Portesta contra el Brexit.

Portesta contra el Brexit.

Los referéndums los carga el diablo", es una frase que se ha venido repitiendo en los últimos tiempos. A la vista de los resultados recientes -Brexit, Reforma Constitucional Italiana-, se podría pensar que es un pensamiento verificado por la realidad histórica. Hasta el punto de que, en pocos días, quienes empezaban a considerar una reforma, mayoritariamente acordada, de la Constitución Española han empezado a decir que dicha reforma ha devenido en imposible.

Pero los referéndums son posibles, y pueden ser benéficos y fomentadores de progresos en la vida de los países, siempre que se convoquen con claridad y se acepte por todos un debate profundo y honesto sobre las cuestiones planteadas. Por ejemplo, la Constitución de 1978 se aprobó tranquilamente en referéndum, lo mismo que fueron aprobados los Estatutos de Autonomía de Cataluña, País Vasco, Galicia y Andalucía, sin ir más lejos.

El problema no son los referéndums, sino la clarificación serena, pedagógica y reflexiva de las cuestiones que se someten a votación, por un lado, y la honestidad y veracidad con que se produzcan los intervinientes en los debates, como defensores de una u otra posición, por otro. Éstas son las claves de cualquier votación, plebiscitaria o no. La democracia debe hacer referencia a la razón, y no a las vísceras. Y debe basarse en la transmisión de la verdad, no en el engaño. Pues bien, éstas son condiciones que están fallando últimamente en el debate político, ya sea nacional o comparado.

Así, en la votación sobre el Brexit, en el Reino Unido, parece que poca gente habló con la verdad por delante. Fueron dichas muchas mentiras, fueron alentados temores oscuros y fueron incitadas reacciones irracionales. A estas alturas, algunos propagadores de la salida de la UE han hecho mutis por el foro, cobardemente, y otros no saben todavía cómo van a gestionar el futuro de su pueblo. "Viva el caos, siempre que lo hayamos provocado nosotros", parecen pensar, una vez colgados todos de la brocha, y sin escalera.

En Italia ha pasado más o menos lo mismo, pero con más desfachatez todavía. Es verdad que en Italia llevan mucho tiempo acostumbrados a la desvergüenza de los populismos, desde el qualunquismo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial hasta los fenómenos de Berlusconi y de Mani Pulite. Son muchos los que han convocado a las personas vulgares, como identificaba Ortega a los "hombres-masa" -el uomo qualunque de Guglielmo Giannini o Achille Lauro-, a defenderse a sí mismas y a postular sus puros intereses individuales, con independencia de cualquier proyecto colectivo.

Esta vez, sin embargo, han ido más allá: Beppe Grillo, el histriónico líder de la vulgarización política italiana, llegó a decir: "¡Votate con la pancia, non usate il cervello!" ("Votad con las tripas, no uséis el cerebro"). Grillo sabía lo que decía. Si se hubiera usado la cabeza, en vez de las tripas, otros podrían haber sido los resultados, en Italia y en Inglaterra.

En los debates españoles actuales, tenemos que tener presentes estos hechos. El clima político está bastante emputecido últimamente: muchos son los que tergiversan los mensajes y utilizan la comunicación social básicamente para enrabietar al personal y para agitarle las tripas, en aras de su propio beneficio de búsqueda del poder o simplemente para echar al que está. Es absolutamente necesario y urgente crear un clima de debate riguroso y desmontar las mentiras y manipulaciones al uso, ya se refieran a problemas comunes a todos los españoles, ya se refieran a la situación de los partidos.

Ejemplos: la llamada "cuestión catalana" no es abordable a partir de las manipulaciones de la Historia y de los falseados agravios de los independentistas, o del atavismo del nacionalismo español redivivo; el debate interno del PSOE no puede centrarse en si el PSOE está "debajo o en contra del PP", como predica Pedro Sánchez; y el mero crecimiento económico no es la medicina contra los populismos, lo diga el ministro Guindos o su porquero. Sin disminución de las desigualdades prevalecerá la rabia y mandarán las tripas.

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