Previsión El tiempo en Sevilla para el Viernes Santo

Los momentos pasan volando y los marcos de análisis de la sociedad cambian; las reacciones de las masas son cada vez más instantáneas y sentimentales; las creencias y los conocimientos de hace unos pocos años se revelan inútiles para ofrecer soluciones actuales de gobierno; las incertidumbres aumentan y la inseguridad crece; y muchísimas previsiones y predicciones, basadas en el análisis de comportamientos sociales anteriores y en valoraciones racionales, se van al garete. Estamos en otra era.

Zygmunt Bauman calificó el tiempo último que él analizó y en el que él llegó a vivir -murió hace sólo unos meses, en Leeds, el 9 de enero de 2017-, como el de la "modernidad líquida". Un tiempo marcado por la incertidumbre, la inseguridad y la pérdida de identidades, individuales y colectivas; regido por los hábitos del consumismo inmisericorde y el falso sueño de la búsqueda de la felicidad a corto plazo y a cualquier coste; pero, en realidad, promotor de una desigualdad creciente y ordenado por los intereses de la especulación financiera, la captura de mercados por los grandes productores globales, y la deshumanización.

No obstante, Zygmunt Bauman, pensador judío, polaco de origen, de formación marxista e inspirado en parte por Gramsci, aún creía en la fuerza de la moral y la razón, como vías de escape. Todavía en 2011, pensaba que quizás "el momento de la verdad", el momento de empezar a avanzar hacia otra sociedad, podría estar cerca. Y llegó a decir: "Es cierto que no se trata de una tarea fácil: para llevarla a cabo será necesario lograr, nada más y nada menos, que el universo de las obligaciones morales abarque a la humanidad entera, sin dejar de lado su humanidad y su bienestar, así como la supervivencia del planeta, su hogar compartido" (Daños colaterales, página 113). Nada más y nada menos… Bauman, seis años antes de morirse, todavía creía en la razón y en una moral común para toda la humanidad.

Puede ser que nuestra sociedad ya no sea siquiera una "sociedad líquida", sino que haya pasado a ser una "sociedad volátil": el aire es más ligero que el agua. Los lazos sociales son cada vez más tenues; la corrupción de criterios y el desprecio a los valores se expanden por doquier; la razón deja su espacio a las emociones; y el debate riguroso, basado en hechos y en argumentos, ha cedido todo el terreno ante el ataque inmisericorde de las imágenes rompedoras, ante la amplificación sin freno de cualquier posverdad invasora, ante la invención de relatos, y ante la instalación en el desprecio al adversario, como armas habituales de debate. Así es difícil aportar soluciones que vayan más allá de la afirmación de uno mismo, como sea y contra quien sea.

¡Hasta otro momento! Es conveniente retirarse a reflexionar, de vez en cuando. Yo lo he hecho con frecuencia, sobre todo cuando he perdido, que ha sido más de una y más de dos veces. Y gracias por haber estado ahí.

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