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Unidades especiales de la Policía tratan de controlar la violencia en Suráfrica

  • El despliegue se realizará en los barrios marginales más afectados por los ataques xenófobos · Más de 10.000 personas han tenido que buscar refugio en comisarías y edificios municipales

Borrachos llenos de odio y dispuestos a todo tipo de violencia recorren barrios y edificios de Johannesburgo en busca de extranjeros, armados con machetes, palos, cuchillos, pistolas e incluso fusiles de asalto Kalashnikov.

Ante esta situación, el Gobierno de Suráfrica anunció ayer el despliegue de unidades especiales de la Policía para hacer frente a la ola de violencia xenofoba que se registra desde la semana pasada y que ha causado al menos una treintena de muertos.

El ministro de Seguridad, Charles Nqakula, dijo que las unidades especiales formarán parte de las medidas del Gobierno para reforzar la seguridad en los barrios marginales donde se han registrado los hechos más violentos.

Nqakula hizo el anuncio después de visitar la barriada de Primrose, en el este de Johannesburgo, uno de los escenarios más graves de los ataques contra ciudadanos extranjeros protagonizados por parte de sus vecinos surafricanos.

En Johannesburgo, centro económico de Suráfrica, arden las llamas del odio, como comentó el diario The Star. Un ambiente de pogromo se extiende por la ciudad y ataca cada vez más rápida y sistemáticamente y con cada vez más brutalidad. Ya existe el temor a que la violencia se extienda a otras partes del país.

"Como guerrilleros, la turba atacó a extranjeros, desapareció, se reagrupó y volvió a atacar", describió el diario The Star en su foto de portada: un hombre quemado hasta la muerte. Junto al cadáver, las manchas de sangre en los pilares de hormigón con los que la víctima había sido golpeada previamente. Los medios surafricanos ya hablan de "anarquía total" y de verdaderas "zonas de guerra".

En este sentido, el dirigente de la oposición, Jack Bloom, sugirió que se usen efectivos de un batallón que está en bases militares cercanas a Johannesburgo y Pretoria para montar puestos de vigilancia y patrullar los barrios más afectados.

"Eso puede permitir que la Policía, que está mejor entrenada, quede liberada para tratar directamente con la población en situaciones graves", dijo el político.

Eric, un joven de Zimbabue que vive en el centro de la ciudad, habla de "hordas de zulúes" que están detrás de los ataques. El Gobierno, en cambio, cree que se trata de "elementos criminales", que aprovechan la xenofobia para llevar a cabo saqueos y violaciones, y ordenó una investigación.

Un taxista explica al visitante que se trata de una especie de autoprotección, para expulsar a los extranjeros del país: "Roban, son criminales, nos quitan el trabajo y las mujeres, y nos matarían si no nos adelantáramos a ellos".

Miles de extranjeros ya fueron expulsados o buscaron refugio en iglesias, centros sociales o comisarías. Otros están escondidos, asustados, y planean su propia defensa, dado que la Policía no controla los excesos.

Ya se han resgistrado los primeros casos de víctimas que se defendieron y se enfrentaron a tiros con sus agresores delante de la Policía. Fiona, una camarera oriunda de Zimbabue, dice con voz decidida: "Hoy me conseguiré un arma".

Pero tampoco los surafricanos de las partes más pobres del país son inmunes al odio. Selina, una empleada de limpieza de la provincia de Limpopo, con residencia y trabajo en Johannesburgo, dice asustada: "Golpearon a mi puerta y me preguntaron por qué no me volvía a mi provincia".

Un año antes de que se celebren las próximas elecciones, los medios se preguntan si el país respetado en todo el mundo por la política de reconciliación de Nelson Mandela se dirige ahora hacia su autodestrucción.

El analista político Cyril Madlala advirtió en el diario Business Day: "Un trato cuidadoso es especialmente importante para KwaZulu-Natal, una provincia con una larga historia de violencia racista y étnica. Las tensiones subliminales entre indios y africanos así como las crecientes rivalidades políticas siguen haciendo necesario un manejo muy cauteloso por parte de los políticos".

En Durban acababa de terminar la mayor feria de turismo de África, Inadaba, cuando comenzaron los excesos xenófobos en el barrio de Alexandra, en el este de la capital y que a lo largo de la semana pasada se extendieron a otras zonas del centro y de las afueras de la ciudad.

Suráfrica se presentó en dicha feria como el simpático país anfitrión del próximo Mundial de Fútbol en 2010. Un caricaturista retomó la imagen y retrató a un surafricano que le señala la puerta a un extranjero: "Vete, pero vuelve en 2010 y trae a un amigo".

Más de 30 personas, la mayoría extranjeros, han muerto en distintos puntos de la ciudad y de las afueras por el brote de violencia.

"Los delincuentes están aprovechándose de la situación, no sabemos qué está pasando, si se trata de xenofobia o no", dijo la portavoz policial, Sasa Lengene, al dar a conocer ayer los nuevos ataques ocurridos en la barriada de Ramaphosa.

Más de 10.000 personas, según cálculos oficiales, han tenido que refugiarse en comisarías y edificios municipales, mientras las terminales de autobuses y de trenes están llenas de emigrantes que quieren regresar a sus países presos del pánico por la reacción de sus vecinos. "La gente está saliendo de las barriadas de chabolas porque está aterrorizada", agregó la portavoz policial.

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