FERIA Tiempo Sevilla | Este martes se espera que sea el día más caluroso en la Feria

Las coces de Aznar

Del ex presidente se podría decir que actuó como el engreído ignorante. España no necesita de coceadores ni de profetas que transmitan verdades absolutas.

Aznar nunca fue un político fino, ni valiente, ni dialogante. Recortadito de cuerpo, acostumbraba a parapetarse detrás de otros -Pujol, por ejemplo-, y a ceder más de lo conveniente -porcentajes de IRPF a las autonomías, por decir algo- cuando estaba en una posición en la que necesitaba de apoyos minoritarios para gobernar; y sacaba pecho, o marcaba abdominales, o hacía que su partido actuara en solitario, menospreciando todo acuerdo o transacción e imbuido de una ciega confianza en su destino y en la trascendencia histórica de su inmarcesible y descomunal papel personal de líder mundial -foto de acólito de Bush en las Azores, venga al caso- cuando tenía mayoría parlamentaria y creía que podía mirar a los demás desde la cima de su dimensión trascendente.

Aznar, se podría decir, siempre ha actuado con el estilo del engreído ignorante. Despreciando cuanto ignoraba, sin capacidad de medida para consigo mismo y sintiéndose el único representante de una España anclada en una Historia unilateralmente entendida, se dedicó a cocear a diestro y siniestro, dañando todo lo que alcanzara, y, tras el escudo de una presunta Segunda Transición, a iniciar una labor sistemática de desmantelamiento de los entramados básicos del estado social que, con amplios acuerdos y transacciones, se había venido construyendo desde los años setenta.

A estas alturas de la historia -¡Ah, pobres y desamparados militantes del PP! ¡Oh, desgraciados y abandonados a su suerte ciudadanos españoles!- don José María Aznar ha decidido dejar a su partido sin su concurso. ¡Ha anunciado que no seguirá siendo presidente de honor! ¿Qué será del PP a partir de ahora, sin Aznar? Me recuerda a Iñaki, el bilbaíno del chiste: ese hombre de Bilbao, con boina, que llevaba más de media hora contemplando la ciudad desde lo alto, desde la Basílica de Begoña. Un amigo le preguntó: "¿Qué haces ahí, Iñaki?" A lo que respondió: "Contemplo Bilbao, pues". "¡Pero si tú conoces bien la villa!", dijo el otro. "Sí, pero ahora estoy mirando cómo es Bilbao, sin mí en ella", sentenció el de la boina. Pues eso. A partir de ahora, Aznar podrá apreciar mejor cómo es el PP, sin su presencia personal. ¡Tremendo drama!

¿Se convertirá Aznar en un extraterrestre? A lo mejor es bueno para España. Porque España, creo yo, no necesita de políticos coceadores ni de profetas que transmitan verdades absolutas. España, como el mundo actual, precisa de líderes posibilistas y de partidos pactistas, que busquen soluciones para enfrentarse a los problemas actuales y cotidianos, y que no pretendan ordenar la sociedad de una vez y para siempre. La sociedad sólo estará, de verdad, ordenada de un golpe y para siempre cuando todos estemos muertos. Entretanto, habría que ir buscando de qué forma y manera la gente que vive en el mundo al mismo tiempo que nosotros come mejor, es un poco más feliz, adquiere alguna seguridad sobre el futuro de sus hijos y nietos, e incrementa su confianza sobre el funcionamiento de las instituciones. Todo lo demás es instrumental.

¡Ah! Estas reflexiones me han venido porque, en estos días, he releído algo de Camilo José Cela. En su Viaje andaluz escribió: "Por el encinar que dicen Montechico, de mata parda, relincha el mulo coceador y pedorro". Pues bien: ni mulos, ni relinchos, ni coceos, ni tripas, ni ventosidades. Políticos, razones, buena cabeza, manos tendidas y acuerdos. Eso es lo que vendría bien.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios