Machismo

Y me desagrada cuando, en defensa incondicional de la mujer, se colectiviza innecesariamente al agresor

Diga lo que diga al respecto seguro que no sabré explicarme como quisiera, o igual no se sabrá entenderme de forma adecuada, pero qué más da, a estas alturas lo cierto es que eso me importa poco ya. Ha llegado el momento de pronunciarse sobre este asunto, aun cuando sólo sea para ordenar internamente la opinión que tengo al respecto. Todas las especies animales que cuentan con ambos sexos asignan distintos roles a machos y a hembras. Y dicha distinción no siempre beneficia a los primeros. En cuanto a la especia humana, a pesar de que la evolución nos debería de haber excluido de esa común clasificación, lo cierto es que aún no lo ha logrado y no cabe duda de que la sociedad es machista, y por ello, como regla general, en el formato usual de conocimiento, en su estándar idóneo, se privilegia o prefiere la actuación masculina sobre la femenina. Ello no es disculpable y, claramente, obedece a una lógica histórica que, sin duda, afirmo, hemos de cambiar en el futuro con la suficiente mesura para que ello no sea excusa para releer ni reescribir el pasado. Por ello alabo cuantas medidas coherentes se adopten a fin de que se supere una situación claramente injusta en el tiempo en que nos ha tocado vivir, por esa razón soy partidario de que se privilegie a la mujer en ciertos aspectos.

Dicho lo anterior, también he de afirmar que, en mi entorno más cercano, tanto laboral, como social o familiar, por suerte no detecto de forma preocupante ese machismo. Es más, no dudaría en advertir que allí donde me muevo reconozco y asumo con normalidad situaciones en las que las mujeres son claramente preponderantes sobre el hombre, tanto en la toma de decisiones como en las ejecuciones que las mismas conllevan. No creo que sea malo tampoco advertirlo, ni pienso que con ello se debilite la razonable y necesaria lucha contra el machismo, sino todo lo contrario, es una muestra de cómo en muy pocos años el camino andado ha sido fructífero, por mucho que ello no despeje del todo el trecho que aún queda por recorrer. No obstante, ciertos hábitos que me adornan con normalidad se denominan de micromachismo y yo no los asumo como tales: una mirada, algún gesto cómplice... Y me desagrada enormemente cuando, en defensa incondicional de la mujer, se colectiviza innecesariamente al agresor: el hombre, haciendo causa general e injusta contra aquellos que hemos de ser parte de la solución.

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