Cultura

Biomecánica

Si alguien ha leído la breve ficha que abre estas líneas pensará que más que una obra de teatro Marce-lí Antúnez ha montado un videojuego. Una pieza donde la tecnología manda de forma creativa y de una forma que puede expandir el mundo de la escena. Más que autor, el antiguo miembro de La Fura dels Bau hace una perfomance con un ordenador y una pantalla donde la historia es narrada con animaciones. Antúnez parece recuperar las obsesiones de una parte de la vanguardia histórica, de unir teatro con las máquinas. La revolución informática lo hace posible.

Así, el creador del espectáculo hace más que escribirlo o interpretarlo. Se convierte en un demiurgo que maneja la acción a base de sensores y que permite orientar las animaciones. Incluso el público puede participar integrándose de forma virtual en el espectáculo. En cuanto a la temática, es buena muestra de las obsesiones del autor. Obsesiones que como todas las obras vistas en el ciclo Escena Abierta iban más por el camino de la intuición que por el de la explicación. Antúnez organiza su propuesta como una conferencia visionaria.

Pero esto no deja de ser engañoso, pues el desarrollo del espectáculo lleva al principal interés que ya quedó claro en su anterior obra vista también en La Lechera: La biomecánica. Tanta tecnología no anula el cuerpo y la fisiología, con un morbo en sus funciones que recuerda al primer David Cronenberg. No se trata de superar lo físico sino integrarlo en los sensores y en lo que él autor llama "dreskeleton", unas prótesis mecánicas que le permiten manejarlo todo. Así, la máquina en el fondo no es una nueva era, sino más de los mismo con otro formato. La gente seguirá comiendo, haciendo sus necesidades, practicando sexo, igual que siempre.

Marce-lí Antúnez muestra una imaginación desbordante y consigue lo que parece increíble en el ámbito del lenguaje teatral: crear mundos paralelos aunque a la larga se parezcan demasiado a este.

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