Hace unos días leí en la prensa que en nuestro país existe una crisis de maternidad que ha traído como consecuencia que en España mueran más personas de las que nacen. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) no dejan lugar a dudas, el número de mujeres en edad fértil está disminuyendo, lo cual significa que el país está envejeciendo a pasos agigantados.

Hace años la mayoría de las mujeres teníamos claro que formar una familia y tener hijos era una vocación como cualquier otra y que además era una forma de hacer algo sublime en la vida. Las hubo que se dedicaron de lleno a esa encomiable actividad y otras que además del hogar incursionaron en las oportunidades que el mundo laboral abría a las profesionales, aunque hay que reconocer que nunca ha sido fácil conciliar ambas cosas.

Los tiempos han cambiado y hoy en día veo poca disposición a la maternidad en algunas mujeres jóvenes. Es común que den preferencia a sus expectativas laborales antes que a una vida centrada en la crianza de los hijos. La sociedad no solo ha devaluado este rol, sino que además se ha experimentado una pérdida de respeto a la vida y al sentido de la misma. Por ello hay personas a quienes les da lo mismo tener hijos o mascotas.

No resulta fácil dedicarse de lleno a ser madre, menos aún con las crisis económicas, el desempleo, la necesidad de cubrir tantas necesidades y las pocas ayudas que se reciben. Creo que un grave fallo es que el trabajo de madre no se reconoce, no se remunera, ni se premia. Parece que se desarrolla bajo un manto de niebla que hace que todos los méritos por educar a los hijos se diluyan en la nada. Ser madre es uno de los trabajos más importantes, ya que de su éxito depende el futuro de las sociedades y de las naciones. Crear buenos seres humanos no es tarea sencilla, no nos engañemos, pero cuando se logra, se convierte en una satisfacción incomparable.

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