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Barroca

"Grabé las Goldberg sin ninguna pretensión"

  • De regreso en España tras una larga residencia en Nueva York, el clavecinista Ignacio Prego presenta en el sello Glossa su grabación de las 'Variaciones Goldberg' de Bach.

El clavecinista Ignacio Prego (Madrid, 1981).

El clavecinista Ignacio Prego (Madrid, 1981). / Noah Shaye

Hasta 2012 no se atrevió un clavecinista español a grabar las Variaciones Goldberg de Bach: fue el manchego Andrés Alberto Gómez para su propio sello (Vanitas). En el último año, dos nuevas versiones españolas han enriquecido el amplísimo corpus mundial de registros de las Goldberg: el pianista valenciano Xavier Torres (IBS Classical) y el clavecinista madrileño Ignacio Prego (Glossa). A Prego la polémica sobre el instrumento le suena a rancia: "Soy lo menos ortodoxo que uno se pueda imaginar. A Bach lo puedes tocar donde quieras. Lo importante es el mensaje, no la herramienta. La música de Bach aguanta mucho y bien diferentes instrumentaciones, y el piano es una herramienta maravillosa. Para mi gusto hay cosas que funcionan mejor en el instrumento para el que fueron compuestas, porque entre otras cosas fueron compuestas así porque Bach tenía ese instrumento bajo sus dedos. Ahí no hay debate posible. Pero el instrumento no es tan importante".

-¿Qué instrumento usa usted?

-Es una copia de un instrumento de Christian Vater original de 1738, un clave típicamente alemán, con mucho brillo, gran presencia del bajo, muy equilibrado, lo que te ofrece mucha transparencia. Es bastante diferente a los que he usado en discos anteriores. Este tiene un sonido un poco más agresivo que el clave con el que grabé las Suites francesas, que era un poco más cálido.

-Es su tercera grabación bachiana. Después de pasar por Verso y Cantus ha terminado en Glossa. ¿Cómo fue el proceso de concepción del CD?

-Las Goldberg es una obra especialmente complicada, no tanto por razones técnicas como por cuestiones de concepción. Llevaba tocándola varios años en concierto, pero para mí este registro no dejaba de ser un desafío, porque además ha sido grabada tantas veces... Y después de las Suites francesas yo buscaba un sello de mayor proyección internacional. Hice el máster, me reuní con Carlos Céster, lo escuchó, le gustó y seguimos adelante con el proyecto.

-Es usted de los que suele hacer todas las repeticiones...

-Por cuestiones técnicas, en el CD, no, porque si las haces todas no te caben en un solo disco. En concierto entran ya en juego otras cosas. En general, me gusta hacer todas las repeticiones. Pero depende también de las circunstancias, de la acústica, del instrumento, de cómo me siento ese día, y a veces me tomo libertades. En realidad no creo que las variaciones fueran concebidas para ser tocadas desde el comienzo hasta el final, aunque la obra funcione extraordinariamente así, por supuesto. No es de las obras puramente pedagógicas de Bach, pero en las Goldberg también hay algo de eso. Dependiendo del nivel del intérprete algunas variaciones se harían y otras no. Cuando toco la obra en concierto, en la recta final, y por una cuestión estructural, suelo ahorrarme algunas repeticiones, porque la obra funciona mejor así. Desde el parón que supone la Variación 25, te asomas ya al final, y ahí algunas repeticiones las puedes evitar.

-¿Le han preguntado ya qué necesidad hay de unas nuevas Variaciones Goldberg?

-Claro. Pero quién ha dicho que hagan falta, y además qué significa eso de hacer falta. Que las disfrute el que quiera. Las he grabado sin ninguna pretensión. Grabar con pretensiones de aportar algo a la literatura clavecinística o bachiana me parece a estas alturas absurdo. Me considero una hormiguita en el mundo de Bach y del clave. Quería grabar las Goldberg sencillamente porque me apasiona la obra, porque disfruto mucho tocándola y disfruté grabándola. Grabar es además dejar una huella de cómo las toco ahora, que será seguro diferente a como las toque dentro de 20 años.

-¿Reconoce influencias en su visión de la obra?

-Es imposible aislarse de influencias externas. Llevo toda mi vida escuchando la obra, porque ha estado presente siempre en mi casa. Noto claramente cuando otros intérpretes hacen algo radicalmente diferente al resto tratando de dejar huella. Y no he querido hacer eso. He buscado la naturalidad, he hecho aquello que me hacía sentir cómodo.

-¿Cuáles son sus versiones favoritas de la obra?

-Hay muchas que me gustan. Por ejemplo, la de Kenneth Gilbert o la de Scott Ross. También la de Andreas Staier. Y por supuesto la primera versión de Pierre Hantaï. Yo he sido un loco de Glenn Gould, pero sus versiones las pondría en otro plano, es otro mundo, una concepción diferente al resto, pero tan genial... Lo suyo lo consideraría en realidad una obra de Bach-Gould, una transcripción de la música de Bach, pero absolutamente maravillosa.

-¿Por qué decidió volver a España?

-Mi mujer y yo llevábamos tiempo pensando en volver a Europa, sobre todo desde que nació nuestro hijo. Sigo yendo a Estados Unidos con frecuencia. He estado en febrero, me voy otra vez en abril, en octubre, noviembre, diciembre, en febrero de 2018... Cada vez que voy me quedo 10 o 12 días, hago tres o cuatro recitales, colaboro con orquestas. Me traigo lo mejor de allí, la parte más profesional, que la he mantenido, y ojalá siga así, porque me encanta trabajar allí, y me quedo con este modo de vida y con tener a las personas queridas más cerca.

-¿Qué ambiente musical ha encontrado en España?

-Curioso y paradójico. La música antigua vive una época dorada, pero no hay mucho dinero, lo que obliga a que los proyectos tengan que ser pequeños. Eso es preocupante, y espero que vaya cambiando. Pero veo mucho movimiento, mucho festival pequeño. Algunos otros, estupendos, como el Femás, que me parece espectacular. No hay muchos festivales en Europa con esa programación y ese número de conciertos. Es indudable que falta apoyo, aunque no sé si institucional, porque ese es el lloriqueo de todo el mundo. Yo creo que deberíamos ir olvidándonos de las subvenciones. Lo que sí falta es una regulación, una ley de mecenazgo en condiciones, para que el dinero privado pueda fluir hacia la cultura. Eso es fundamental. Por ahí pasa que el país pueda salir adelante. Porque el potencial de España es enorme, hay un nivel altísimo. Pero las subvenciones y el rollo estatalista tienen fecha de caducidad, además convierten cualquier inciativa en una herramienta política. Falta allanar un poco el camino, también por ejemplo con los impuestos, que te funden, tratar de impulsar un proyecto profesional tiene un coste prohibitivo.

-Y usted acaba de fundar un grupo y dirige un nuevo festival.

-Sí, el grupo se llama Tiento Nuovo y tenemos algunos proyectos interesantes por delante, entre ellos como residente de este nuevo festival que hará su primera edición en Torrelodones en el mes de abril. Además de Tiento Nuovo, habrá conciertos de La Ritirata, Los Afectos Diversos y un recital de Fahmi Alqhai, al que acompañaré yo mismo desde el clave.

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