Director: Alfonso Amador. España, 2012. Largometraje documental.

Hablando se entiende la gente, aunque pueden terminar discutiendo por decir exactamente lo mismo. El espíritu que tomó las calles (y luego la playa, la montaña y hasta Wall Street) fue una gran conversación, como describe este documental, entre personas comprometidas que llevaban mucho tiempo trabajando por un mundo mejor y que se sentían solas o decepcionadas.

Este retrato en blanco y negro, lo que favorece la fotogenia, enfoca sobre todo los momentos en que ciudadanos anónimos decidieron vomitar toda la indignación que llevaban guardada de años y así, la cámara está situada desde el punto de vista del espectador, de manera que uno parece estar participando de la asamblea.

Aunque rodada en una ciudad determinada -Valencia, en este caso- podría ser cualquier otra población, no sólo de España, sino del mundo, pues no hay que olvidar que se trata de un fenómeno global.

De esta manera, reconocemos tipologías, modos de actuar, discursos y estéticas, donde se mezclan canas con rastas o perroflautas con gafapastas, como un variado mosaico de nuestra sociedad actual.

El afán de auto documentación del fenómeno también está presente, pues poseemos suficiente perspectiva ya para reconocer donde acampa la historia. Esta detallada plática evoluciona desde el entusiasmo inicial y común, hasta las divergencias que parecen de nuevo insalvables, pues los seres humanos tenemos gran habilidad en empatarla y de hacer subir el pan cuando hablamos.

Quizás el problema fue que a este movimiento reivindicativo en la calle se le exigió más de lo que podía dar, olvidándose que el sistema es demasiado poderoso para que cambie por una palabra tuya o nuestra.

Sin embargo, la esperanza subyace, pues, como siempre, es lo último que se pierde y puede que muy pronto volvamos a pisar las calles nuevamente.