Cultura

Bellas paradojas iconográficas

  • Cirujano muestra en el espacio expositivo de El Molino de Mareas El Caño catorce piezas inspiradas en el entorno inmediato que conjugan perfectamente fondo y forma

Una de las obras de la artista afincada en Cádiz.

Una de las obras de la artista afincada en Cádiz. / d.c.

Se tienen noticias, desde el siglo XV, de la existencia en la Bahía de Cádiz de los Molinos de Mareas, una construcción destinada a moler el grano aprovechando la fuerza motriz producida por las mareas. Ya, sin embargo, van quedando muy pocos, aparte del que acoge la exposición que nos ocupa de la pintura de Rebeca J. Cirujano, se pueden contemplar, todavía, en San Fernando y Chiclana; o bien rehabilitados y con funcionalidad distinta para la que fueron creados; o bien mostrando un pausado deterioro denunciando su descarnada arquitectura conformada con piedra ostionera.

Este antiguo molino portuense, con dos siglos de vida, actual sede de un conocido restaurante dirigido por un mediático cocinero, se levanta en el paraje, ahora, conocido como del Caño del Molino - desde el siglo XIX, Caño de la Madre Vieja -, detrás de la Estación del Ferrocarril de El Puerto. En este viejo edificio industrial, felizmente restaurado y convertido en afamado restaurante, el cliente al mismo tendrá la oportunidad de acceder, así mismo, a un espacio expositivo distribuido en las paredes del establecimiento, sala de exposiciones que forma parte del programa de uso público del Laboratorio de Investigación Gastronómica del Chef del Mar y que, hasta final de año, va a contar, además de esta muestra, con las Pepe Palacios, Basilio Iglesias, Keka Raffo y Mari Ángeles Morales.

Rebeca J. Cirujano es una artista nacida en Madrid, pero viajera y ciudadana de todos los sitios, con fuerte afianzamiento en un Cádiz donde pasa largas temporadas. A su obra la vimos protagonizando una apasionante exposición gaditana hace unos años en la que tras el poder contundente de una plástica matérica se escondía una pintura llena de símbolos y signos con inquietantes rasgos extraídos de una humanidad mediata que imponía una determinante dimensión pararreal. Ahora, felizmente condicionada por tan poderosa arquitectura, con las piedras centenarias estructurando el espacio y sirviendo casi de elemento constitutivo de la propia pintura, la artista plantea un hipotético escenario marino, espacio idílico que sirve para posicionar un imaginario que centra un apasionante relato de imposibles posibles. Catorce piezas llenan de reales irrealidades, de metáforas contrastantes, de paradójicos sentidos que buscan la desconexión con una existencia poblada de incertidumbres, este espacio bello y único cargado de resonancias históricas. La artista hace sintonizar, con sabios ajustes formales, el continente y el contenido; áquel sabiendo crear una perfecta estructura plástica con el soporte de metacrilato abriendo infinitamente sus perspectivas físicas; con éste desarrollando perfiles narrativos donde una serie de seres habitan una flora submarina que nos acercan a presentidos horizontes, elementos faunísticos que relatan una historia en la que se adivinan inmediatas situaciones.

Obras que conjugan a la perfección fondo y forma para que la realidad quede matizada por una plástica exultante con el metacrilato marcando todo su poder estructural. Rebeca Cirujano nos crea una particular iconografía abriendo los horizontes de un simbolismo muy bien descrito, como ocurre en El sueño de Olivia o en Enraízados.

Buena muestra la que se ofrece en este Molino de Mareas al que acude una artista bien provista de elementos formales y de registros conceptuales para abrir cauces de una mitología en la que se adivinan formas de suaves gestos plásticos y acertadas presunciones de una realidad que conjuga aspectos diferentes de una historia muy bien contada.

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