Cultura

Antonio 'baila' en Cádiz

  • El Conservatorio de Danza Maribel Gallardo celebra el XX aniversario del fallecimiento de Antonio el Bailarín con una completa muestra

"Ahí está el neceser. Lo curioso es que si abres el frasco todavía huele a su fragancia", comentan desde la organización del Conservatorio Profesional de Danza Maribel Gallardo mientras señalan el interior del maletín de piel y acero que portaba siempre consigo. Porque Antonio Ruiz Soler, el Bailarín era muy presumido, puntualizan, "muy propio de los grandes artistas como él". Fue todo un mito en vida.

Y precisamente de mostrar a Cádiz y al resto de España, "y especialmente a las nuevas generaciones", el potencial de esta figura clave de la danza española trata la también potente exposición que ayer se inauguró en la sala de exposiciones de la Casa de las Artes, Antonio el Bailarín, una vida dedicada a la danza.

"Es una figura de primer orden que durante 50 años llevó el nombre de España por el mundo entero y, sin embargo, no es tan conocido como otros de los grandes en otros ámbitos como Picasso o Mozart", explica Emilio Martí, jefe de Departamento de Danza Española y uno de los grandes artífices de esta exposición.

Una foto de muy niño de Antonio Ruiz el Bailarín cedida por su sobrino Enrique Burgos abre así este poliédrico recorrido que, por una parte, narra a través de paneles toda su vida artística, por otra, el homenaje en el que se ha implicado toda la Casa de las Artes a través de distintas obras inspiradas en sus coreografías, así como su faceta más íntima y personal, a través de material original, reproducciones e incluso enseres del propio artista.

Es quizás esta última la más curiosa, pues también se exhibe en este espacio nada menos que las castañuelas de fibra que se hizo en Nueva York con el bordado de Los chavalillos sevillanos en la funda, los últimos zapatos y calcetines con los que coreografió para el ballet de María Rosa, o las botas que calzó para bailar Sombrero de tres picos, así como otros atuendos de actuaciones, ropa de paisano e incluso cinturones. "Llevamos mucho tiempo trabajando en esta exposición, hemos partido de cero", comenta Emilio Martí de este laborioso trabajo de documentación.

Su carrera profesional pura y dura también se desgrana desde sus inicios, en su primera etapa junto a Los chavalillos sevillanos -junto a su pareja de baile Rosario-, pasando por su salto a América (1937-1949) con su debut en el teatro Maravillas argentino, su regreso a España en el 49, la creación de su propia compañía en 1953 y los grandes hitos que lo situaron en el podio más alto del mundo de la danza internacional. Entre ellos, su actuación en la Scala de Milán (1953), en el Teatro de la Ópera (1954), el estreno de las obras coreografiadas de Manuel de Falla Amor Brujo en Londres o El sombrero de tres picos, para el Festival de Granada en 1958. No queda atrás su reencuentro con Rosario en 1962 - inseparables desde niños- y otros grandes estrenos. Repasa asimismo su vínculo con el cine, como aparece en el recorte de prensa de su rodaje aquí en Arcos de Sombrero de tres picos, de entre las muchas cintas que rodó como La nueva Cenicienta junto a Marisol, Luna de Miel o Pan, Amor y Andalucía, y otros trabajos previos rodados durante su época en América y Hollywood.

Las vitrinas que salpican la sala también exhiben abundante material original como libretos con reproducciones extraídas del Centro Andaluz del Flamenco, bibliografía -algún ejemplar dedicado sólo a su figura-, vinilos y revistas de lujo. Carteles algunos originales como el que firma Capuletti, recortes de prensa nacional e internacional y decenas de imágenes con los bailarines de su compañía y muchos momentos de su vida dan otras pinceladas de esta exposición en la que también se proyectarán dos audiovisuales, uno con coreografías de él y otro en la que aparece bailando.

"Antonio nos ha dejado un gran legado coreográfico, enorme, y lo más importante, es muy actual. Por ponerte un ejemplo el Ballet Nacional va a estrenar Sombrero de tres picos", contextualiza Martí.

Su proyección internacional era tal que compositores como Halffter compusieron expresamente para Antonio, como las partituras de Danza de la gitana y Danza de la pastora pertenecientes a Ballet Sonatina y que figura en la muestra. "Además se lo rifaban para pintarlo", como aparece en el espacio destinado a él como objeto de arte, con fotos de esculturas y pinturas de su persona entre las que pueden verse a Capuletti pintándolo.

Pero este homenaje se hace todavía más especial con la implicación de los alumnos de la Escuela de Arte, con obras pictóricas, cerámicas y piezas de abaniquería inspirados en el bailarín y en los distintos movimientos del artista, con los que conquistó a la crítica allá donde iba.

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