La Constitución de 1978

Hay que modernizar algunos aspectos entre los que se pueden citar la incorporación de nuevos derechos sociales

Esta semana se ha conmemorado el 39 aniversario de la Constitución Española y, al hilo de esta conmemoración, se ha debatido sobre la oportunidad de acometer su reforma.

Es probable que los próximos meses el debate sobre la reforma de la Constitución esté presente en la actualidad cotidiana y que escuchemos argumentos a favor y en contra de proceder a dicha reforma.

Yo soy partidario de reformar la Constitución aun siendo consciente de que es una operación compleja porque requiere un trabajo profundo entre las fuerzas políticas para encontrar amplios consensos que no podrán llegar si no se aborda el proceso con el máximo de generosidad.

Pero hay que reformar la Constitución porque hay que modernizar algunos aspectos entre los que se pueden citar la incorporación de nuevos derechos sociales y también, porque es imprescindible alcanzar un nuevo consenso en torno a la ordenación territorial del Estado y a un nuevo papel del Senado, que debería responder a un enfoque federal de España.

Los trabajos que se están iniciando en el Congreso de los Diputados, en el marco de la comisión que estudiará el modelo territorial, abren una enorme oportunidad para que expertos y líderes sociales puedan analizar las fortalezas y las debilidades del Estado de las Autonomías en el ánimo de abordar una reforma de la Constitución que permita un nuevo horizonte de convivencia y progreso.

En este asunto no vale escudarse en que la reforma de la Constitución no es algo que estén demandando los ciudadanos por la calle; hay asuntos que por su importancia y trascendencia requieren un impulso por parte de aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir y organizar nuestra convivencia y nuestro futuro.

En cualquier caso, la sociedad española es tremendamente madura y consciente de que hay algunos desafíos para nuestra convivencia futura y nuestro bienestar que requieren altura de miras y luces largas. Y al mismo tiempo que podemos estar enormemente satisfechos del balance de esta Constitución de 1978, debemos valorar la necesidad de su reforma para ganar nuestro futuro.

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