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Un Ejército sólo de cartón-piedra

  • El regreso de los carros de combate y los misiles intercontinentales hoy a la Plaza Roja no impresiona a los expertos militares de Occidente, que conocen las carencias y defectos de las Fuerzas Armadas rusas

Hoy, 9 de mayo, día de la victoria sobre la Alemania de Hitler, las Fuerzas Armadas rusas tienen previsto celebrarlo a lo grande. Por primera vez en casi 20 años podrán desfilar carros de combate sobre el adoquinado de la Plaza Roja. Rusia no quiere regresar con ello a la Guerra Fría, sino más bien demostrar, hacia adentro y hacia afuera, su nuevo poder económico y militar, anunció el ya ex presidente Vladimir Putin. Sin embargo, esta manifestación de autoconfianza de las Fuerzas Armadas rusas no resiste un análisis en profundidad.

La mayoría absoluta de los 1,1 millones de soldados rusos siguen trabajando en condiciones humillantes. La reforma anunciada hace años de una transición fluida hacia un Ejército profesional parece estancada. Gran parte de los soldados temporales no están dispuestos a prolongar sus contratos, se lamentó el legislador Nikolai Besborodov. Su cifra asciende a 300.000 hombres, comunicó el general retirado a fines de 2007 a la Duma. El presupuesto de Defensa debe crecer urgentemente junto con el auge del producto interior bruto del país, reclamó Besborodov.

También es un problema de larga duración la falta de viviendas para oficiales y sus familias. En todo el país hay 130.000 uniformados esperando el alojamiento prometido. Y es que en el mercado libre de alquiler un soldado ruso apenas tiene posibilidades. Un soldado temporal en el distrito de Siberia gana actualmente al mes 9.500 rublos, es decir, unos 250 euros o 380 dólares. Ni en la provincia se puede alimentar con eso a una familia. Por miedo a los malos tratos de parte de los veteranos en los cuarteles decenas de miles de jóvenes intentan evitar el servicio militar.

Las clásicas fuerzas armadas pierden cada vez más importancia estratégica. Según los estrategas, las guerras modernas se deben llevar adelante de forma móvil y con alta tecnología. Y los rusos no tienen mucho que ofrecer en ese sentido. En otoño pasado causó revuelo un informe de la televisión estatal rusa sobre el lanzamiento de una supuesta bomba de vacío. La más potente de las armas convencionales incinera toda vida en un entorno de 300 metros de su explosión, se dijo. Lo mismo parece haber ocurrido con la bomba milagrosa, de la que desde entonces no se supo ni se vio nada más. Expertos occidentales tuvieron desde el principio dudas sobre su autenticidad.

Incluso en el gran desfile militar en la Plaza Roja el problema del Ejército será evidente. Los alrededor de 20.000 tanques de combate de todo el país son casi sin excepción de los primeros años 70. Delante de los muros del Kremlin rodarán por lo tanto otra vez tanques que tuvieron su mejor momento en la fase más dramática de la Guerra Fría.

Como jefe del Kremlin, Putin apostó por el poder disuasivo de su arsenal atómico. Hasta el año 2015, anunció hace meses, se implementarán "grandiosos planes" de modernización, incluidas las armas atómicas. Expertos militares occidentales se mostraron poco preocupados. "Eso ocurre sobre todo para impresionar a las personas en su propio país", comentó un experto sobre las declaraciones de Putin en octubre pasado. En la lucha por el planeado sistema de defensa antimisiles de EEUU, Putin amenazó varias veces con apuntar sus misiles a las bases en la República Checa y Polonia.

En sus ocho años en el poder, Putin manifestó una y otra vez que su meta en cuestiones militares era llegar al nivel de EEUU. Su prioridad era la llamada "triada nuclear", que abarca misiles intercontinentales, submarinos y bombarderos estratégicos.

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