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Cultura

El Cádiz flamenco de mediados del XIX

  • El presidente de la Cátedra repasa las últimas investigaciones realizadas en este periodo concreto por diferentes expertos en la materia.

PUBLICABA Juan Antonio Fierro Cubiella, el día 16 de mayo en este medio, un artículo cuyo contenido -ni obedecía al título, ni lo expuesto se ajustaba a la más mínima realidad-, relativo a las academias de baile bolero en Cádiz, antecedente preclaro del baile flamenco.

Iniciaba el citado texto afirmando que el flamenco documentado se inicia a finales del siglo XIX con los cafés cantantes, desconociendo absolutamente lo aportado en los últimos años por los diferentes blogs de investigación, entre otros, La Gazapera, de Manuel Bohórquez, Flamenco de Papel, de Alberto Rodríguez, El Afinador de Noticias, de Faustino Núñez, Los Fardos de Pericón, de Javier Osuna y el Callejón del Duende-Cádiz Flamenco, del que suscribe; estos tres últimos referidos casi en exclusividad al flamenco gaditano, así como la última gran obra del musicólogo Castro Buendía titulada Génesis musical del flamenco, espectacular trabajo recopilatorio basado en gran media en las investigaciones de los anteriormente citados. Con tal aseveración tira por tierra, muchos años de complejas investigaciones y sin subvención de ningún tipo, donde hemos realizado una ardua labor de vaciado de prensa histórica desde finales del siglo XVIII, así como innumerables consultas a los archivos eclesiásticos, negociados de quintas, padrones de la ciudad, protocolos notariales, etc..., en busca de noticias, filiaciones, matrimonios, enclaves flamencos y personajes pioneros, que han escrito con letras de oro la historia del flamenco de esta localidad; ciudad a la que hay que considerar -gracias a estas investigaciones- como la más primitiva de las cunas, toda vez que de ella y del marco de su Bahía, son los primeros intérpretes documentados, caso de José Cantoral, María Cantoral La Cantorala, Antonio Dionisio Alonso (a) Antonio Monge El Planeta, su hermano Luis Alonso, su sobrino Lázaro Quintana, primer cantaor al cual tildan por vez primera en la historia con el apelativo de flamenco en 1847, Tomás Ortega López El Nitri, Francisco Guanter Espinal Paquirri, Teodoro Guerrero Cazalla El Quiqui, Antonio Ortega Heredia, el primer Fillo etc...

En cuanto a academias de baile existentes en este municipio, afirmaba con bastante rotundidad que ".../.. nada se había documentado en Cádiz", desconociendo absolutamente, pese a haber seguido el blog del investigador y crítico de flamenco Manuel Bohorquez La Gazapera, mi artículo de investigación titulado Luis Alonso: Un bolero muy flamenco, hermano del Planeta, publicado en diversos medios y fácilmente localizable por internet, que después brevemente desarrollaré.

Basaba tal primicia en las investigaciones de la licenciada en pedagogía del baile Ana María Perozo, la cual descubre, al parecer, la más antigua de todas las Academias en Sevilla, conforme a lo publicado en el Periódico sevillano El Porvenir de fecha 3 de agosto de 1850, donde se publicitaba una acreditada academia dirigida por Manuel de la Barrera en la calle Pasión sevillana. Dicha investigadora alegaba además que fueron formadas en los cafés cantantes de Sevilla, donde destacaron sobremanera la gaditana Rosario Monje (Monge) La Mejorana y la jerezana Magdalena Seda Soto La Malena que fueron según Merozo "las que más resaltaron, y que a pesar de ser de Cádiz supieron desenvolverse como auténticas sevillanas" lo cual constituye -todo un auténtico disparate- pues en esta ciudad ya contaba con anterioridad con una escuela propia de baile, con bailes autóctonos, caso del Polo de Cádiz, El Jaleo de Cádiz, Los Panaderos de Cádiz, La Cigarrera de Cádiz, La Gitanita de Cádiz, La Caleta de Cádiz, Los Marineros de Cádiz, Jaleo de la Gaditana, Jaleos de los mozos de la Viña, Jaleo de los americanos en el ventorrillo de Isabel, Caleseras o el sugerente baile de Los Ventorrillos de Puerta de Tierra, entre cuyos bailables se encontraban la Rondeña, Zapateado Nuevo, Paso del Salero Gaditano o el Jarabe nuevo, etc…

Citaba Fierro como acertado lo alegado por Perozo cuando exponía en su artículo que "…/… Perozo la que nos aporte el hilo conductor cuando nos hable del afamado profesor D. Manuel de la Barrera que en 1840 tenía una academia en la capital hispalense y más concretamente en la calle Pasión; mientras su hermano Miguel tenía otra en la calle Tarifa", cuando el investigador sevillano Manuel Bohórquez testimoniaba que ambos no eran primos ni de lejos.

Todos estos bailes, localizados en la prensa antes de mediados del XIX, constituyen los primeros antecedentes y base del baile flamenco. Es decir, abandonan la escuela bolera para agitanarse a lo andaluz y convertirse en breve espacio de tiempo en flamenco. Ya en la librería de Campo, situada en la calle Alcalá madrileña, se anunciaba la venta de partituras del "gracioso polo" y del "jaleo andaluz" con acompañamiento de piano. Lo cual constituye un antecedente del tránsito de lo bolero a lo flamenco en el año 1809, que es cuando se publica dicha noticia en el Diario de Madrid.

En lo relativo a academias de baile y de música, hay que hacer constar que en 1773 se censaron en esta ciudad, 40 individuos entre músicos, maestros de danza y bailarines (véase L 1006 y L 1007 del Archivo Histórico Municipal de Cádiz (AHMC) y en el 1791 unos 30 (L 1000 AHMC). Así mismo recordar que el periódico local El Redactor General anunciaba el 7 de diciembre de 1813, una acreditada academia de baile en la calle Jardinillos (hoy calle Cervantes) nº 113, propiedad del maestro Manuel Padillo.

En cuanto al siglo XIX, basta con consultar la caja 4389 en el Archivo Histórico Municipal de Cádiz, la cual contiene el padrón de Industria y Comercio para 1820-1821, y en el cual se contabilizan 24 academias de música y baile, entre ellas, las del afamado Luis Alonso, con Academia en aquel entonces, en la Plaza de Viudas nº 135, establecimiento que con posterioridad trasladó a los Callejones de Cardoso.

Este singular maestro de baile, considerado hoy por la flamencología como el primer bolero al cual podríamos tildar de flamenco, mereció dos celebradas obras teatrales por parte del escritor portuense Francisco Javier de Burgos y Sarragoiti. La primera es un sainete en verso titulado El Mundo comedia es, o el baile de Luis Alonso, estrenado el 14 de diciembre de 1889 en el Teatro Español de Madrid con notable éxito, estrenándose nuevamente, esta vez con música del maestro Gerónimo Giménez y Bellido el 27 de febrero de 1896. Al año siguiente, dado su éxito, ambos autores decidieron estrenar una nueva obra en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el 27 de enero de 897, titulada La boda de Luis Alonso o la noche del encierro.

Luis Alonso, se llamó en realidad Luis María del Socorro Juan Nepomuceno Alonso, sin segundo apellido por ser hijo de madre expósita, y nació en Cádiz el 21 de abril de 1788, falleciendo en la calle Patrocinio el 14 de diciembre de 1865 de neumonitis cuando tenía 77 años de edad, datos desconocidos hasta la publicación de mi citado trabajo.

Que este bolero fuera flamenco no nos cabe duda alguna, basta con decir que fue hermano de El Planeta, hasta ahora el más longevo cantaor flamenco documentado y tío de Lázaro Quintana, primer artista al cual bautiza la prensa -por primera vez en la historia- con el apelativo de flamenco en 1847.

Este Luis Alonso es el mismo que localiza Arie Sneew actuando en 1853 en los madrileños salones de Vensano, junto a Juan de Dios, Farfán, Villegas y Santa María, los cuales propiciaron ante un distinguido público el primer concierto gitanesco hasta ahora conocido. Por cierto, todos los artistas citados anteriormente nacieron en el marco de la Bahía.

Entre abril de 1827 a agosto del siguiente año, en la calle de la Compañía nº 10, el Sr. Monge (a) Planeta canta diversos polos y seguidillas. Su sobrino Lázaro Quintana interpreta, por su parte, peteneras nuevas, seguidillas de Pedro Lacambra (hoy conocidas como livianas) y el Sr. Alonso Monge se templa por seguidillas serranas, hoy conocidas como serranas a secas. Bailan personajes nuevos como lo son Francisco Ceballos (a) El Panadero, José López, Luis Alonso, Pedro Jiménez (a) Perete.

Por los albores de los años 50 del siglo XIX, disputábanse el cetro del arte coreográfico, tres bailarinas españolas, Petra Cámara, sevillana, que bailó en bastantes ocasiones en Cádiz y que era la mantenedora del baile clásico español, Manuela Perea La Nena, sevillana también y grandísima bailarina y bailaora al decir de las crónicas de la época y que interpretó en Barcelona en 1852 el Fandango de Cádiz y El paso flamenco gaditano con el cante de José Giménez El Granaíno y la célebre Josefa Vargas, gaditana de nacimiento.

Fue la Pepa Vargas, según el semanario La España Moderna de 1910, la que puso de moda entre las bailarinas las danzas del género andaluz y la chaquetilla del traje de luces de los toreros. Esta artista había nacido en Cádiz en 1828 y a los 6 años ya bailaba, alcanzando el grado de profesora a los 11, de la mano de sus maestros gaditanos, entre los que sin duda, estaría Luis Alonso. Sus primeros triunfos los alcanzó en Gibraltar y Algeciras, causando furor con posterioridad en diversos países de Europa.

La Vargas compitió en arte con las mejores bailarinas europeas, caso de Marie Guy Stephan, Sofía Fuoco y Lola Montes, boleras que vinieron a los yeatros de España a presentar sus bailes netamente andaluces, como por ejemplo las boleras de Cádiz o El Jaleo de Jerez.

A mediados del XIX se produce la escisión final del baile bolero. Por un lado la prensa se queja de que esta escuela de baile se está afrancesando y por otro, merced a estas y otras artistas, se va apegando a lo flamenco, como prototipo de lo auténticamente español. Sirva como ejemplo la multa que le impusieron de 500 reales a Josefa Vargas, el Jefe político de Madrid, por la interpretación de un Olé, bailado en el Teatro Circo de Madrid, demasiado subido de tono para la moral de época. Por cierto, esta artista ya bailaba la soleá con notable éxito en 1854 en los teatros granadinos y el baile Una gaditana en la Feria de Sevilla.

El 15 de mayo de1850 El Diario de Avisos de Madrid publicaba el anuncio del estreno en el Teatro de la Comedia y a beneficio del actor Dardalla, del bailable español La flamenca del barrio de Santa María, donde tomaron parte la Nena Perea y el maestro Pérez.

También habría que destacar a la bailaora gaditana Manuela Valle de la cual el periódico La Palma de Cádiz publicaba el 4 de octubre de 1853 lo siguiente: "La graciosa bolera Manuela Valle, se ha presentado anoche en la escena del Balón con toda la sal del mundo. <¡Qué brazos, madre mía!> decía un inteligente andaluz, los movimientos de brazos de la Valle los envidiarían las tan celebradas Lola, Petra y la Vargas". Esta artista baila en el Teatro del Balón de Cádiz en 1871 -anunciada ya como la primera bailarina española- por soleá y cantiñas, dos bailes que contenía la pieza La flor de la canela.

El 1 de abril de 1854 el flamenco se aclimata definitivamente en Madrid, tal como reza la noticia publicada en el periódico La España: "Suspiros de amor gitano. En algunos cafés se ha hecho moda entretener al público con cantares andaluces, en vez de pianistas. Esta nueva costumbre está llamando ahora la atención de una parte del público madrileño, el cual se distrae oyendo las lamentaciones y tiernas playeras que entona la gente flamenca, por medio de kiries interminables, y ayes que levantan las banquetas".

El 27 de mayo de1858 publicada el Avisador Malagueño una función en el Teatro Principal donde interviene Francisco Guantel (Francisco Guanter Paquirri) en el sainete titulado El soldado fanfarrón en los ventorrillos de puerta de tierra donde se presentó a cantar acompañado de su guitarra, varias y divertidas canciones andaluzas, entre ellas la conocida como Rosita la confitera que bien pudiera tratarse del primer antecedente del cante por rosas, germen primigenio de las alegrías cordobesas.

El 29 de mayo de1858 El Avisador Malagueño anuncia en el Teatro Principal el baile español de Conchilla la bailadora de Cádiz.

El 17 de enero de1863 publicaba El Comercio el estreno en el Teatro del Balón, de un cuadro andaluz titulado La bailadora de Cádiz.

En mayo de 1864, recién llegado de Uruguay, el gran Silverio Franconetti actúa en el Teatro Circo Gaditano, interpretando su brillante repertorio oriental, acompañándole a la guitarra el maestro Patiño.

Al año siguiente y gracias a un cartel localizado por el tristemente desaparecido flamencólogo José Blas Vega, conocemos una función organizada por Silverio Franconetti el 29 de mayo de 1865 en el Salón de la Fonda del Turco de San Fernando (Cádiz), llamada "la Función del siglo", donde el cartel anunciador rezaba lo siguiente: "Don Silverio Franconeti vuelve a presentarse al respetable público de San Fernando, acompañado de las tres primeras notabilidades que se conocen en el arte de los valladares y planetas. Queriendo el Sr. Silverio complacer a los numerosos aficionados que han manifestado deseos de que se aumente la compañía de cante y baile, que tan acertadamente dirige, con algunos profesores que fuesen personas de gracia y de conocida y acreditada reputación, pasó dicho señor inmediatamente a Cádiz, y después de haber dejado contratado en esta al célebre cantador Paco Fernández (Curro Dulce), lo hizo también en aquella ciudad con el gracioso y simpático bailador Enrique Ortega, sobrino del valiente Cuco, flor y nata del toreo, y con el inteligente y conocido profesor de guitarra Patiño. ¡¡¡Bien por Silverio!!! Güen ratito vamos á pasá".

Publicado en El Guadalete el 31 de octubre de 1867 localizó Gerhard Steingress -doctor de Sociología y Ciencias Políticas- una interesantísima función en el Teatro Principal de Jerez, donde bailaron El Mingoli, a la sazón hermano de Enrique El Mellizo, La Soleá, el Jaleo y la Viudita. José Bernal (a) La Lullera bailó El Amorano y Alianas o lo que es lo mismo por mirabrás y gelianas y Francisco Fernández Curro Dulce a su vez, bailó por El Tango Americano.

El 02 de junio de1869 publicaba El Comercio la actuación al cante de Teodoro Guerrero (a) Quiqui, de Manuel Monge y de Manuel Vives (a) El zapatero, con la guitarra de Patiño en el Teatro del Balón, donde bailaron "por alegre" y "a propósito de dichas cantiñas" Vicente Vives (a) El Colorao y Antonio Mellado (a) El Raspador.

Con Silverio se inicia una nueva etapa del flamenco, conocida comúnmente como la de los Cafés-Cantantes donde las gaditanas fueron consideradas el súmmum del género, caso de Gabriela Ortega, La Mejorana, madre de Pastora Imperio, Rita Ortega La Rubia, la cual se batió -pese a encontrase en avanzado estado de gestación- en un terrible duelo bailaor con La Mejorana, falleciendo inmediatamente después, Carlota Ortega, Las Borriqueras, Las Coquineras, en especial Antonia Gallardo, etc…

Actualmente se habla mucho de la "escuela de baile flamenco sevillana", obviando que ésta, se nutrió de los artistas anteriormente citados y que configuraban la tristemente desaparecida "escuela de baile flamenco gaditana". Y como bien dice el amigo Bohórquez , "sin estos artistas '…/… la ciudad de la Giralda no sería tan salá".

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