Cultura

Decepcionante penúltimo día de competencia en la Berlinale

  • El encuentro entra en su recta final con cierta sobredósis en torno a los dramas infantiles

La película alemana Feuerherz, centrada en una niña soldado de Eritrea y envuelta en la polémica sobre la veracidad de lo que se cuenta, centró la jornada de una Berlinale que entra en la recta final algo saturada de dramas infantiles.

El director de festival, Dieter Kosslick, había anunciado que el destino de los niños soldados y otros dramas de la infancia o sus secuelas serían tema preferente de esta Berlinale. Así ha sido. El encuentro llegó a su penúltima jornada con cierta sobredosis respecto a este tema.

Feuerherz -Corazón de fuego-, dirigida por Luigi Falorni, está basada en el best-seller autobiográfico del mismo título de Senait Mehari, una eritrea-alemana que sostiene haber sufrido ese destino. El personaje del film es una niña, en los 80, que pasa de la seguridad de una escuela de misioneras en Asmara a un campo de entrenamiento del movimiento de liberación.

"Es un tema tabú en Eritrea, pero es cierto: el movimiento de liberación empleó a niños soldados, está documentado", explicó Falorni, defendiendo la veracidad de lo que cuenta y distanciándose, como viene haciendo desde hace semanas, de las presuntas falsedades del libro. Verdad o mentira en lo que respecta a la historia de Mehari, lo cierto es que cinematográficamente el film tampoco funciona.

Falorni, co-director con Byambasuren Davaa del documental La historia del camello que llora, recurre a la frialdad, sin cargar tintas. La apuesta por el desapasionamiento es de agradecer, pero el resultado es que sus niños soldados parecen estar participando más en unas colonias de vacaciones que en una guerra.

La Berlinale recibió con frialdad a la segunda producción alemana a competición, tras Kirschblüten de Doris Dörrie. Por su parte, la británica Kristin Scott Thomas sí logró conmover con Il y a longtemps que je t'aime, una película de Philippe Claudel, donde borda el papel de una mujer recién salida de la cárcel que nunca contó a nadie por qué mató a su hijo de seis años.

Scott Thomas soporta todo el peso de la película, de desarrollo intenso e impecable en todo momento, menos cuando llega la hora de revelar al espectador el secreto de la infanticida. Ni siquiera el talento de la protagonista logra salvar el film del hundimiento.

Por su parte, Restless, de Amos Kollek, jugó la baza del desengaño israelí desde una doble perspectiva. Por un lado, la de un judío de Manhattan, predicador ácrata y poeta de club nocturno y, por otro, el de su hijo, un francotirador del ejército israelí al que sus superiores apartan del servicio por considerar que ha entrado en crisis.

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