la narrativa histórica de la vida del personaje, y aquí, con la particularidad de poner sobre las tablas la investigación histórico-musical, ya que se cantan Seguiriyas Cabales de Silverio, apuntando al palo que quizá hizo más famoso al polifacético Silverio Franconetti, que fue cantaor, picador de toros, sastre, militar y empresario. Un verdadero "Hombre del renacimiento, conocedor y dominador de un sinfín de artes.

La obra acaba dejando al público con el estremecimiento de los martinetes, y una composición final titulada Requiem.

El público del Teatro Falla, que lo llenó por completo, aplaudió largo y con ganas al final de este espectáculo, donde prima la fuerza coreográfica, y con guiños histórico-musicales a una de las figuras del Flamenco con mayúsculas: Silverio Franconetti.

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