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Brotes racistas en italia

Odio en el 'Bronx napolitano'

  • La Policía no descarta que la Camorra se encuentre detrás de la quema de los campamentos de los gitanos en una dura pugna por el control de la criminalidad

El odio contra los gitanos que se hizo evidente con los ataques e incendios de sus campamentos a inicios de la semana sigue latente en el llamado Bronx de Nápoles, el barrio de Ponticelli al este de la capital del sur de Italia. "¡Había que quemar los campamentos con ellos dentro!", clama iracundo Pasquale, de 50 años, vendedor de flores ambulante.

Como él, la mayoría de los 55.000 habitantes de Ponticelli, célebre bastión de la mafia napolitana, detesta a los gitanos que residen allí, por lo que desataron una verdadera cacería contra los zíngaros atacándolos con cócteles molotov y palazos y obligándolos a huir.

"No soportamos más a esos sinvergüenzas, chulos, que tratan de robar a nuestros niños", comenta una señora de unos 60 años, al hacer alusión al intento frustrado de robo de un bebé de seis meses por parte de una joven gitana, lo que provocó la ola de violencia.

"Eso fue la gota que hizo derramar el vaso", explica uno de los policías que vigilan los campamentos abandonados desde el miércoles.

"Es posible que la Camorra esté involucrada en los incendios. Este barrio convive con la criminalidad desde siempre y algunos aprovecharon para cobrar la cuenta a los gitanos y expulsarlos", comenta el agente sin dar el nombre.

El campamento está vacío, lleno de basura, ropa aún colgada, muñecas rotas medio incendiadas, juegos desparramados por el piso y dentro de las chabolas se pueden ver televisiones y electrodomésticos.

Las organizaciones católicas humanitarias Caritas y San Egidio, que asisten desde hace años a los gitanos, les han dado hospedaje para dormir en un escuela cercana.

"Los trasladaremos luego a un lugar secreto", aseguró Salvatore Esposito, de San Egidio. "Tengo miedo, vivo aquí desde hace años, la gente no era tan violenta antes", admite Fiore, de 16 años, un gitano proveniente de Rumania, quien juega dentro de un salón de la escuela con unos veinte niños que huyeron del campamento.

La presencia de los gitanos en la escuela desató inmediatamente la ira de los vecinos, que ya comenzaron a protestar.

"La rabia es porque la Policía vigila. La gente aquí no quiere la presencia de los agentes. Esto es el mercado del Bronx y se debe poder comprar de todo: armas, droga, sexo...", comenta uno de los responsables de la organización.

A la hora del inicio de la escuela, cuando los gitanos tienen que salir y los niños italianos entrar a estudiar, la Policía forma un cordón de seguridad, mientras se escuchan gritos: "¡Adiós y no vuelvan nunca más!".

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