Miguel ríos. cantante

"Granada ha sido el barómetro de mi éxito"

  • El artista granadino presenta 'Cosas que siempre quise contarte', unas memorias que son un 'flashback' a plumilla de una vida marcada por los escenarios y el compromiso civil.

-¿Afecta más a la voz presentar un libro que un concierto?

-Lo de las ruedas de prensa es una liturgia que es igual para presentar un disco o un libro. Lo que pasa es que aquí las preguntas están mejor orientadas, se ve que se habían leído el libro, mientras que cuando te entrevistan por un disco se nota muchas veces que todavía no lo han escuchado.

-No se pone paños calientes para abordar sus memorias. De hecho, retrata con humor su fallida primera experiencia sexual...

-Si hubiera escrito eso cuando sucedió, seguramente mi amiga madura estaría en el trullo y yo en un correccional. La distancia te permite hablar de cosas teniendo la moral de ahora, no la de entonces. La intención del libro es contar la verdad, darles algunas propinas de tu propia vida a la gente que te sigue, te quiere y te ha mantenido en este oficio,para que todo el esfuerzo realizado para seguirte y comprar entradas para los conciertos tenga un colofón cariñoso y cómplice.

-En el libro lamenta con frecuencia no haber podido estudiar ni siquiera el Bachillerato. Sin embargo, se le puede calificar de hombre culto que, además, ha tenido como compañeros de viaje a gente como Francisco Ayala o José Saramago.

-Es la cultura de ellos, no la mía. Estando en Granada, la universidad estaba muy presente. Pero en mi barrio la universidad no era ni una quimera, sólo recuerdo a un universitario, el Lolo, y porque su padre era profesor. Era algo lejano y por lo tanto no era algo que pudieras añorar. Es verdad que luego pasó el tiempo y, cuando veías a gente preparada que tomaba fichas de los libros, te daba cierta nostalgia de desear lo que no tienes.

-Textualmente, en el libro dice que se interesó por la literatura cuando tenía cubiertas sus necesidades más perentorias: comer y follar.

-Cuando tienes cubiertos esos dos parterres de la existencia ya empiezas a pensar en otras cosas. Aunque fueran lecturas modestas como Marcial Lafuente, los libros siempre representaron una atracción. Leer tenía muy mala prensa en mi juventud. Yo he oído admoniciones en el colegio como que un libro puede arruinarte la vida. En ese sentido, a los Salesianos sí les echaría en cara que igual que tenían devoción por hacer de nosotros personas rectas y católicas, también hubieran dado alas a la lectura. La isla del tesoro no habría hecho daño a nadie, no hablo de Alicia en el País de las Maravillas.

-Cuenta que el principal motivo de su retirada de los escenarios es que perdió el complejo de Narciso. ¿El ego es lo que mantiene en los escenarios a los artistas?

-Hay más razones, algunas están en el libro y otras me cuestan más reconocerlas. Tiene mucho que ver con dos ideas. La primera es no caricaturizarte, no repetir una misma imagen. Por otro lado estaba la figura materna, que siempre ha estado presente en mi vida. Siempre he tenido miedo a la exhibición de la vejez, ser viejo está muy bien, es una suerte llegar, pero tampoco hay que hacer un alarde de eso, resaltarlo con el foco. Empecé a verme con los ojos de mi madre antes de que la realidad me dijera que me tenía que ir.

-En el 'flashback' que es libro, ¿qué imágenes se le han aparecido más nítidas al repasar su vida?

-Tengo muy clavado en la memoria un bar de Granada, en la calle Recogidas. Recuerdo cuando llegué con mi disco y observé el respeto con el que miraban los amigos, porque era un lugar muy especial en el que se escuchaba muy buena música. Yo estaba encasillado en canciones de tres minutos y estribillos facilones y que yo apareciera con un disco conceptual fue acojonante. Granada siempre ha sido el barómetro de mi éxito. Si la gente me miraba aviesamente yo lo tenía muy en cuenta.

-Granada es una ciudad bien dura como barómetro...

-Por eso era tan importante, si el algodón de Granada no engañaba es que había pasado la prueba.

-¿Cuál fue el momento más duro de su carrera?

-Cuando estuve en la cárcel. Fue un momento culminante, porque un día te encuentras metido en el sitio al que el franquismo llevaba a la gente que cometía delitos, una especie de mazmorra medieval para la que no estaba preparado ni psíquica ni intelectualmente. Allí te trataban como si no fueras nadie, no importaba que media España estuviera pendiente de ti. Perdías toda tu dignidad e identidad. Fue muy duro.

-Con la crisis actual, ¿su corazón se ha situado más a la izquierda?

-Mi corazón es de izquierdas, más de lo que dice la ciencia. Lo que ocurre hoy en día me duele muchísimo. Te colocas el corazón a la izquierda y siempre hay alguien que le pega de hostias. Lo que más me molesta es la desfachatez del poder y la escalada imparable de la desigualdad. Ante la impunidad contestamos con tímidos escarceos, debería ser una actitud organizada y firme para decir que no hemos votado para que nos gobiernen los mercados.

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