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Un premio de consolación

  • Richardson, el primer hispano en el Gobierno de Obama, atesora unas cualidades que le habían hecho aspirar a algo más importante que secretario de Comercio

Por mucho que se esfuercen, será difícil que Barack Obama y Bill Richardson eliminen la impresión de que la Secretaría de Comercio es un premio de consolación para el gobernador de Nuevo México. Porque si un concepto se asoció estos días al nombre de Richardson fue el de "exceso de cualificación para el puesto".

Nadie puede negar que el político de 61 años tiene uno de los currículos más amplios en la escena política activa de Estados Unidos: fue congresista entre 1983 y 1997, después embajador ante Naciones Unidas con rango de ministro, secretario de Energía de 1998 a 2001 y gobernador de Nuevo México desde 2003.

Además, participó en negociaciones para la liberación de presos y rehenes en Iraq, Corea del Norte, Cuba, Nigeria, Yugoslavia y Kenia, intercedió para lograr el alto el fuego en Darfur y fue propuesto en cuatro ocasiones para el premio Nobel de la Paz.

De hecho, la hoja de servicios de Richardson es mucho más completa que la del propio Obama. Cuando aún aspiraba a ser nombrado candidato demócrata a la Presidencia de Estados Unidos, este hijo de española y nicaragüense afincados durante décadas en México, promocionaba sus servicios con humor en un anuncio de campaña: "¿Qué le hace pensar que está cualificado para ser presidente?", le preguntan en una supuesta entrevista de trabajo después de leer todos sus méritos.

Su perfil bajo en la escena mediática nacional ante unos rivales tan llamativos como Obama o la senadora Hillary Clinton le obligaron sin embargo a retirarse pronto de la carrera. Poco después, Richardson dio el valiente paso de respaldar a Obama públicamente en marzo, cuando aún no estaba claro que el joven político negro de Illinois, y no Clinton, sería el candidato del partido. Y ello a pesar de su estrecha relación laboral y personal con los Clinton: a su casa estuvo invitado el ex presidente Bill Clinton para ver la tradicional final del fútbol americano en el mes de febrero.

Desde aquel día, cuando muchos demócratas de alto perfil aún evitaban manifestar su opinión por miedo a apoyar al candidato equivocado, Richardson se convirtió en el mayor abogado defensor de Obama por las cadenas televisivas de todo el país, con hasta tres y cuatro entrevistas en algunos de los días clave.

Por si fuera poco, con sus raíces latinas y su procedencia del oeste del país, Richardson aglutina en su persona varios de los tintes raciales y regionales que hoy en día debe tener un Gobierno en Estados Unidos.

Por todo ello y aunque él nunca manifestó su voluntad, Richardson, cuya madre viajó a dar a luz a California para que su hijo fuera estadounidense, apuntaba a un cargo más alto. Durante un tiempo se rumoreó que podría ser el vicepresidente de Obama, pero el entonces candidato eligió a otro de sus ex rivales por la nominación, el senador Joe Biden.

El siguiente cargo a su altura disponible era el de secretario de Estado. Pero pese a la presión de los más importantes lobbies latinos del país, el puesto fue a manos de Hillary Clinton, también senadora y también antigua rival de Obama.

Richardson, como hasta entonces, rechazó revelar sus intenciones o su futuro, incluso bajo fuertes presiones. En una teleconferencia ya después del triunfo demócrata del 4 de noviembre, una periodista del diario The Denver Post le preguntó directamente si había sido contactado por Obama para formar parte del gabinete. El gobernador respondió con un honesto pero revelador silencio.

La incógnita se resolvió el miércoles con su nombramiento como secretario de Comercio en un acto en el que el presidente electo no escatimó elogios, realzó la importancia "clave" y "vital" del cargo y se esforzó por mostrarse cercano y unido a su nuevo ministro.

A su lado, Richardson se mostró sonriente y de buen humor, como, según dicen los que trabajan estrechamente con él, está casi todo el tiempo.

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