Cultura

La cueva del mago

  • La Caixa y Fundación Cajasol inauguran en la plaza de la Catedral una muestra monográfica sobre Méliès

En la imagen, George Méliès.

En la imagen, George Méliès. / Cinemateca Francesa

Méliès, el ilusionista. Méliès, el dibujante, el guionista, el director, el actor, el juguetero. Todos conocemos, aunque sea icónicamente o por referencia, su Viaje a la Luna. Pero no todo el mundo sabe de la profundidad de su trayectoria, de la importancia que tuvo para hacer de ese curioso entretenimiento, ese gran zootropo iluminado, el espectáculo absoluto de la era moderna. La Obra Social La Caixa y la Fundación Cajasol presentaron ayer en la plaza de la Catedral Empieza el espectáculo. George Méliès y el cine de 1900, la exposición que profundiza en la figura del que es considerado el padre de la narración cinematográfica. Un total de doscientos metros cuadrados en los que el visitante se traslada al ambiente propio de los teatros de entresiglos.

"Es justo entonces cuando el cine va a convertirse en un espectáculo popular, ante la indiferencia de sus inventores, los Lumière, que pensaban que ese invento del cinematógrafo no iba a llegar muy lejos: de hecho, llegaron a emitir un comunicado a sus trabajadores diciendo que se fueran buscando otro trabajo, que no confiaban en el negocio a medio plazo", explica Sergi Martín, el comisario de la muestra.

Sería el mago George Méliès -que había abandonado el negocio familiar para comprar el teatro Robert Houdin- el primero en ver el potencial de aquel fascinante artilugio: de hecho, ofreció comprárselo a los Lumière, pero ellos denegaron la oferta, "convencidos de su fracaso". Frente al uso utilitarista que hasta el momento le habían dado los hermanos, Méliès comprendió su capacidad como herramienta alucinada y alucinante para contar historias. Sabía que podía ser un espectáculo estupendo para el público mayoritario de la época, que adoraba los trucos y las "proyecciones con cambios de luz, las fantasmagorías e ilusiones ópticas".

El incendio del Bazar de la Charité cuando se realizaba una proyección benéfica, que se saldó con 140 muertos, hizo que el cine fuera desterrado al ámbito de los feriantes: "Méliès entendía a la perfección lo que pedía la gente, la necesidad de evasión de todos aquellos que acudían al cine de feria -explica Martín-. Comprendía que la clase trabajadora tenía muy poquito tiempo y poco dinero, y que había que procurarles un momento de ilusión, y si podía, un mínimo de cultura, adaptando clásicos, o instrucción en torno a los sucesos que ocurrían en el mundo. La clase obrera, además, estaba más acostumbrada a los espectáculos dinámicos dentro de una tónica circense, con proyecciones y luces. Esta circunstancia, el hecho de pensar en lo que necesitaba su público, lo convierte en el primer director de la historia del cine".

George Méliès aprovechó su formación para aplicar al cine trucos de magia y la técnica de la linterna mágica, pirotecnia, efectos ópticos, desplegables, fundidos, sobreimpresiones, efectos de montaje y color... "Combinó el universo de Jean-Eugène Robert-Houdin, el padre de la magia moderna, con la cinematografía de Marey".

"Méliès era director, guionista, dibujante de story boards, distribuidor y productor, actor, escenógrafo... -continúa-. Rodaba con dos cámaras para tener más copias y construyó el que sería el primer estudio de Europa".

El gran hacedor de un primer cine que, a pesar de cómo lo llamamos -recuerda Jordi Martín-, "nunca fue mudo: siempre había alguien que contaba lo que estaba pasando o que leía los rótulos que aparecían, porque la mayor parte de la gente era analfabeta. Este detalle, por ejemplo, hizo que el cine fuera una gran herramienta para que los inmigrantes estadounidenses aprendieran inglés o incluso como propaganda durante la Revolución Rusa".

El 1 de septiembre de 1902, Méliès estrenaría la película que lo convertiría en referente: Viaje a la Luna. Tenía una duración impensable para la época (16 minutos) y "Méliès hubo de convencer a los feriantes, reticentes a proyectarla. El éxito fue absoluto: contaba incluso con un ejército de mujeres dedicadas a colorear la cinta fotograma a fotograma. A partir de ahí, también, distintas firmas le encargaron los primeros anuncios publicitarios".

Pero allá donde hay negocio, nace una piovra. "A partir de 1905, el cine empezó a ser una práctica muy rentable. Pathé y Gaumont apostaron por crear una red de salas estables". En 1912, surgió una ley que introducía nuevos controles sobre los feriantes. La I Guerra Mundial, los cambios en los gustos del público y una serie de tragedias personales contribuyeron a que Méliès, el ilusionista superlativo, terminara arruinado: llegó a quemar sus películas, mitad por rabia, mitad para obtener la plata del nitrato. "De hecho, hasta hoy nos han llegado 300 de los 500 títulos de Méliès gracias a la red de distribución de copias a través de las ferias", indica Sergi Martín.

El gran Méliès, ya anciano, sobrevivió vendiendo juguetes en un puesto de la estación de Montparnasse en compañía de su segunda mujer, una de sus actrices: "En 1926, el periodista Léon Druhot lo reconoció y, a partir de ahí, los cineastas empezaron a recaudar fondos para rehabilitar la figura de Méliès y que pudiera acabar sus días en una residencia de artistas, cosa que consiguieron -apunta Martín-. Poco antes de morir, el propios Louis Lumière le entregaría la Legión de Honor, la máxima condecoración del Estado francés, reconociendo que él, y no otro, era el creador del espectáculo cinematográfico".

Empieza el espectáculo. George Méliés y el cine de 1900renueva un proyecto expositivo que empezó hace dos años y que ha visitado varios de los centros de CaixaForum. En esta ocasión, la muestra se hace itinerante con la colaboración de la Fundación Cajasol. La exposición recrea tres ámbitos: el primero, dedicado al cambio de siglo y sus cambios; el segundo, al mundo de Méliès y la experiencia cinematográfica; y el tercero, a Viaje a la Luna -la propuesta incluye también el visionado de la película en gran formato- , así como un repaso a los últimos años e influencias del creador francés, con diversos testimonios del mundo del cine. La carpa acoge, además, varias películas, copias de fotografías y reproducciones de carteles, dibujos y una maqueta del estudio de George Méliès.

Al acto de presentación de la exposición acudieron ayer, además de Sergi Martín, el alcalde de la ciudad, José María González -que recordó la condición de plató cinematográfico de Cádiz y la celebración del Festival Alcances-; la directora Comercial de CaixaBank en Cádiz, Huelva y Ceuta, Yolanda Vera y la coordinadora de la Fundación Cajasol en Cádiz, Mar Díez.

La muestra se ha realizado con la colaboración de La Cinémathèque Française, institución que cuenta con la colección más importante a nivel mundial de objetos de Méliès.

Retrato del cinesta George Méliès

en 1930.

Maqueta del estudio que Méliès levantó en Francia, el primero en Europa.

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