FERIA Tiempo Sevilla | Este martes se espera que sea el día más caluroso en la Feria

En los años setenta del siglo pasado, sin duda como derivación indirecta de algunos acuerdos del Concilio Vaticano II, ciertas hermandades ubicadas en determinadas parroquias de los barrios periféricos del centro de nuestra ciudad -y también en el casco antiguo, aunque menos- experimentaron las consecuencias de unas inextricables relaciones pastorales con sus respectivos párrocos, ávidos de celo renovador cristiano como directores espirituales de las mismas. Los ejemplos están en mente de todos. Hoy, afortunadamente superados muchos de estos desencuentros sobre los modelos eclesiásticos, resulta evidente que las cofradías constituyen en la actualidad arquetipos cristianos de religiosidad popular para la fraternal convivencia con la comunidades parroquiales en las que residen y se integran, algunas desde hace siglos.

Hasta tal punto es así que a muchas de nuestras cofradías de penitencia se les conoce por el nombre de sus respectivas parroquias: San Roque, San Benito, San Gonzalo, San Bernardo... Pero hay más. Las corporaciones cofradieras sevillanas -también en la provincia- vienen desarrollando desde siempre una apuesta decidida y total por el desarrollo existencial de sus respectivas feligresías mediante la rehabilitación de los templos, el aumento y conservación del patrimonio, el mantenimiento de los cultos, y sobre todo la práctica de la caridad.

Evidentemente hay excepciones. Pero Su Santidad el Papa Francisco, en una de sus muchas homilías dedicadas a la misión de las cofradías en la Iglesia Universal recordaba recientemente la frescura de la teología popular que se irradia desde el interior de un grupo de fieles que vibran ante una imagen de un Cristo o ante una advocación de la Santísima Virgen. Las cofradías han sido y son excelentes herramientas pastorales en toda comunidad cristiana parroquial, máxime en este mundo globalizado de desacralización y laicismo. Esperemos que lo sigan siendo.

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