Crítica de Cine

Buen entretenimiento en un Pixar menor

Desde el estreno de Toy Story en 1995 Pixar revolucionó la animación y nos fue dando algunas de nuestras mayores alegrías cinematográficas no sólo animadas: sus guiones extraordinarios fueron un refugio para la inteligencia en la era glacial del cine comercial. Baste citar Monstruos S.A., Los Increíbles, Buscando a Nemo, WALL.E, Up, Toy Story 3 o Inside Out.

Lógicamente, en un cuarto de siglo de producción hay títulos mayores y menores (eso sí, que en Pixar siempre son interesantes y divertidos). Entre los últimos se situaron Cars (2006) y Cars 2 (2011). Y en este mismo nivel hay que colocar a Cars 3, simpática y técnicamente irreprochable -faltaría más- pero por debajo de los títulos mayores de Pixar e incluso de las dos entregas anteriores de las aventuras de Rayo McQueen, ahora superado por competidores más modernos, potentes y rápidos, y por lo tanto necesitado de plantearse el dilema de renovarse o retirarse.

Un argumento muy tratado en westerns otoñales y películas deportivas de superación aquí bien adaptado al universo de los coches humanizados. Por supuesto, contará con esa figura igualmente clásica que es el entrenador -entrenadora en este caso: el mejor hallazgo de la película- a la vez duro y protector. Supone el debut como director de un hombre de la casa, Brian Fee, historietista y animador de muchos títulos de Pixar. Para tan importante ocasión este experimentado profesional ha escogido un producto que parece más pensado para mantener vivo y renovar el impresionante negocio de los productos derivados de las películas que como una obra que antes que nada se justifique a sí misma por su originalidad. En cualquier caso no nos perdamos, confundidos por el altísimo nivel de exigencia que la propia Pixar se ha marcado: Cars 3 es un perfecto y divertido, además de técnicamente asombroso, entretenimiento veraniego para niños.

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